Ah, bueno! Esta serie venía muy, muy bien, pero ahora se puso gloriosa. Este tomo es una cátedra de cómo se escribe un comic de suspenso, con acción, runflas siniestras, traiciones, romances y choreos a gran escala. Sobre un argumento que diseñó junto a Robert Kirkman y James Asmus (los co-guionistas de los tomos anteriores), Andy Diggle se lanza a escribir las aventuras de Conrad Paulson, alias Redmond, el mejor ladrón del mundo. Y lo hace con un arco argumental devastador, que tiene un sólo problema: no se entiende una goma si no leíste los tomos anteriores.
Hecha esa salvedad, Venice es una historia absolutamente cautivante, que te atrapa en la primera página y en la última te deja exhausto, con la mandíbula por el piso, y obviamente a las puteadas, porque no querés que se termine nunca y menos tener que esperar varios meses para leer la continuación. La trama está perfectamente hilvanada, todos los personajes importanes tienen su momento para lucirse, los diálogos están afiladísimos, se nota que Diggle investigó a fondo cómo se planifica y cómo se ejecuta un afano de la complejidad del que planea Conrad, el procedimiento del FBI es absolutamente verosímil, la reacción de los villanos ante la jugada de los protagonistas (que obviamente no son buenos, porque son chorros) es totalmente lógica… todas las piezas de este hipnótico rompecabezas encajan a la perfección, en una obra impecable, impregnada de un cinismo magistral y una exquisita mala leche.
Para el próximo tomo (que espero conseguir pronto), a Diggle le queda pendiente ampliar un poquito más el elenco, o en realidad darle más bola a un puñado de personajes a los que todavía no tuvo espacio para desarrollar, pero que pintan muy interesantes. Bien trabajados, ese grupito de secuaces de Conrad se pueden llegar a convertir en una versión 2.0 de The Losers, aquel equipo con el que Diggle jugó en la primera división de Vertigo, con un nivel de calidad muy, muy superior al de las ventas que obtuvo esa serie. De todos modos, en este tomo le da más profundidad a Conrad de la que le dieron sus antecesores en los dos primeros, así que por el lado del desarrollo de personajes tampoco lo podemos correr.
Al frente de la faz gráfica sigue el maestro Shawn Martinbrough, en su estilo más careta, menos expresionista y más realista, un poquito más para el lado de Sean Phillips. Como la idea es que este comic parezca una película, Martinbrough abusa un poco de las viñetas widescreen, pero cuando la narrativa requiere otra cosa, él aporta resoluciones distintas, que no fallan nunca. Los fondos están buenísimos y no se hacen desear nunca, las escenas de cabecitas que hablan (muchas) levantan vuelo gracias a una notable variedad de enfoques, y las escenas de tiros y kilombo (muy pocas) no caen nunca en la estridencia y el pochoclo. El trabajo de Felix Serrano en el color también está muy logrado, muy puesto al servicio de resaltar el dibujo de Martinbrough e incluso de que no se note tanto cuando el guionista recurre a la referencia fotográfica para las tomas panorámicas, que también son unas cuantas.
Como ya dije alguna vez, nunca leí ni The Walking Dead ni Invincible. Para mí, la joya en la corona de SkyBound es esta serie, esta Thief of Thieves que me robó el corazón a fuerza de conflictos verosímiles, tramas electrizantes y personajes creíbles, con un mix perfecto entre virtudes y defectos. En este tomo, la dupla Diggle- Martinbrough demostró tener todo lo necesario para convertirse en el equipo definitivo de la serie, e incluso para desterrar al olvido la inmensa sombra del gordo Kirkman, mil veces más amado por la hinchada que estos dos laburantes de la viñeta. Como dice la canción, quisiera que esto dure para siempre. Este tipo de series le hacen muy bien al comic, aunque sean un afano.
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