Acá me avisan los amigos Federico Reggiani y Angel Mosquito que la vida tal como la conocemos se termina este año, que este año un virus letal transmitido a través de la sangre de las vacas va a convertir a la mayoría de nosotros en zombies tristes y al resto en sobrevivientes. ¿Será posible? Estamos en Argentina, no se puede descartar nada, por descabellado que parezca.
Lo mejor que tiene Tristeza, a la que me apresuro a definir como un clásico instantáneo de la historieta argentina, es que elige mostrarnos poco, casi nada, de este apocalipsis zombie nacional y popular. Hay flashbacks a 2015, es cierto, pero no muchos y están todos concentrados en la primera mitad de la obra. El foco está puesto en 2020, en este mundo que ya se acostumbró a no tener casi nada de lo que tenemos hoy. Y estoy exagerando groseramente cuando digo “en el mundo”. En rigor de verdad, Reggiani pone el foco en un grupito de nueve o diez sobrevivientes, agrupados en torno a una granja en Villa Astolfi, en lo que alguna vez fuera el conurbano bonaerense.
Las dos partes en que se divide Tristeza están bien marcadas. En la primera, Reggiani arma una estructura de episodios unitarios que se empieza a relajar con el paso de las páginas para dar lugar a un hilo argumental (el de los pibes que bailan) en torno al cual se va a articular (con perdón de la palabra) una saga más compleja, con una curva dramática en la que no hay cabida para un cierre cada ocho páginas. Esta primera parte habla de la esperanza, del seguir intentando, de que cuando todo parece perdido, también se puede. Ernesto, Susana y su clan no se rinden, no se corrompen, no se resignan. Si tienen que volver a empezar, y bueno, así será. Pero se aferran a la vida y sobre todo a los vínculos solidarios, que es lo que los hizo sobrevivir.
La segunda parte, en cambio, es una novela gráfica pura y dura, con mínimos intentos por parte del guionista de darle un final a cada entrega de ocho páginas. Este es el Lado B, el de la desazón, el del pesimismo. Reggiani nos dice claramente que, mientras haya una congregación de seres humanos, los vicios de nuestra sociedad se van a reproducir: los abusos de poder, los conflictos generados por las creencias religiosas, las desviaciones sexuales, la rosca política, la imposición de la voluntad de unos pocos por sobre las mayorías y –como lógica consecuencia, como única respuesta- la violencia. Finalmente, el guionista contrapondrá la integridad de algunos con la ambición de otros, pero de un modo no dogmático, sin explicar quiénes son “malos” y quiénes “buenos”. Todo lo que sucede, cada decisión que toman los protagonistas en esta segunda parte, se puede analizar y debatir en profundidad antes de decretar quién tiene razón y quién no. Me da la sensación de que el propio Reggiani cree que todos tienen su cuota de razón.
Releo lo que acabo de escribir y transmite la impresión de que Tristeza es una obra crepuscular, bajonera, solemne, depresiva. Las pelotas: es una obra repleta de situaciones y diálogos sumamente distendidos, con chistes, con guarangadas, con boludeces de la vida cotidiana, con momentos francamente humorísticos muy bien logrados por Reggiani y Mosquito. Ese costado más risueño le da a Tristeza una identidad muy propia, muy distinta al resto de las historietas de post-holocausto y además muy argenta. Por supuesto hay momentos tremendos, de una crueldad atroz, pero esas irrupciones del humor hacen todo más soportable, más real y más atractivo.
El dibujo de Mosquito está tan sólido como en sus últimos trabajos, siempre con esa facilidad para el grotesco suburbano y esa habilidad para que nunca nos aburramos, incluso cuando se suceden unas tras otras páginas en las que sólo vemos gente hablando. El cambio más notable respecto de La Calambre o Vitamina Potencia es que acá Mosquito dibuja sabiendo que sus dibujos se van a colorear, con lo cual baja un montón de cambios a la hora de meter texturas y efectos de iluminación en el momento del entintado. El resultado se parece más a El Granjero de Jesú, o a las tiras cómicas que hace Mosquito para Tiempo Argentino, con un trazo más limpito, muy bien complementado con el color.
Ya desde la consigna, Tristeza es una historieta sumamente ganchera, atípica en un montón de aspectos, clásica en otras. Un verdadero deleite para cualquiera que quiera leer un post-apocalipsis original, inteligente, poblado de situaciones, personajes y diálogos muy bien pensados, y encima, muy bien dibujados. Hace mucho que no leo la Fierro, pero quiero creer que Mosquito y Reggiani siguen ahí, gestando nuevas obras para después editarlas en libros tan buenos como este (y como Vitamina Potencia), y que no deben faltar en nuestras bibliotecas.
martes, 21 de abril de 2015
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8 comentarios:
Banco mucho a Reggiani y Mosquito, mas allá de la calidad puntual de una obra en particular: Creo que están creando una crónica de un espacio y un tiempo (el conurbano de los últimos 20 años) que trasciende el género y a la vez constituye una historieta totalmente argentina.
Cuando dentro de unos años, cuando querramos entender la historieta argentina de este período, mucho de lo que hacen va a ser lectura obligatoria
Ademas si un tipo se dedica a la historieta y encima es de un club loser como Deportivo Moron hay que bancarlo el doble.
Los dos son de clubes loser, Súcubo. Reggiani es hincha de Gimnasia,club loser si los hay.
Si pero yo soy de Estudiantes y da lastima gastar al hermanito especial
¡Salir campeón sale cualquiera! Lo difícil es bancarse la derrota. Y adivinen quién tiene más posibilidades de sobrevivir al apocalipsis...
Las cucarachas y el Gato Sessa?
Tremendo libro. De lo mejor que he leído producido en Argentina recientemente.
Le tengo muchas ganas a esta obra! justo el otro día iba a comprar un ejemplar en el Encuentro de la Palabra, pero me bajoneó que tenía al menos una página muy mal impresa.
Me pasó con Colder también, fui con todas las ganas pero noté un fuera de registro en la edición que no me convenció.
Comento esto no para tirarle mierda a las editoriales independientes, sino todo lo contrario. Yo apuesto a las ediciones nacionales y banco los títulos que están publicando.
Lo planteo justamente como lector/consumidor, porque invierto parte de mi sueldo. Y si pongo la guita espero un producto que esté a la altura de lo que estoy pagando. Lo digo desde la frustración porque en esos momentos pienso ¿tengo que pagar igual y bancarme estos defectos? hacer la vista gorda porque es una edición nacional?
Mientras leía la edición de LocoRabia de Thomas Ott, por ejemplo, se empezaron a desprender las páginas, problemas de la encuadernación. Sentí decepción y bronca en ese momento.
Pero bueno, la tiro como un dilema que me suele asaltar a la hora de comprar. Sé que son publicaciones hechas a pulmón, pero también espero que por respeto al lector y también a los autores, estas cosas se vayan corrigiendo. Si nadie dice nada parecería que no importa y todo da lo mismo...
Perdón por la extensión del mensaje! salute
MNorón está sexto de una tabla de 22, tampocoes taan loser. De la B Metro, pero eso es un detalle.
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