Esta serie venía bien y se pinchó acá, sobre el final. A todos nos sorprendió que Matt Fraction se bajara después de apenas 16 episodios, pero la verdad que hizo bien. Para escribir sin ganas, mejor dejarle el lugar a otro.
El tomo arranca bárbaro, con dos unitarios muy ingeniosos. En uno, Fraction nos propone revisitar el origen del Dr.Doom y arma una aventura muy loca en torno a eso, a presencias que de alguna manera “supervisan” la transformación de Victor Von Doom en el villano más temible del Universo Marvel. En el otro, los skrulls toman partido en la independencia de los EEUU y los Fantastic Four viajan a 1776 a evitar que la historia cambie para siempre. Son dos típicas historias de viajes en el tiempo, con ideas muy atractivas y conceptos locos de ciencia-ficción al estilo de lo que Fraction nos suele mostrar en Casanova.
Después viene un arquito de dos episodios en el que las ideas se empiezan a desdibujar. Fraction insiste con los conceptos de ci-fi, las paradojas, los seres pensados para desplazarse por el tiempo… pero falta un conflicto más sólido y sobra la machaca, que no aporta absolutamente nada. Y para el cierre, para los cuatro episodios finales, Fraction recluta como co-guionista a Karl Kesel, un verdadero especialista en Fantastic Four, para tratar de cerrar coherentemente las puntas que le quedaban abiertas. Bueno, no pudo ser. El tramo final se puebla de villanos grossos (¡Doom, Annihilus y Kang!), de héroes de realidades y tiempos alternativos y de batallas a todo o nada.
Más allá de la espectacularidad, la saga final no me convenció demasiado, sobre todo por la forma en que resuelve la mejor idea de las que Fraction arrastraba de los tomos anteriores: la enfermedad degenerativa que afectaba a los FF, que los atacaba y deterioraba a nivel celular. Por suerte hay otras ideas interesantes y muchos diálogos brillantes, muchas escenas grossas en lo que respecta al desarrollo y la definición de los personajes. Pero falta un poco más de fuerza, de prolijidad a la hora de contar, de esfuerzo para que todo se amalgame mejor y el final sea más orgánico, más satisfactorio.
Tampoco ayuda el hecho de que, tres capítulos antes del final, se vaya el dibujante titular y entre un suplente bastante menos idóneo, el italiano Raffaele Ienco. Que no es horrible, pobre flaco. Es una especie de Gene Ha sin pulir, al que si lo dejan puede llegar a convertirse en un excelente seguidor de la línea del ídolo. Por ahora, le falta un poco. Y el titular al que reemplaza es Mark Bagley, que viene de una vertiente gráfica totalmente distinta, mucho más cercana a la línea clásica, redondita y cuasi-amistosa de Alan Davis. De hecho, cuando trabaja con el mismo entintador que entintó los mejores trabajos de Davis (Mark Farmer), Bagley se aproxima mucho a la calidad del maestro británico. Cuando lo entinta Joe Rubinstein, en cambio, el dibujo de Bagley se luce mucho menos, muestra más sus limitaciones. De todos modos estamos hablando de un dibujante de mainstream superheroico siempre correcto, que maneja bien la narrativa, que entiende la espectacularidad que tiene que tener esta clase de relatos y al que, si no le pedís originalidad ni genialidades, no te va a defraudar.
Las 10 páginas finales son un epílogo que conecta con el final de FF (la otra serie que escribía Fraction), que voy a leer esta semana. Están dibujadas por el gran Joe Quiñones, que imita perfecto el estilo de Mike Allred, entintadas por el ídolo y coloreadas por su esposa. Es puro diálogo y ahí Fraction ya ni figura, pero lo que escribe Kesel me dejó cebadísimo para entrarle a ese último TPB con el que completo esta breve etapa de Fantastic Four. Después viene otra etapa breve (la de James Robinson, que no me llamó la atención como para comprarla) y después… no hay más. Un disparate.
sábado, 22 de agosto de 2015
22/ 08: FANTASTIC FOUR Vol.3
Etiquetas:
Fantastic Four,
Karl Kesel,
Mark Bagley,
Marvel,
Matt Fraction
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario