Hora de reencontrarme con el maestro Pierre-François Beauchard, mucho más conocido como David B., para una nueva aventura repleta de belleza y de ideas delirantes, dignas de la Doom Patrol de Grant Morrison.
La bomba de sueños, el alambre viviente, los hombres de fécula y el lenguaje de las ruinas, una escritura que se devora a sí misma y que no construye palabras sino cadáveres, son algunos de los conceptos maravillosamente limados que David B. introduce para darle vuelo poético y tintes oníricos a una típica historia de espionaje ambientada en el fragor del combate de la Primera Guerra Mundial. No quiero contar mucho acerca de esta novela. Esto es demasiado bueno, hay que verlo para creerlo.
El protagonista, Jan Van Meer, es un poquito plano, le falta un toquecito de onda. Todo lo demás es una avalancha de onda. David B. pela un puñado de personajes increíbles, bien trabajados, enigmáticos, profundos, con la habilidad de tirar frases alucinantes sin que suenen forzadas. Los hace crecer de modo impredecible al calor de las batallas y los bombardeos, trepar como enredaderas por ese bosque siniestro que crece en las afueras de Londres, por esos campos de Francia minados y tajeados por las trincheras, y a donde quiera que aparecen los persigue el misterio del genial ingeniero Hellequin y la violencia de una guerra que no da tregua. Por momentos también el amor, la corrupción y el sacrificio.
La Lectura de las Ruinas es una novela gráfica bastante extensa para los standards franceses (76 páginas), lo que le permite al autor dosficar muy bien la información y sobre todo mechar muy buenas escenas tranqui entre las escenas de acción, que son unas cuantas, porque a lo largo de la historia pasan muchas cosas y casi todas se resuelven de modo físico, a veces bastante truculento. También gracias a la extensión de la obra, David B., además de fumarse páginas de 9 cuadros, se puede dar el lujo de mechar páginas de 4 cuadros, para descomprimir un poco.
De todos modos, esta bestia no espera a la página de pocas viñetas, o a la viñeta extra-large rodeada de viñetas chiquitas para zarparse con el dibujo. El dibujo es impresionante de punta a punta, no hay una sóla viñeta en la que David B. ponga menos que lo mejor que puede dar. Con su claroscuro extremo, sumamente expresionista, y su estilización de absolutamente todo el universo gráfico que recorre la novela, el autor conjura imágenes potentes, dinámicas, de gran belleza plástica y por momentos muchísimo vuelo. Los colores son planos y siempre ajustados tanto a los climas que plantea el guión como a los trucos de iluminación que sugiere el dibujo. Una labor realmente extraordinaria.
Y la reseña va a quedar corta, porque no quiero contar nada más del argumento ni de la dinámica entre los personajes. Ojalá este texto te genere el 1% de la intriga que me generó a mí la lectura de este libro. Y ojalá lo leas y lo disfrutes tanto como yo. David B. tomó los mejores relatos bélicos de Hugo Pratt y Jacques Tardi, los mezcló con un poquito de Grant Morrison, más algún menjunje secreto que sólo él conoce, y batió. De ahí salió una joya fundamental para cualquier fan del comic. La lectura de La Lectura de las Ruinas es un placer del que no te podés privar.
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1 comentario:
que bien!, yo sabia que esta te iba a gustar mucho mas que La ascencion del Gran Mal.
Mencion aparte todos los inventos rarisimos que se describen en la novela pero no se muestran y aparecen en una galeria de ilustraciones al final del libro.
Saludos!
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