Le entré a este libro muy cebado tanto por las buenas críticas que leí como por las excelentes ventas que cosechó. Y la verdad que entré con tanta manija que esperaba un poco más de lo que me encontré.
El dibujo de Quique Alcatena es majestuoso, no hay con qué darle. No quiero repetir conceptos de reseñas anteriores, pero estamos ante un genio irrepetible que sabe sintetizar el dibujo clásico de aventura y la tradición gráfica de las distintas culturas a las que visitan sus personajes. El resultado es magia en estado puro.
Lo que en este caso me parece que restó un poco es la extensión de la obra. Hay un momento (el de la recorrida por los planetas) en que sentí que Alcatena y el guionista, el inmenso Eduardo Mazzitelli, estaban jugando a estirar la saga lo más posible. No había mucha justificación para todos esos episodios en el espacio y si no se hacen aburridos es porque están repletos de ideas fascinantes. Pero se nota la fórmula y se extraña esa sensación de “estos son episodios unitarios pero evidentemente están yendo hacia algún lado” que tiene todo el primer tramo ambientado en Old Albion.
Una vez que los protagonistas regresan a esta ciudad, crece la sensación de que Mazzitelli tiene un plan a largo plazo, de que los unitarios son escalones, que suben hacia un destino final. A veces son más atrapantes, a veces los conflictos tienen menos fuerza, pero siempre pasa algo, siempre se sacude aunque sea un poquito el status quo. Y como suele suceder en las series extensas de Mazzitelli, el final desaprovecha un poco las posibilidades de pegar ese último y definitivo sacudón. ¿Por qué? Porque fiel a su estilo, el guionista elige desenfatizar la machaca. Los combates están prácticamente ausentes a lo largo de todo el libro y el final no es la excepción. Mazzitelli juega a cerrar el conflicto central de un modo atípico, que sorprenda al lector, y esta vez me parece que el final termina por no estar a la altura de la expectativa que generó con ese build-up hacia “La Batalla Final” entre Hexmoor y sus principales enemigos, Los Invisibles.
El protagonista es el clásico héroe mazzitelliano: audaz, astuto, decidido, sin conflictos internos, hábil con las armas, ganador con las minas y protegido por una suerte a prueba de balas que le permite derrotar casi sin despeinarse a enemigos a priori mucho más poderosos que él. Por suerte, Mazzitelli lo rodea de un elenco muy interesante de personajes secundarios en el que hay varios tíos, primos y demás miembros de la familia Hexmoor, hampones, un justiciero enmascarado y hasta un muñeco de madera viviente. Faltaba una minita, nomás. Las pocas que aparecen no tienen el más mínimo peso en las tramas.
Entre los episodios autoconclusivos y los que tienen estructura más “de saga” hay (como ya dije) una cantidad impresionante de ideas zarpadas, algunas más épicas, otras más poéticas, otras simplemente absurdas y otras tan retorcidas y a la vez tan sofisticadas que las podría haber usado Grant Morrison en la Doom Patrol. Si me tengo que quedar con uno de los unitarios, leerlo como una historia corta desenganchada de todo el resto, voy de una con La Pandilla de la Calle Mugre, un thriller alucinante que me sorprendió de la primera viñeta a la última. También disfruté muchísimo con La Sombra de los Hexmoor (ahí hay conceptos que re-daba para seguir explorando) y con Sólo Di Miau, una especie lado B de A Dream of a Thousand Cats, aquel inolvidable unitario de Sandman.
En fin, esto está lleno de elementos limados, puestos al servicio de relatos originales, poco convencionales, salpicados con unos bloques de texto deliciosos. Si en vez de desarrollarse en 338 páginas se concentraba todo en… 240, estaríamos hablando de una obra maestra, comparable a lo mejor de esta dupla fundamental. Por supuesto, si las 100 páginas que “sobran” las dibuja Alcatena, hay que ser muy choto para protestar.
Y se acabaron las reseñas. Mañana, la despedida del blog.
miércoles, 30 de diciembre de 2015
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