Este libro es fruto de dos decisiones desacertadas: la primera es publicar un librito, con lomo y portadas de cartulina, que adentro trae 36 páginas. Sí, en serio. 36 páginas, de las cuales sólo 32 son de historieta. ¿Vos creías que las historietas de 32 páginas no se podían publicar en libro? Bueno, se puede.
La Gran Nevada es una historieta corta (repito, 32 páginas) que apareció en una antología junto a varias más, impresa a todo color. En la edición original italiana. Para esta edición se decidió pasarla a grises y publicarla en blanco y negro, con resultados no calamitosos, pero que dejan muchísimo que desear.
¿Cuál es el atractivo de La Gran Nevada? ¿Con qué espejitos de colores logró obnubilar la razón del sello chileno Acción Comics como para que se lanzara a tomar estas decisiones tan discutibles? Y, la verdad es que atractivos no le faltan: se trata de una aventura de Dylan Dog que está pensada como un homenaje a El Eternauta, y encima dibujada con muchísimas pilas por Enrique Breccia.
El guión de Luiggi Mignacco está muy bien, es una reformulación de la primera aventura de El Eternauta, pero ambientada en Londres en 2012 y obviamente contada en muchas menos páginas. Claro, como uno ya sabe lo que va a pasar, hay poca sorpresa. Sin embargo, en las dos páginas finales, Mignacco ensaya un final para el asombro y le sale muy bien. Ahí, cuando tiene que revelar qué fue exactamente lo que sucedió, a quién y cuándo, es donde va más allá del mero homenaje al clásico de Héctor Oesterheld y Solano López y pone los huevos que hay que poner.
Lo más flojo son los diálogos. Yo, que nunca fui fan de Dylan Dog, recuerdo haber leído algunos episodios en castellano e italiano pero no recuerdo haberme aburrido tanto, ni haber estado tan cerca de llamar a Lagomarsino para que me trajera un chumbo la vigésimoquinta vez que el protagonista exclamaba “¡Judas Bailarín!”. No quiero tirarle todo el fardo al traductor chileno, pero ma-mita, qué denso se hace leer diálogos tan sosos, tan acartonados.
El trabajo de Enrique Breccia está muy, muy logrado. Se nota el esfuerzo, las ganas. Los fondos están cuidadísimos, no hay tiradas a chanta a la hora de mostrar la acción y la machaca, los bichos y monstruos están alucinantes, la chica que coprotagoniza la historia muestra un amplio registro de expresiones faciales… No puedo hablar de climas, porque el paso a blanco, negro y grises se llevó cualquier intento de Breccia por contar o transmitir algo desde el color. De todos modos me encanta ver a Enrique a este nivel, muy cercano a las maravillas que le brindó a los franceses que siguieron las aventuras de Les Sentinelles.
En el tomo de Dylan Dog donde apareció originalmente esta historieta (el Color Fest de 2012) había también colaboraciones de los maestros Lito Fernández, Alfonso Font y José Ortiz. Si tenés la posibilidad de conseguirlo, tirate de cabeza. Es en italiano, pero los cuatro son dibujantes del mega-carajo y las historietas están a todo color. Y no te comés el garrón de comprarte un libro para leer 32 páginas de historieta, que es un disparate por más que veneremos a Enrique como el monstruo sacrosanto que es, labure para el mercado para el que labure.
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7 comentarios:
La portada es del Churrique? No parece de él
No, la portada es de Javier Bahamonde. Dibujante chileno, supongo.
Se consigue, en bs as? alguna recomendación ?
Saludos!
No, no se distribuyó fuera de Chile.
La recomendación es que se lo encargues a alguien que viaje.
Huy... Gracias Andres !
Huy... Gracias Andres !
Huy... Gracias Andres !
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