Chaland not dead! El genio máximo de la línea clara posmoderna (o Estilo Atómico) puede haber muerto en aquel trágico accidente de 1989, pero su esencia, su espíritu, su magia sigue viva en Antonio Lapone, este dibujante italiano al que hasta hace poco no conocía y del que hoy me hice hardcore fan. Por suerte, Lapone es bastante más que un clon prolijo de Yves Chaland. Su estilo, si bien nos remite al malogrado prócer de los ´80 (y obviamente a Hergé, que es muy anterior), es claramente Siglo XXI y se aprecia la sana intención por parte del italiano de no quedarse en el molde, de ampliar el espectro. Sobre todo en la segunda aventura (el libro trae dos), que ofrece climas más bizarros/ oscuros y Lapone responde como lo haría Lucas Varela: choreando iluminaciones de Mike Mignola, rey de la bizarreada dark. Hoy, me parece que no. Pero en 2001, cuando Lapone dibujó la primera aventura de Carter y Belzoni, si le hubiesen dicho a Lucas Varela “dibujate una de aventuras ambientada en los ´50 tratando de clonar la línea de Chaland”, habría salido algo muy, muy similar a la historieta con la que abre este tomo.
Para cuando te recuperás del impacto que producen los magníficos dibujos del italiano, te están esperando dos guionistas franceses para contarte sendas historias de aventuras con arqueólogos, nazis y femme fatales, muy al estilo Indiana Jones (de hecho, los personajes dicen conocer a Indy). En la primera, Pierre Vanloffelt nos presenta a los dos protagonistas, el yanki Carter, impulsivo y audaz, y el europeo Belzoni, refinado y cauteloso. Los dos son especialistas en reliquias de la antigüedad y aunque sus métodos son muy distintos, terminarán por formar equipo para resolver un enigma que los lleva a las pirámides de Egipto. Como suele suceder en este tipo de aventuras, hay acción, persecuciones, traiciones y revelaciones shockeantes, más alguna secuencia virada hacia la comedia y (como en el Freddy Lombard de Chaland) ricos contrapuntos entre personajes con personalidades muy fuertes, muy bien definidas. Lo único molesto es que pasan demasiadas cosas en apenas 48 páginas, lo cual le resta lucimiento al dibujo de Lapone, que tiene que meter chotocientas viñetas por página. Esto mismo, en 64 páginas era mil veces mejor.
La segunda historieta salió en Francia cinco años después que la primera, ahora con otro guionista, Regis Hautiére, frecuente colaborador de Walther Taborda en los trabajos que realiza nuestro compatriota para el mercado franco-belga. Hautiére le tiene un poquito más de piedad al pobre Lapone y afloja un cachito con la cantidad de viñetas por página. Como los personajes ya están presentados, la segunda aventura le pone todo el énfasis a la trama, una trama compleja, ambiciosa, que trae al elenco a México para marearlo con varias vueltas de tuerca impredecibles, con algunos momentos más cercanos a Hellboy que a Tintín y con un rol más importante para dos mujeres, que además de sensualidad aportan una mirada distinta acerca del mundo de los aventureros de parajes exóticos.
Los dos guionistas cumplen con lo suyo de manera más que satisfactoria y nos dejan para la posteridad a dos personajes, Carter y Belzoni, a los que cualquier fan del comic de aventuras quiere volver a ver cuanto antes. De todos modos, y aunque la saga de los Detectives de la Antigüedad no se retome jamás, este libro es un hallazgo inolvidable, simplemente porque me sirvió para descubrir a este nuevo ídolo llamado Antonio Lapone. No sabemos si de vez en cuando o muy seguido, pero Lapone. Siempre Lapone. Ponelo vos también en la lista de los imprescindibles.
miércoles, 4 de julio de 2012
04/ 07: A.D.A. (AGENCIA DE DETECTIVES DE LA ANTIGÜEDAD)
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A.D.A.,
Antonio Lapone,
Pierre Vanloffelt,
Régis Hautiére
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