Ultimo de los tres libritos que editó Salamanca a mediados del año pasado, y de nuevo, tengo que cuestionar la decisión de armar un libro de 68 páginas con sólo 48 páginas de historieta. Para la próxima, mi consejo es publicar un sólo libro, más voluminoso, con todas las historietas juntas y la menor cantidad posible de páginas dedicadas a carátulas, biografías, índice de historias, etc.
En cuanto a las historietas, este libro ofrece tres relatos protagonizados por Ceferino Robles, el Rastreador, ambientados a mediados del Siglo XIX, en una Argentina todavía semi-salvaje, repleta de confines a los que la civilización había llegado muy hasta por ahí nomás. Valentín Lerena elige hacer con el Rastreador algo que no hace con el Malevo que es introducir elementos fantásticos, por lo menos en la primera de las tres historias. Y no queda mal, es una buena forma de ampliar el espectro de lo que se puede contar con este personaje que, a priori, pareciera el menos atractivo de los tres.
A diferencia de los dos tomos anteriores, Proezas del Rastreador no tiene una historieta excelente, un guión de esos que decías “la puta que lo parió, qué bien escrito que está esto”. Las tres historias tienen sus méritos, pero ninguna roza la genialidad. La primera es intensa, tiene bastante sorpresa, pero está planteada en términos muy maniqueos y desde la segunda página sabés quién va a ser el verdadero villano. Como decía recién, el elemento fantástico está muy bien integrado a la trama. La segunda (la más breve, con 12 páginas) es ingeniosa y maneja buenos recursos para narrar un mismo hecho desde distintas perspectivas. Quizás sea la mejor de las tres.
Y la tercera es muy predecible, aborda un tema que ya dio origen a demasiadas historietas: la minita que rechaza al poderoso para irse con el tipo copado y termina asesinada por el poderoso, que además de poderoso (y cornudo) es muy garca. Hay que dejar de usar ese argumento por lo menos cinco años. Por suerte, Lerena adorna este argumento trillado con un vuelo poético muy interesante y con muchas escenas que propician el lucimiento del dibujante para que no se haga aburrida, aunque –si leíste bastantes historietas de Skorpio o Columba- en todo momento sabés lo que va a pasar.
Por suerte Roberto Fontana aprovecha esas oportunidades de lucimiento y urde unos climas muy atractivos, con ese estilo expresionista que coquetea con el realismo académico para luego traicionarlo sistemáticamente. Me encantaría analizar estas historietas cuadro por cuadro con Fontana, para que él mismo me blanquee cuando y por qué decide romper con la estética realista y mandarse esas anatomías raras, esas cabezas más grotescas, casi sin cuellos, que contrastan con algunas imágenes (de animales, de edificios, pero también de personas) que se ajustan mucho y muy bien al dibujo académico. Lo más interesante, me parece, está en el entintado, en las técnicas que despliega Fontana a la hora de equilibrar blancos y negros en la página. Ahí es donde más se luce, por lo menos para mi gusto.
En el contexto de la historieta argentina actual, lo que vienen haciendo Lerena y Fontana con estos personajes es bastante extraño. Sin embargo, no es tan distinto a lo que fuera mainstream hace 40 años. Que hoy Salamanca sea un proyecto autogestivo y chiquito, y que sus autores casi seguro vivan de otra cosa y generen estas historietas en los ratos libres, es un testimonio más que elocuente de lo mucho que cambiaron el mercado, la industria y el público de los ´70 para acá. Y de lo amplio, inclusivo y diverso que es el panorama actual, donde evidentemente hay cabida para historietas como estas, que comparadas con lo que se suele ver en la Fierro, la Términus o los blogs más populares, parecen hechas por marcianos exiliados en una luna de Saturno, daltónicos, esquizofrénicos, sodomitas e hinchas de Crucero del Norte.
lunes, 9 de febrero de 2015
09/ 02: SALAMANCA: PROEZAS DEL RASTREADOR
Etiquetas:
Argentina,
Roberto Fontana,
Salamanca,
Valentín Lerena
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario