Otra deuda saldada: terminé los Fantastic Four de Mark Waid y Mike Wieringo. La verdad es que me gustó muchísimo. No sé si la pongo al nivel imbatible de los clásicos de Stan Lee y Jack Kirby, o de las glorias ochentosas de John Byrne, pero está muy, muy bien.
Este tomo arranca con un arquito de tres episodios dibujado por Paco Medina (una mezcla rara pero no fallida entre Wieringo y Humberto Ramos) en el que Waid y el co-guionista Karl Kesel replantean al Wizard y sus Frightful Four. La idea (convertirlos en una especie de reflejo oscuro de la familia Richards) está muy buena y el desarrollo tiene buenos momentos, aunque se apoya demasiado en la machaca. Digamos que este es el tramo menos imprescindible del tomo.
Los tres episodios siguientes (ya con los lápices en las manos mágicas de Wieringo) son una especie de prólogo muy intenso, muy extremo, muy vibrante y absolutamente impredecible a una nueva saga con... Galactus! Acá, los FF van a tratar de recuperar el prestigio perdido defendiendo a una New York que se quedó sin héroes (porque engancha con Avengers Dissasemble) de la enésima invasión alienígena. Pero esta vez, además de traer hordas de criaturas jodidas con las que pelear, el invasor trae una solución prácticamente infalible y definitiva al problema de Galactus y su hambre cósmico. La letra chiquita es que para que el plan funcione hay que sacrificar a un miembro de los Fantastic Four. Así es como la trama se espesa, se le agrega el dilema ético y al final, un giro que nunca ves venir y que garpa muchísimo a lo largo del tramo siguiente.
Con esta previa tan estimulante arranca el último arco argumental de Mark Waid, una saga en la que Johnny se roba el protagonismo... y los poderes de Sue! Y una saga en la que además de revisitar el origen de Galactus, los autores se replantean el rol del devorador de planetas, su verdadera motivación y las cosas que lo unen o lo separan a los humanos, esa raza de mierda que tantas veces le escupió el asado y a la que –por un motivo u otro- el cabeza de balde le vive perdonando la vida. El último episodio de la saguita, con Galen (ya no Galactus) inmerso entre los mortales, como un turista más en New York, tiene un planteo tan extremo que podría haber derrapado a los tres cuadritos. Olvidate. Acá Waid saca chapa de grosso y pilotea una situación bizarrísima de un modo brillante, con unos diálogos magníficos (una constante a lo largo de todo el tomo) y una bajada de línea devastadora. Digo, además de los huevos...
Y para el cierre, un epílogo en el que –como suele suceder- Waid y Wieringo vuelven para atrás los cambios más zarpados de su etapa para dejarles el patio limpito a los autores que vienen a jugar después de ellos. Esta última historia también es una cátedra de caracterización, humor y acción al palo, y una acertada reflexión acerca de qué es lo que mantiene unidos a Reed, Sue, Johnny y Ben después de tantos años.
No me quiero extender con infinitos elogios al trabajo de Mike Wieringo. Se aplican todos los que se ganó en los tomos anteriores y muchos más. ¿Con qué seguimos? A ver, después de esto vienen dos numeritos escritos por Kesel que nunca vi (creo que nunca salieron en libro) y después la etapa de J.M. Straczynski. Eso lo leí en scans y si bien no es choto, tampoco es maravilloso. No creo que me compre nunca los TPBs. Después viene la etapa de Dwayne McDuffy, muy loca y muy condicionada por los hechos de Civil War. Eso también fue bastante puteado por los fans, a pesar de que a mí me pareció digno. Tampoco me compré esos libros. De ahí nos vamos a la etapa de Mark Millar y Bryan Hitch, que a priori parecía interesante. Mis amigos que la leyeron me recomendaron pasarla por alto, porque –dicen- es puro humo, grandilocuencia y espejitos de colores. Les hice caso y no me compré los recopilatorios (veremos si me resisto el día que los vea muy baratos). Y después arranca la etapa de Jonathan Hickman y ahí sí, me quemaron tanto la cabeza que leí un par de numeritos en scans y me pedí los primeros TPBs. Eso, entonces, será lo próximo que voy a leer del glorioso cuarteto.
El Gran Wieringo ya no está con nosotros, pero el maestro Waid sí, y quiero cerrar la reseña ovacionándolo por esta excelente seguidilla de episodios que le permitieron a los Fantastic Four brillar durante un par de años con luz propia, a la par de tantas otras joyas inolvidables de las que nos regaló la etapa de Bill Jemas y Joe Quesada al frente de Marvel. Ahora que Hickman abandona la serie, parece que se la dan a Matt Fraction. Pero como Plan B, no lo descarten a Waid, que ya demostró que la tiene muuuuuy clara.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Che Andres , en una entrevista vi que Waid le da con un palo a la etapa de Pacheco en F4, es mala?, porque acostubrado a la calidad de Pacheco me cuesta creerlo...
A mí me gustó mucho lo de Pacheco. Pero entiendo por qué a Waid no le gustó.
jo puta... no leo mainstream desde hace años, y la única vez que leo una reseña porque vi que decía Waid y Wieringo (a los que les tengo afecto porque me gustaba su Flash), me vengo a enterar de que el pobre finó.
Años de mierda los últimos para los historietistas nacidos en los 40, 50, 60, 70... Se ve que es una profesión de alto riesgo. Que mierda
Publicar un comentario