Se termina (por ahora, ya volverá) mi recorrida por el comic latinoamericano reciente y vuelvo a Uruguay donde –una vez más- hay que leer las historietas con los libros de historia muy a mano.
Es así: en el país vecino el Ministerio de Educación y Cultura otorga a los autores fondos para poder publicar sus obras, pero no es un “viva la pepa” en el que cualquiera publica lo que se le canta la chota. Para que el MEC premie tu proyecto, se tiene que ajustar a algunas pautas y entre ellas la más heavy es la que exige que las historietas se refieran a temáticas propias de Uruguay y estén ambientadas en ese ámbito geográfico. Se me ocurre que, si esto sigue así 15 ó 20 años más, o el MEC va a tener que derogar esa clásula, o los autores van a encontrar formas sumamente ingeniosas de gambetearla sin hacer trampa. Por ahora, todos hacen buena letra y buscan en la historia uruguaya (o proto-uruguaya, porque hay varias obras ambientadas antes de la independencia) sucesos interesantes que puedan convertirse en historietas fuertes, atractivas tanto para el fan del palo como para el lector ocasional.
En Cardal, el guionista Martín Betancor (que nunca antes había escrito guiones de historieta) nos interna en el día en que desembarcaron los ingleses en las afueras de Montevideo, allá por 1807, en sintonía con lo que fue la segunda invasión inglesa a Buenos Aires de ese mismo año. Y es raro, porque acá pierden los buenos. Eventualmente, estos fieles súbditos de la corona española lograrán repeler a los invasores británicos, pero al final de Cardal, el resultado favorece a los visitantes. Betancor elige narrar (en unas 60 páginas para nada sobrecargadas de viñetas ni de textos) sólo la primera parte de esta invasión, en la que las tropas inglesas logran tomar la ciudad de Montevideo, a pesar del intento de aguante de los locales. El resto, andá a buscarlo a los libros de historia, o quedate ahí, convencido de que Uruguay es colonia inglesa...
Como ya vimos en Bernardina Hacia la Tormenta, en Cardal el foco está puesto en un par de tipos normales que, en aquella noche de 1807, estaban haciendo lo mismo que cualquier otra noche de sus vidas, sólo que esta vez les tocó involucrarse en una batalla improvisada y desprolija para tratar de repeler una invasión. Me parece que este guión aventaja al de Bernardina... en la forma en que está dosificada la información que se le brinda al lector. Acá con poco, Betancor logra mucho. De hecho, los protagonistas “civiles” hablan menos y explicitan menos lo que les pasa y tampoco hace falta. Están definidos con lo mínimo y eso alcanza para que nos logren enganchar con la historia y nos encariñemos con ellos.
Por el lado del dibujo, Cardal no arriesga: cruza el charco y se trae de Buenos Aires nada menos que a Dante Ginevra, un dibujante todo-terreno al que no le asusta ningún género. Acá, después de muchos años, Ginevra vuelve al blanco y negro puro, crudo, sin tonalidades, ni grises, ni tramas mecánicas. Papel blanco, tinta negra y arreglate, flaco. Hay que ir muy para atrás en la bibliografía de Ginevra para encontrar otros trabajos realizados con esta limitación y así llegamos a Perfecto (con guión de Jok, editado por la Productora), que es la historieta con la que más puntos de contacto tiene la faz gráfica de Cardal. Lo único flojo son las escenas multitudinarias en las que el guión le pide a Ginevra mostrar una cincuentena de jinetes armados embistiendo contra otros 50, algo típico de guionistas neófitos. Ahí el dibujante resuelve de modo expeditivo, con un grafismo medio bestial, casi de palotes, pero a los pincelazos limpios. Esto es más o menos todo lo contrario de lo que hacía Cándido López. Un Cándido López del Mundo Bizarro.
A medida que los planos se van acercando, se ve a un Dante mil veces más aplicado, aunque siempre zarpado, dispuesto a jugar al límite entre la experimentación y el mamarracho. Así pela viñetas donde las pinceladas nos remiten a Alberto Breccia y otras que van más para el lado de (otros) pintores como Carlos Alonso o Juan Carlos Castagnino. Por cada viñeta en la que me lo imaginé a Dante puteando al guionista y diciendo “ma´sí, sale con fritas”, hay dos o tres en las que se nota la diversión, el placer, la pasión de este monstruo del dibujo que –de Perfecto para acá- no sólo no perdió la solvencia con el blanco y negro puro, sino que además incorporó una grosera cantidad de truquitos de narrativa que hacen que la historieta se vea bien y se lea mejor.
Si sos uruguayo o te interesa la historia de Uruguay, no te lo pierdas ni en pedo. Si sos fan de Dante Ginevra y lo querés ver jugar de visitante en un desafío jodido, tampoco. Cardal no es una joya imprescindible pero (en parte por su brevedad) se puede leer y disfrutar sin ningún inconveniente.
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3 comentarios:
Andrés, no se si lo haces por una cuestión de derechos de autor o permisos o de pajero nomás, pero porque nunca ponés algún dibujo interno como para ver de que va?
Tal vez ya lo explicaste con aterioridad pero yo no lo ví en lo que llevo leido del blog.
Saludos
No lo hago porque requiere mucho más tiempo y casi nunca lo tengo. Si yo viviera de hacer este blog, no tengas dudas de que siempre habría páginas internas ilustrando las reseñas, ya sea rescatadas de la web o escaneadas ad hoc.
Ok, clarisimo y valido.
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