Desde la primera viñeta hasta la última, este no es un álbum de Blacksad, sino de Chad, el león novelista. Con él empieza la historia, con él termina, e incluso la imagen de la contratapa nos lo muestra sólo a él. Esta vez, el talento de Juan Díaz Canales consistió en escribir un guión en el que John Blacksad fuera un personaje secundario, pero de modo no tan obvio, como para que el lector desprevenido no lo note demasiado.
Y sí, le salió muy bien. Hay una sóla casualidad medio forzada, que es la forma en que Blacksad consigue el cadillac para salir de New Orleans. Después, la historia del detective y la del escritor se entrelazan en forma muy armónica, en un guión trepidante que ofrece vueltas de tuerca impredecibles incluso cuando faltan apenas dos páginas para el final. No te digo que sin Blacksad la trama se podía desarrollar de la misma manera, porque sería una exageración grosera. Pero me queda claro que la historia principal, la que más le interesa contar a Díaz Canales, es la del atormentado Chad; esa novela que por una cosa u otra nunca termina, esa pulsión aventurera que lo lleva a meterse en un brete atrás de otro y que termina por convertirse en el verdadero motor de esta historia.
En el medio, atravesando tanto el periplo de Blacksad como el de Chad, hay otros dos personajes muy interesantes, muy bien trabajados por Díaz Canales: el carismático chanta Neal Beato y la enigmática y bella Luanne. Como en toda road movie, esta acumula personajes circunstanciales que se cruzan con los protagonistas en distintos puntos de sus respectivos viajes. Algunos amagan a ser villanos importantes y se quedan ahí, otros crecen en estos roles antagónicos y finalmente el principal enemigo a vencer (además de la fatalidad, eterna compañera de ruta de nuestro felino favorito) termina por ser un personaje al que ya nos cruzamos en un tomo anterior, que es algo que no sé si hacía falta.
El resultado es una lectura realmente apasionante, muy entretenida, quizás menos visceral, menos violenta, menos hot que las entregas anteriores, pero no por eso menos lograda. Como siempre, Díaz Canales propone diálogos muy afilados y le saca un jugo inmejorable a la decisión de ambientar las historias en los EEUU de los años ´50. Así que si venís enganchado con Blacksad, lo más probable es que sientas que la larga espera entre el tomo anterior y este valió mucho la pena y pongas a Amarillo entre las mejores aventuras de la saga.
Y claro, también habrá fans de Blacksad que ni se molestan en leer los guiones, porque se compran los libros para alucinar con los dibujos (¿qué digo “dibujos”? ¡Recontra-dibujazos!) de Juanjo Guarnido, el creador de la ya muy imitada estética de esta serie. No sé si este es el mejor trabajo de Guarnido. En una de esas, no. Pero está intacta la jerarquía, la decisión de crear un mundo asombroso y a la vez muy real, de maravillarnos con cada fondo, cada expresión facial, cada diseño de cada personaje. Esto último me parece lo más notable. Me fascina ver cómo los personajes de Guarnido ganan cada vez más expresividad, cómo en una escena se los ve perfectamente adecuados a una situación de comedia y en la siguiente resuelven con éxito situaciones tremendamente dramáticas. Todo eso sirve para resaltar la gran versatilidad de este artista, que además no falla nunca a la hora de poner su exquisitas imágenes al servicio del relato.
A esta altura, Blacksad está como más allá de la crítica. Ya cualquiera puede salir a decir cualquier cosa sobre esta serie y nada va a ser suficiente para quitarle o mancharle la chapa de Clásico Contemporáneo. Estos son libros que hay que comprar el día que los ves, sin dudar, sin preguntar si están buenos, si continúan, si son caros o baratos. Díaz Canales y Guarnido lograron darle al comic europeo actual un nuevo (y esperemos que longevo) ícono, pensado para convocar a un público muy amplio, muy diverso, pero sin resignar calidad ni complejidad, sin bajarse nunca los pantalones ni apelar al mínimo denominador común. “And for that, we thank you”, diría Daniel Tosh, el genio del Mal.
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4 comentarios:
Buenas, consulta fuera de contexto. Me preguntaba, vos que conoces el mercado me podrás dar una idea, si sería inviable económicamente, o un rotundo fracaso la publicación local de algún material "interesante", es decir, Vertigo, algo como lo que reseñas hoy. Ejemplo, la colección de Marvel de Salvat (de lo mas interesante y respetuoso del lector en calidad precio me parece) si en lugar de Marvel publicara, por ejemplo, Astro City, o Hellblazer ¿sería un fracaso? ¿hay público para eso?. Veía en la costa la cantidad de libritos de saldos de Batman y Superman de los 40 que publicó Clarin o las Star Wars de La Nación, etapas horrendas que pianta lectores jovenes, me parecieron un desperdicio lamentable ¿ puede ser que eso venda mas que por ejemplo publicar Bone? No se, no veo que nadie se anime, salvo alguna cosa por ahi . Ivrea publica mucho manga que calculo pagará derechos en verdes y los sigue sacando...
siempre leo elogios de este nivel con esta serie... será cuestión de no mirar el precio y comprarse uno...
Muy complicado lo que me preguntás, Fede... Estaría bueno plantearlo en alguna charla con público, como la que voy a dar este domingo a las 14 hs. en el Espacio Cultural Julián Centeya...
La historia está llena de referencias a la novela "On the Road" de Jack Kerouak y al mundo Beatnik en general, partiendo desde la fonética de los nombres de los personajes hasta sus mismos aspectos (ese flamenco ES William Burroughs), en ese contexto se entiende el "prestamo" del cadillac a Blacksad, en la novela es aún menos justificado, lo que lleva a pensar que en los USA de los años 50 era común prestarle el auto a un desconocido. Saludos Andres
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