Termina el primer mes de la novena temporada del blog con 11 entradas. Buen primer paso para llegar a la meta de las 120 durante los 365 días de 2018.
Arranco con The Shadow: Midnight in Moscow, una saga del famoso justiciero de los pulps publicada en 2015, que tiene como principal atractivo contar con guión y dibujos del maestro Howard Chaykin, autor de aquella miniserie del crucial 1986, que reimaginara al personaje para aquellos tiempos post-modernos. Ambientada sobre el final de 1949 y los primeros días de 1950, Midnight in Moscow no contradice nada de lo que vimos en la mini del ´86, pero tampoco es una precuela directa, ni tiene demasiada vinculación con aquel hitazo vanguardista y rupturista.
En la comparación, Midnight in Moscow pierde por goleada. Es una aventura mucho más lineal, menos compleja, sin sexo, ni drogas, ni groserías, con las muertes más escabrosas confinadas al “fuera de cuadro”, con una subtrama política demasiado light, sin la intención de revolucionar nada. La historia va para adelante con prolijidad, explicando todo perfectamente, y al final The Shadow desactiva con excesiva facilidad el plan de los villanos, que también adolesce de cierta falta de sutileza.
Lo más interesante son los bloques de texto que emplea Chaykin para describirnos cómo se vive esta época de pos-guerra (casi prólogo de la Guerra Fría) en las distintas ciudades por las que transitan los personajes: New York, Londres, París, Berlín y Moscú. Ahí el maestro enseña, baja línea y te genera interés como para que quieras saber más sobre cómo se transformaban las urbes y las sociedades en este período histórico puntual. También hay un personaje muy bien construído (la peligrosísima Dixie Teagarden) y no mucho más para rescatar…
Bueno, sí, el dibujo de Chaykin, que es majestuoso. Y la narrativa. Y el gran trabajo del colorista Jesus Aburtov y el letrista Ken Bruzenak (también campeón en el ´86). Esto hay que tenerlo para maravillarse con un trabajo de un equipo que en la faz gráfica te sale a matar en la primera viñeta y no hace más que mejorar a lo largo de los seis episodios. Visualmente, Midnight in Moscow es una joya de altísimo impacto, una cátedra de comic. Lástima el guión que se queda ahí, a medio camino, cuando todos sabemos que Chaykin puede aspirar a mucho más.
Notas al Pie, la primera novela gráfica de Nacha Vollenweider como artista integral, tiene un dibujo exquisito, de engañosa simplicidad, que despliega un notable poder de observación y una gran destreza técnica, ambas virtudes presentes en las obras anteriores de esta argentina hoy radicada en Alemania. Además introduce un recurso narrativo muy interesante, tan conspicuo que le da nombre al libro: Nacha narra con notas al pie, con numeritos que aparecen cuando un personaje (generalmente ella misma) menciona algo al pasar en medio de un diálogo ambientado en el presente, para luego abrir un capítulo aparte, un mini-relato que se desprende del troncal para explorar en detalle eso que originalmente se mencionó al pasar. Así, la trama central se va rodeando de estas acotaciones, a veces más descriptivas o explicativas que narrativas, con una técnica que le permite a la autora saltar del presente al pasado y de Alemania a Argentina de un modo sumamente dinámico y diáfano.
El problema principal de Notas al Pie es que la trama central pasa por una no-historia: un viaje en tren en el que Nacha y su esposa van conversando (de ahí las disgresiones que ameritan las distintas notas al pie) hasta llegar a Hamburgo, la ciudad donde viven, donde se ofrecen hospedar en su casa a una pareja de refugiados sirios, que llegaron a Alemania huyendo de la guerra. Fin. No hay una indagación en esta situación, no vemos a Nacha y Carina interactuar con sus huéspedes, no hay un conflicto para desarrollar ni nada que se le parezca.
Esto -que para algunos quizás no sea un problema pero para mí lo es- sucede también en las mini-historias que Nacha desarrolla en el formato de notas al pie. De estos breves relatos accesorios, el único que cuenta una historia fuerte, el único que me atrapó, es el de la abuela de Nacha, a quien la dictadura cívico-militar le secuestra un hijo y termina convertida en una de las primeras Madres de Plaza de Mayo. El resto son anécdotas muy menores, flashbacks a la época en que Nacha y Carina todavía eran novias, detalles superficiales de la vida en Córdoba o en Alemania, o al revés: la complejísima explicación de una red de parentescos que enlaza a Nacha con hombres y mujeres de origen suizo, algunos de los cuales vivieron también en Argentina.
En varios pasajes de estas mini-historias, Nacha prescinde de los diálogos y narra todo con su propia voz en off. Son casi siempre textos cortos, que podrían ocupar muchísimas menos páginas de las que ocupan, pero la autora decide darle mucho espacio a cada escena. Para esto opta por una grilla de dos viñetas por página, que es la que más se repite a lo largo de todo el libro. Como siempre digo, es la grilla que menos me gusta, la que menos transmite la sensación de estar asistiendo a una secuencia de imágenes, donde más le cuesta al lector hilvanar una viñeta con la siguiente. Mis páginas favoritas del libro son –claramente- las de tres o más cuadros.
Bueno, se hizo larguísimo. La seguimos pronto, con nuevas reseñas.
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1 comentario:
En Informe (http://365comicsxyear.blogspot.com.ar/2016/01/informe-historieta-argentina-del-siglo.html) hay una historieta de Nacha. También tiene esas notas al margen de las viñetas, pero con la función de traducir los globos de alemán dentro de ellas. Plásticamente me parece atractivo, perp a veces también me pasa como vos, que quiero que pase algo más que un planteo estético. Que me cuenten un cuento o algo. Pero luego pienso en todos los caminos trillados y los guiones de Trillo y medio que no sé qué es lo que quiero, ja ja.
Me recordó lo de Nacha a una hermosa historieta de Martin Tom Dieck (acá hay una entrevista al chabón, pero está en francés, no cazo ni papa: https://www.du9.org/entretien/martin-tom-dieck/) que salió en una de las revistas Suda-Mery-K.
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