Otra excelente edición yanki de un comic extranjero, en este caso “el integral” en tapa dura de Uzumaki, la obra definitiva, la que terminó de consagrar a Junji Ito como uno de los grandes maestros del manga de terror.
La consigna es bastante similar a la de Tomie (la vimos el 14 y el 25/02/11, con el nombre frutihortícola de “Museum of Terror”). En ambos casos, a Ito se le ocurre una idea muy loca y en vez de plantearla como novela gráfica, la desarrolla en forma de serie, en un montón de episodios autoconclusivos que giran siempre en torno a –más o menos- lo mismo y que a la larga se hacen parecidos entre sí. La gracia de Tomie era ver cómo cada uno de los 42 cachos en los que habían cortado el cadáver de esta jovencita asesinada se regeneraba y se convertía en una nueva Tomie, con justificada sed de venganza. En Uzumaki todo se centra en un pueblito costero llamado Kurouzo-cho, en el que se pone de manifiesto de modo cada vez más heavy la maldición de los espirales. Al autor se le ocurre que los espirales son una inagotable fuente de desgracias para esta pobre gente y así empieza a pergeñar historias truculentas, perturbadoras o sencillamente asquerosas, basadas en la presencia de algo tan sencillo, tan de todos los días, como los espirales.
Un diseño en un plato, el caparazón de un caracol, un remolino, una serpiente enroscada, un resorte, los rulos de una chica, los espirales para ahuyentar mosquitos, el propio vuelo de los mosquitos, por todas partes aparecen espirales y todos desencadenan tragedias sobrenaturales, al borde de la locura. Al principio, el único que se preocupa es Shuichi Sato, pero nadie le da mucha bola. Después, su novia, Kirie Goshima (la verdadera protagonista de la serie) terminará por creerle y juntos tratarán de resolver este ancestral misterio que afectará terriblemente las vidas de los pobladores de Kurouzo-cho.
En los primeros dos tercios de Uzumaki, Junji Ito arma episodios autoconclusivos, que casi pueden leerse en cualquier orden, todos con su final redondito, prolijo y generalmente muy impactante. Ya sobre el tercio final de la obra (las últimas... 215 páginas) la cosa cobra dimensiones tan gigantescas, tan zarpadas, que los episodios terminan más cerca del cliffhanger jodido que del final redondito. Toda esa última parte se lee mucho más como una novela que como una serie de historias autonclusivas. Y a pesar de que el verosímil se va a la mierda 20.000 veces, la trama es realmente atrapante y cuesta soltar el libro hasta el final.
Como en las obras de los principales referentes de Ito (Kazuo Umezu e Hideshi Hino) hay momentos en los que los efectos a los que recurre el autor para darnos miedo o asco son tan grotescos, tan pasados de rosca, que terminan por generar la risa. Y también como en las historias de estos maestros, varios de los episodios de Uzumaki le sirven a Ito para hablar de otras cosas, que tienen que ver con la vida cotidiana de los japoneses. La alienación, la competencia, la discriminación del distinto, el culto a la belleza, la desigualdad entre ricos y pobres... todo eso se ve en las calles de Kurouzo-cho y se cierne sobre los protagonistas con la misma sordidez que la maldición de los espirales.
El dibujo de Ito está muchísimo mejor que en Tomie. Si en aquel trabajo veíamos al ídolo luchar duro para “conquistar” una cierta solvencia dentro del estilo académico-realista, acá lo vemos muchísimo más afianzado en esa estética. Por momentos, Ito dibuja tan bien que parece Ryoichi Ikegami. O mejor, porque el entintado es mucho más personal, más oscuro, más expresivo, como si lo estuviera entintando Guido Crépax, ponele. Además tenemos un laburo minucioso y monumental en fondos, paisajes y criaturas bizarras, todo repleto de texturas y tramas mecánicas, y cuando se pone espeso el tema de los remolinos, entran en escena unas líneas cinéticas dibujadas con una fuerza y una originalidad increíbles.
Con Uzumaki te vas a divertir, te vas a sorprender, vas a gritar varias veces “¡No podéees!” y quizás hasta te asustes un toque. Lo que es seguro es que después de bajarte este masacote de casi 650 páginas, nunca vas a volver a ver con los mismos ojos un espiral. Otro manga distinto, fresco, intenso y audaz que no se entiende bien por qué carajo no se publica en nuestro país...
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10 comentarios:
La leí hace muy poquito. Con Ito yo soy poco objetivo, pero debe ser uno de los pocos autores a los que los banco aunque siempre, siempre, se le vaya el verosimil al carajo.
adhiero 100% a la reseña, este tipo es un capo... y dibuja unas chicas preciosas...
Es verdad lo que señalan respecto del verosímil, pero creo que Ito planta desde el vamos un clima enrarecido y envolvente que ya sabés (o sospechás) que en el pueblo se está cocinando algo heavy. En parte, eso le abre las puertas a unas escenas tan surrealistas, grotescas, alucinantes e ingeniosas que las terminás aceptando, y cuando te querés acordar, estás completamente sumergido en la locura de la espiral.
Creo que los fans del univero lovecraftniano van a disfrutar mucho de Uzumaki (sobretodo con ese final tan épico)
Una última: Andrés, duele mucho esta edición? estaría tenerla en un solo tomo.
Saludos
Coincido totalmente con la referencia a Lovecraft. Es lo mas parecido a una novela del autor de Providence que podes encontrar. La excepción puede ser la creación de los bolsicartones pero incluso esta esta mas conseguida
Yo lo lei en el verano y no creo que la verosimilitud se vaya al carajo. O si pero la estructura (las historias autoconclusivas cada vez mas bizarras y más públicas) va construyendo un trampolin al carajo que justifica la última parte. O sea se va a la mierda y vuelve mas veces que Victor Suerio pero no resulta violatoria de una lógica interna que se plantea de entrada y se respeta a rajatabla.
O sea alto manga, poyo
Hay algo de Ito editado en castellano sin que tenga que entregar a mi vieja como parte de compra?
¿Por qué los japoneses dibujan a la gente con rasgos no orientales?
¿Mercado o negación?
abrazo
Es uno de los grandes misterios de la vida, a mí me gustaría saber si existen dibujantes japoneses que dibujen, valga la redundancia, con estilo realista, o académico.
estos dos comentarios se basan en un conocimiento escaso o superficial. Dibujantes japoneses realistas sobran, el mismo Junji Ito es un dibujate realista, Maruo,Inoue,Samura, taniguchi,etc.No todo es One Piece o Yugi Oh. Hay dibujantes de muchos tipos.
Lo de los rasgos no orientales es una distorsión de la percepción, y/o ilusión óptica, aumentada por el prejuicio de que todos los orientales tienen ojos rasgados. Al igual que los occidentales, los japoneses prefieren dibujar gente atractiva según sus estándares de belleza,por que es mas comercial. En el norte de Japon la raza tiene ojos almendrados como los occidentales así como los dibuja Junji Ito, y a ellos les gustan más. Otra cosa es el estilo de ojos gigantes, que es una adaptación del estilo de los dibujos animados gringos, que influenció a los artistas japoneses después de la 2 guerra mundial, partiendo por Tezuka. Este estilo fue el dominate por algunos años, pero pronto derivó en propuestas mas personales. Hoy en día no se puede hablar de un unico estilo de dibujo japones.
el anterior comentario tiene razón, pero parece escrito por el gordo comiquero de los simpsons
Mucha gente se interroga por qué Milton Manara dibuja siempre minas sin nariz (sólo con dos modestas fosas nasales). Lo mismo le recriminaban al dibujo de Divito, respecto de muchos "churros" (anacrónicamente hablando) de "El otro Yo del Dr Merengue". Eran minas voluptuosas, hay que decirlo, pero desprovistas de nariz. ¿Es que en Occidente las mujeres lindas... eh... ¿negación o mercado? ¿o merca?
"Very difficult", diría el apache.
Interrogado sobre esta cuestión, el propio apache ha sostenido que nadie en Argentina se quejó de los labios de churrasco de las aclamadas "minas de Altuna", al parecer, precursoras de Angelina Jolie. La influencia del maestro se rastrea hasta nuestros días, en la genial obra de esta autora indie de San Miguel.
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