Si te hiciste fan incondicional de Agustín Graham Nakamura a partir de Zero Point (reseñado el 28/02/15) tengo la obligación de contarte que Wonderland no está a la altura de aquel clásico instantáneo.
Para empezar, este es un libro finito: apenas 80 páginas, de las cuales (y empiezo a engranar) sólo 62 son de historieta. Más del 20% del libro se va en prólogo, epílogo, agradecimientos, carátulas y páginas en blanco. Encima la mayoría de las historietas tiene seis páginas, con lo cual UNA historieta más nos sacaba de este problema y nos daba 68 páginas de historieta contra 12 de relleno, que es una proporción mucho más coherente. No hubo forma.
Wonderland es una antología de historias cortas, realizadas por Agustín a lo largo de muchos años, de 1998 a 2015. Por supuesto que, en un período tan largo, el estilo y la calidad del artista varían bastante, pero este animalito arrancó tan arriba que realmente vale la pena desempolvar sus trabajos más antiguos.
Arrancamos con Daydream, la historieta que le habíamos publicado en la revista Komikku allá por 2010. Son seis páginas mudas, en las que lo más notable es cómo Agustín logra conjurar climas muy distintos, cómo nos hace pasar de la paz y la tranquilidad al misterio, la tensión, la oscuridad y una confusión sumamente perturbadora. La segunda historia, Miedo, va para el lado contrario: empieza tremenda, asfixiante, oscura y violenta, y termina más tranqui, como cuando te despertás y te das cuenta de que todo era una pesadilla.
La tercera, Déja Vu, es la que menos me atrapó con el argumento y la que menos me convenció con el dibujo. La cuarta, Versus, es la que tiene menos pretensiones a la hora de hilvanar un argumento. Son 12 páginas de machaca frente-march, a todo o nada, sin vueltas y sin tregua. Obviamente lo que más impacta es la puesta en página y los recursos gráficos que pela Agustín para que una historia sin diálogos y casi sin argumento nos involucre tanto.
La historieta más larga (16 páginas) es la que da título al libro. Acá el autor cambia de técnica (son lápices realzados con aguadas) y hay un argumento un poco más elaborado, obviamente con guiños a Alice in Wonderland, de Lewis Carroll. La machaca está presente, pero quizás no tenga tanto protagonismo como esos momentos medio freak, medio inquietantes que tiene la trama. Y queda una sóla, Interview, que es la única en la que Agustín se propone seriamente trabajar en los diálogos (que están bien) y en presentar personajes con un cierto espesor, que funcionen por sí solos, más allá de a dónde los lleva la trama. Además tiene guiños muy graciosos para los que disfrutamos del backstage de la industria del comic. Visualmente, sin embargo, es la historia menos potente, algo que se podría haber resuelto extendiéndola un par de páginas más y metiendo menos cuadros por página.
Si te gustan Katsuhiro Otomo, Satoshi Kon, Masamune Shirow y Yukito Kishiro, con esto te vas a morir de emoción. Hay muchos pasajes de este libro dibujados a un nivel altísimo, sin nada que envidiarle al de esos próceres del manga. En todo caso, la limitación está en los guiones: historias muy cortas, en su mayoría mudas, personajes que no se desarrollan, tramas pensadas para propiciar el impacto visual, pero que (por su impronta onírica o surreal) se desactivan de una viñeta a otra sin consecuencias… Las ideas están y son interesantes (si las agarra un psicólogo se hace un festín), el tema es para dónde van y qué te dejan cuando Agustín las termina de desarrollar.
Wonderland, entonces, tiene como principal atractivo el inmenso talento gráfico y la increíble forma de narrar que tiene (desde muy pibe) Agustín Graham Nakamura. Las historias en sí tienen esa fascinación y esa honestidad del laburo amateur, de ese universo contenido adentro de un borrego que quería dibujar historietas y un día se animó y explotó. Claramente no son el elemento más destacado de esta antología, lo cual no significa que sean chotas. Ojalá tengamos pronto una nueva novela gráfica de este interesantísimo autor argentino, hoy radicado en Brasil.
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