el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 11 de marzo de 2014

11/ 03: BEGINNING PEARLS

En 1995, cuando se terminó Calvin & Hobbes, no te digo que me chupó un huevo, pero por lo menos no me quise cortar las venas con un tomito de Gaturro. ¿Por qué? Porque un año antes de que Bill Watterson diera por terminada su obra maestra, Patrick McDonnell había arrancado con Mutts, una tira exquisita, magistral, quizás no al nivel genial de Calvin & Hobbes, pero a años luz de la bóñiga adocenada que puebla las páginas humorísticas de los diarios yankis. McDonnell lleva 20 años al frente de su tira y eventualmente, se va a cansar. ¿Qué nos va a quedar ese día? Está difícil, pero yo le pongo mis fichas a Pearls Before Swine, la tira de Stephan Pastis que se publica desde 2001.
Pearls Before Swine, visualmente no se distingue mucho de la basura chata y mediocre que hegemoniza el panorama de las tiras diarias yankis. Pastis no es un buen dibujante, en absoluto. Al lado de Watterson o McDonnell es un cadáver al que le cortaron las dos manos (como al General) y si hoy puede publicar profesionalmente es porque antes se consagraron otros muertos aún más precarios tipo Scott Adams. Pastis trabaja en un estilo amarrete, pasado de minimalismo, en el que casi no existen los fondos y en el que los personajes se esfuerzan por no mostrar ninguna emoción y conservar siempre la misma cara de nada. Ese dibujo de la portada, con Rat y Pig en pleno estallido de expresión corporal y facial, en la tira no existe jamás. En las historietas de Pastis, los personajes apenas se mueven y a lo sumo levantan una ceja o cierran los ojos. Las planchas dominicales están coloreadas con el photoshop de modo muy básico, con los efectos mínimos e indispensables. Como Pastis no quiere o no puede lucirse con el dibujo, el color se ajusta a esos mismos parámetros de “tratemos de pasar desapercibidos, así no nos putean”.
Entonces, ¿por qué se destaca Pearls Before Swine? Porque en ese contexto de chatura y pacatería en el que todas las tiras parecen escritas por oficinistas de saco y corbata que hace 45 años que tildan planillas y 35 que no la ponen, Pastis se va muy al carajo con los temas que toca y con el enfoque que les da. Perdida en la selva del humor políticamente correcto, Pearls... hace gala de un humor muy adulto, muy ácido, con un lenguaje muy audaz, chistes muy violentos, referencias a las drogas, al escabio y hasta al terrorismo islámico de Medio Oriente. Está claro que Pastis es fan de South Park y de ahí bebe una revulsiva mala leche que después vomita en sus tiras, para beneplácito de la hinchada.
Este libro se llama “Beginning Pearls” no porque tiene las primeras tiras, sino porque tiene tiras para principiantes, tiras especialmente elegidas para los más chicos. Son tiras muy, pero muy cómicas, con un humor casi siempre oscuro, pero sin nada demasiado zarpado. Hay absurdo, hay delirio, hay momentos de un humor meta-comiquero muy logrado (Rat lee las cartas que los lectores mandan a la tira) y hay millones de juegos de palabras algunos muy pavotes y todos sumamente ingeniosos. Y por encima de todo eso, hay una excelente química entre los personajes protagónicos, muy bien caracterizados por Pastis.
¿Suma algo que los personajes sean animales? Más o menos. Rat y Goat, por ejemplo, son seres humanos dibujados como animales. Apenas si alguna vez los vemos con corbata en vez de desnudos, pero piensan, actúan y viven como humanos normales. Pig, en cambio, consulta con su familia a ver si están todos bien antes de comer jamón o salchichas. O sea, se hace cargo un cachito y cada tanto de ser un chancho. Y en el extremo opuesto, Zebra está todo el tiempo pendiente de que no se lo morfen los cocodrilos (los personajes más desopilantes de la tira) o los leones, a los que no vemos nunca. Claramente, es el personaje más animal del elenco, aunque vive en una casa, lee, escribe, y a veces se viste.
Podría seguir, pero se me acaba el espacio. Banco mucho a Pearls Before Swine y voy por los libros que recopilan las tiras “para grandes”. Aguante el humor sin barreras.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí me gusta lo de Joan Cornellà. Jason tampoco se luce con "lo expresivo". Puede entenderse como carencia, y está muy bien. Aunque creo que quizá esa reticencia gestual entraña algún poder. Mientras el narrador no sea omnisciente y los pensamientos de los personajes no sean revelados por los austeros rostros de los mismos, es divertido repasar las viñetas y arrancar con sacacorchos lo que motiva a esos monitos o miriñaques a comportarse así. Pinta muy interesante esta cuestión.
Y ya que recordamos las manos del general, les dejo un temita que las menciona.
Saludos.

Anónimo dijo...

Andrés, leiste Llegar a los 30 de Ezequiel García? Qué tal?

Andres Accorsi dijo...

No, nunca lo leí.