Volvió la alegría. No lo digo por mí ni por las reseñas, sino por Bakuman, el manga de la frescura, la vitalidad, los sueños, los ideales, la pasión, el amor. El manga que tenés que amar si alguna vez amaste al manga (o al comic, o a como lo quieras llamar).
Siempre digo que mi único “pero” para con esta obra es que se extiende a lo largo de 20 tomos, lo cual a priori parece una bestialidad. Sin embargo, una vez que estás adentro, son tantas las variantes que encuentran Tsugumi Ohba y Takeshi Obata para mantenerte entretenido y enganchado con las tramas, que no importa nada. No se te pasa por cabeza que eso con lo que te estás divirtiendo a lo pavote quizás sea un relleno, una anécdota muy menor en el contexto global de la serie. Estos turros hacen que vos vivas cada una de esas pequeñas cosas con total intensidad, involucrado hasta la manija, de un modo muy similar a como lo viven Takagi y Mashiro, los jóvenes protagonistas. Ese debe ser el principal logro de los muchos que hacen tan ganchero y apasionante a Bakuman.
En este tomo, el guión de Ohba apela a un recurso hasta ahora poco explorado, con el que empieza a tomar coherencia la decisión (a veces un poco extrema) de poner el protagonismo en manos de pibes tan jovencitos: un malentendido da pie a una crisis en una de las parejitas de novios (novios muy raros, porque da la sensación de que se franelean muy poco, y de coger ni hablar) y a su vez genera secuelas que afectan a la otra. O sea que tanto Takagi como Mashiro tienen que lidiar, por un lado, con los ya clásicos bolonkis de los editores, las reuniones de serialización y los pormenores del laburo de mangakas, y por el otro con sus respectivas chicas, con las que tendrán que remar duro y parejo para que sus vínculos afectivos no se terminen de ir al descenso.
En medio de esta vorágine de sentimientos y hormonas fuera de control, gana muchísima importancia en la trama Koh Aoki, la chica mangaka que viene dando sus primeros pasos en la Shonen Jump en paralelo a los Ashirogi, y que por ahora siempre había estado medio al margen de los conflictos centrales. Esta vez el guión nos invita a meternos de lleno en sus sentimientos, en su piel y hasta la vemos hacer algo que hasta ahora no había hecho ningún personaje en Bakuman: reventarle la cara a otro de un sopapo formidable, en la que probablemente sea la mejor escena de un tomo repleto de grandes momentos.
Como ya es costumbre, los diálogos (muy bien argentinizados por Nathalia Ferreyra) reflejan perfectamente las edades, los sentimientos y la onda de este gigantesco elenco, y constituyen un elemento sumamente atractivo, que compensa con creces la falta de acción y la sobreabundancia de talking heads. En paralelo a todo ese plus maravilloso que tira Ohba en los diálogos, Obata se juega cada vez más a un dibujo menos pendiente de la representación y más en sincro con esto de las emociones y las sensaciones. Así, personajes y hasta tipografías se deforman para subrayar momentos claves, en los que las expresiones faciales y corporales se amplifican, le ganan al realismo y nos muestran a un dibujante capaz de correrse de su propio andamiaje estético para ofrecernos un magnífico “algo más”.
Si bien las carreras de los jóvenes mangakas tienen sus altas y sus bajas, Bakuman sigue muy, muy arriba, cada vez más difícil de bajar. Por suerte ya salió el Vol.9, así que hasta hay chances de que lo lea antes de que se publique el Vol.10. Obviamente, quiero más.
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2 comentarios:
Empecé a leer esto porque lo nombraron en un podcast de la comiqueando y me resultó muy interesante. Me compré los primeros dos y me pusieron como loco. Una serie muy divertida y altamente recomendable, ya terminé el 6 y no veo el momento de cobrar así sigo con el vicio. Le quería entrar a Evangelion y Death Note, ¿algun comentario sobre ambos?
En el blog hubo reseñas de los 12 tomos de Death Note.
Evangelion... nunca lo leí hasta el final. Colgué por el medio.
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