No me avergüenza decirlo: yo nunca había leído El Negro Blanco hasta que lo empezó a editar Ivrea en libritos. O sea, para mí nunca fue una tira diaria, siempre fue una historieta episódica con el típico armado de las series argentinas que se publican en los semanarios italianos. De hecho, lo que leo yo no es El Negro Blanco, sino Bruno Bianco traducido al castellano, porque la edición de Ivrea respeta a la italiana y para Italia los autores convirtieron a la tira en otra cosa: le sacaron viñetas, le modificaron diálogos, la re-armaron toda para que sea, precisamente, una típica historieta episódica. Y no sé si la tira estaba buena, pero así, en este formato, esta creación ochentosa de Carlos Trillo y Ernesto García Seijas funciona bastante bien.
Hay un problemita y es el abuso de una fórmula: el tipo canchero, ganador con las minas, y la mina que está bárbara y no tiene mayor inconveniente en revolcarse casi con nadie. En el universo del Negro Blanco estos dos arquetipos son prácticamente mayoria. Hay feos y feas, hay algún tímido, pero en una proporción ínfima comparado con el mundo real. Acá reina un clima de libertad sexual al borde del frenesí, y la gracia (porque estamos ante una comedia) es ver cómo todos garchan con todos. El sexo no está demasiado explicitado (porque originalmente esto se publicaba en la contratapa de un diario, al alcance de los niños) pero es uno de los ejes principales (sino el principal) de la serie. Los cuernos, los celos, las estrategias de X para bajarle la caña a Y, los sueños húmedos de unos y otros son la verdadera locomotora que tira de este trencito, lindo, prolijo, aunque nunca deslumbrante.
No me acuerdo casi nada de lo que pasó en los seis tomos anteriores (los leí hace mucho, antes de empezar con el blog, y porque me los regaló Trillo), pero en este tomo se ve la intención de buscarle variantes a la fórmula. El primer episodio, por ejemplo, tiene a Flopi como protagonista y el Negro no aparece. Los tres últimos probablemente sean los mejores que recuerdo haber leído: acá Marcucci nos muestra los sueños del Negro, de Flopi y de Chispa, tres formas muy locas y originales de meternos en la psiquis de los distintos personajes, narrados uno como fantasía épica, uno como comic de superhéroes y otro como western. La idea de romper con el esquema clásico de la serie (que se ve perfecto en toda su dimensión, obvia y predecible, en el segundo episodio de este tomo) garpa muchísimo y así salen muy buenos momentos.
Hasta acá, parecía que la única variante que se le ocurría a Trillo era sumar nuevos personajes. Como el Negro y Flopi trabajan en los medios de comunicación, el elenco de secundarios es virtualmente infinito: además de periodistas, productores y ejecutivos de los medios, pueden sumar actores, deportistas, políticos y un largo etcétera, además de amigos y familiares (me acuerdo en un tomo anterior una saga larga con el papá del Negro en un rol importante). El truquito de los sueños es aire fresco también en ese sentido, en el de trabajar sobre lo que hay en vez de seguir ampliando el elenco.
Además, el gran hallazgo de ambientar esas secuencias en géneros que no son la comedia costumbrista pasa por la posibilidad que tiene García Seijas de dibujar otras cosas. Ya demostró sobradamente su calidad para dibujar oficinas, departamentos y estudios de TV. Ahora puede pelar escenas totalmente distintas, incluso en el primer episodio, el de Flopi, que está ambientado en el la selva de Brasil. El trabajo de García Seijas es demasiado bueno para haber sido hecho a razón de cuatro viñetas diarias. No sé si habrá contado con asistentes, pero lo cierto es que el resultado es brillante, una cátedra para cualquiera que disfrute del dibujo académico-realista. Hay muchísima atención en los detalles, en el lenguaje gestual y corporal, y la narrativa fluye sin problemas a pesar de que buena parte de las viñetas ofrecen una sobrecarga de información visual.
Una de las características más notables del inmenso García Seijas es su capacidad de darle plasticidad al retrato de gente real para convertirla sin inconvenientes en personajes de historieta. Los casos más obvios son el de Marcucci (que existe en la realidad) y el de Flopi (una versión bidimensional de Araceli González), pero acá ensaya también una muy acertada caricatura de Alejandro Romay, que se ensambla sin hacer ruido al elenco de papel y tinta. En el sentido contrario, pela un personaje, Cococha Valdivia, dibujada en un estilo mucho más cartoon y menos realista que el resto de los personajes, una mezcla entre Olive Oyl (la novia de Popeye) y Jughead (el amigo de Archie) que desentona bastante con la estética del resto de la historieta.
Tengo por ahí los tres tomitos que faltan para llegar al final. Prometo entrarles pronto, a ver cómo evoluciona esta comedia de enredos maravillosamente dibujada y con varios aciertos a nivel guión. Mi sensación es que no daba ni ahí para leerse 1000 páginas de esto, pero por ahí me equivoco y hay muchos tramos del nivel de las últimas páginas de este tomo.
martes, 10 de julio de 2012
10/ 07: EL NEGRO BLANCO Vol.7
Etiquetas:
Argentina,
Carlos Trillo,
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Ernesto García Seijas
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1 comentario:
Sincronicidad total, hoy me compré los libros 7 y 8 (ya tenía los demás).
Abusa de la fórmula pero me hace reir mucho. Y García Seijas es crack.
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