Vuelvo al manga, después de unas cuantas semanas de abstinencia, y vuelvo con el mejor manga que se está publicando actualmente en Argentina.
Este es un tomo importantísimo en la obra de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata, porque acá los chicos protagonistas se ven obligados a replantearse un montón de cosas, entre ellas el rumbo que van a elegir para continuar con sus carreras como mangakas. Es un tomo que avanza lento, muy hablado, muy pensado, pero en el que finalmente pasan unas cuantas cosas importantes para Mashiro, para Takagi y para el Shonen Jump en general. Ohba nos muestra una radiografía cada vez completa, más osada del backstage del popular semanario japonés, se anima a poner al descubierto detalles, milimétricamente diseccionados, de prácticas, roscas y hasta manías y perversiones de los coordinadores que trabajan en la publicación y que muchas veces resultan determinantes en el éxito de un manga o incluso en la carrera de un autor.
Tan importante es en este tramo el rol de los coordinadores que durante un extenso pasaje del tomo Ohba propone a Goro Miura como “el villano a vencer” y tensa a niveles casi épicos las opiniones y estrategias cruzadas entre el coordinador y los jóvenes protagonistas. Por supuesto, ganará la cordura, y sobre todo el esfuerzo, la pasión de Mashiro y Takagi por esta profesión a la que más que abrazarse, se aferran. Una vez más, vamos a ver a los chicos dejar el alma para salir adelante, para lograr afianzarse en el competitivo mercado del shonen sin renunciar a su pulsión creativa, a lo que realmente tienen ganas de hacer.
En paralelo al rol de los coordinadores, Ohba reserva también muy buenas secuencias a otros jóvenes mangakas que debutaron en la Jump más o menos al mismo tiempo que Mashiro y Takagi. A veces les dedica apenas una viñeta a cada uno, como para decir “no me olvido que todos estos personajes siguen siendo parte del elenco”, y cuando puede, habilita escenas en las que se lucen muchísimo, especialmente el excéntrico e hiperkinético Eiji Niizuma y Koh Aoki, la chica intelectual, retraída y misteriosa, que para el tramo final del tomo cobra bastante protagonismo. La que esta vez come banco de suplentes a lo pavote es Azuki, la “novia” de Mashiro, que sólo figura a través de un par de mensajes de texto. Es el personaje que menos me interesa de toda la serie, así que todo bien.
Lo único que me resultó ilegible son las viñetas en las que Obata dibuja los bocetos de Takagi, en un estilo intencionalmente precario. El resto, si bien tiene muchísimo texto, es un verdadero deleite visual, mérito de un Obata que sabe perfectamente cuándo desentenderse del realismo fotográfico para acentuar las expresiones de los personajes, y cuando eliminar los fondos.
Terminado el primer tercio de la serie, Bakuman no decae en lo más mínimo, sino que el entusiasmo sube tomo a tomo. Dibujo maravilloso, guiones increíbles, personajes muy bien delineados, diálogos muy graciosos (por lo menos en la traducción argenta, obra de Nathalia Ferreyra) y ese gancho irresistible, que es el de conocer por dentro los entretelones de la producción de los mangas más populares. Un lujo que esto se esté editando en nuestro país.
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2 comentarios:
Cada vez mejor este manga ! Ojalá Ivrea lo publique más seguido.
Hola, hace menos de un mes termine los 20 tomos, el numero uno me lo compre en japon en febrero 2014, esta bueno recorrer tokio y luego leer un manga de este estilo, reconoces los edificios... la historia completa esta muy buena y la recomiendo y como Andres dice, te pinta la historia de 2 mangakas que aspiran al exito rotundo y te muestra los altos y bajos de una carrera que es muy competitiva en Japon.
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