Tercer y anteúltimo tomo del Hawkeye de Matt Fraction, y acá es donde la serie se desdobla virtualmente en dos series bimestrales, principalmente para darle margen a David Ajá, un dibujante increíble pero muy lento, que venía fracasando estrepitosamente en su intento por entregar 20 páginas por mes. La solución fue dedicarle los números pares (14, 16, 18 y 20) a las aventuras de la otra Hawkeye (Kate Bishop), ahora solista y tratando de hacer pie en Los Angeles, por supuesto con otros dibujantes al frente de la faz gráfica.
En el primer episodio (un Annual), Fraction plantea el tono de lo que va a ser la saga de Kate en Los Angeles: Madame Masque va a entrar en escena para asegurarse de que todo se haga cuesta arriba para la joven arquera. Rápidamente la serie se empieza a poblar de personajes secundarios interesantes y para el segundo unitario (el el n°16) ya funciona todo como un relojito. Los últimos dos episodios Fraction se los guarda para resolver el conflicto grosso contra Madame Masque y después… no sé. La serie termina en el n°22, sospecho que con uno o dos episodios en los que ambos Hawkeyes vuelvan a pelear codo a codo.
Por supuesto que, al desactivar la química entre Kate y Clint Barton, la serie pierde algo de su atractivo. El rol de Clint en este tomo es mínimo, e incluso el perro Lucky, que se va a Los Angeles con Kate, casi no tiene peso en la trama. Pero si sos fan de la joven Hawkeye (o sea, si en los dos tomos anteriores Fraction te hizo fan de la joven Hawkeye) igual se disfruta a pleno porque ahora sí, el guionista tiene espacio e ideas para desarrollarla al mango, para terminar de convertirla en un personaje protagónico dentro del Universo Marvel.
Como sucedió siempre en esta serie, la aventura irrumpe con fuerza, pero de vez en cuando. No son relatos de acción palo-y-palo, sino que la gran mayoría de las secuencias tienen el tono de una comedia costumbrista, en la que una heroína inexperta y cheta se tiene que adaptar a vivir con poco, en un ámbito en el que juega muy de visitante. Cuando se dan estos estallidos de acción, Fraction los lleva al límite y, como todos los personajes son humanos comunes sin poderes, los vemos cobrar de lo lindo y terminar cada pelea notoriamente baqueteados. Al haber poca acción, los diálogos tienen mucho protagonismo. Como en los otros trabajos de Fraction, estos son dinámicos, complejos, con chistes, juegos de palabras y –como estamos cerca de Hollywood- muchísimas menciones a famosos de la A, la B y la C.
El primer episodio lo dibuja el gran Javier Pulido, con su trazo claro, limpito, estilizado. Lástima que abusa groseramente del recurso de dibujar a los personajes como siluetas negras. Es un recurso válido, interesante sobre todo en términos de composición. Pero si la gracia es dibujar el 75% de los cuerpos y los rostros como siluetas negras, ya es un capricho, una ridiculez pensada para llamar la atención del lector y eventualmente distraerlo del hilo de la trama. Los otros cuatro capítulos están a cargo de Annie Wu, a la que nunca había escuchado nombrar. Me gustó. Sobre todo en la narrativa y en la composición de las viñetas. No tanto en los primeros planos, en los que abandona la línea clara para meter mucho detalle, arruguitas, cositas que no están mal, pero que contrastan un poco con el estilo del resto de la historieta. El colorista Matt Hollingsworth, como siempre, un grosso, muy responsable de que a nivel visual esta serie haya sido tan distinta de todas las demás.
Me queda pendiente el último tomo, que todavía no lo compré, y ya estoy mirando con ansias la serie siguiente, la que escribe Jeff Lemire. Si venías comprando Hawkeye por Clint Barton, este tomo capaz que no te resulta atractivo, al centrarse 100% en Kate. Pero igual dale una oportunidad, que Fraction está afiladísimo.
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