Y acá es donde Neil Gaiman se consagra, donde Sandman deja de ser “el hitazo de culto” y se convierte en esa lectura fundamental, en ese comic por el que los fans nos apuñalábamos unos a otros, que se terminaba de leer y se comentaba fervientemente con los amigos y conocidos que lo compraban, muchos años antes de que existieran las redes sociales.
Season of Mists es un pico altísimo, que llega a donde muy pocos comic books mensuales habían llegado en 1990-91. Acá hay literatura, mitología, poesía, comic de terror, de superhéroes, personajes y temas de la Biblia, romance, rosca política, drama familiar… Es increíble como con dos o tres movidas maestras Season of Mists te da vuelta el tablero. Leída con mala leche, en esta saga no suceden tantas cosas. Hechos realmente relevantes, habrá dos o tres. Sin embargo, con ese esqueleto, Gaiman se tira a una saga extensa a la que complementa de modo magnífico con diálogos, con desarrollo de personajes (especialmente del propio Morpheus), con la introducción de ideas y conceptos nuevos, y sobre todo con el sembradío de puntas argumentales.
Esto creo que es lo más notorio. Season of Mists se convirtió por mérito propio en un manantial inagotable de ideas y líneas argumentales en las que abrevarían durante muchísimos años no sólo el propio Gaiman, sino todos los autores que jugaron con el “Universo Sandman” en miniseries, especiales y series regulares como The Dreaming y Lucifer. Pocas veces se vio algo así, una “saga madre” tan generosa a la hora de gestar y alimentar secuelas.
Y fijate cómo me cuidé de no usar nunca la palabra “epopeya”. Neil Gaiman nos hace comer varias veces el amague de que “acá se pudre todo y estalla la hiper-machaca entre seres de poder infinito” y sin embargo la hiper-machaca no llega nunca. La acción es mínima y está desenfatizada. Acá están las pruebas que hacían falta para convencerse de que Sandman no era “ese tipo de comic” sino una cosa distinta, muy difícil de meter en la misma bolsa con las otras series que publicaba DC.
Hablando de DC, los vínculos con el DCU siguen ahí. No sé si el cambio de régimen en el Infierno (del Triunvirato al reinado “solista” de Lucifer) se desarrolló en otra serie, o si Gaiman le pegó un sacudón subrepticio al status quo para que este le resultara más funcional a su historia. Pero mientras te preguntás eso, el ídolo te tira referencias a la Justice Society y te hace aparecer a los Lords of Order y Chaos para el delirio de la hinchada.
En materia de dibujantes, Mike Dringenberg se despide de la serie con el prólogo y el epílogo de esta saga. Te diría que el prólogo fue su mejor trabajo en Sandman si no fuera porque la cara de Delirium está invariablemente mal dibujada en todas las viñetas en las que aparece. El resto, muy bien. Y en el epílogo tiene la mala suerte de que lo entinte George Pratt, que es un monstruo, pero que no era ni en pedo un entintador compatible con el estilo de Dringenberg. En el medio de la saga hay un unitario medio descolguetti, también lleno de ideas que se explorarán más adelante, dibujado por el glorioso Matt Wagner. Y todo el resto del tomo va a parar a las habilidosas manos de un Kelley Jones muy inspirado, que deja la vida en cada página. La combinación entre un guión pausado, protocolar, muy de obra de teatro, con un dibujo zarpado, potente, expresionista y siempre al filo del grotesco, funciona asombrosamente bien. Jones tampoco volverá a visitar los pagos del Rey Sueño, pero su paso por esta serie aún hoy está entre lo más destacado de su extensa carrera.
Como Néstor hace doce años y medio, Gaiman vino a proponernos un Sueño. Y en Season of Mists el sueño se hizo realidad: miles y miles de lectores (algunos con el gusto ya educado por Swamp Thing, Miracleman, o alguna otra gema ochentosa del Mago de Northampton) se volcaron con fervor a una serie única, irrepetible, cósmica en su alcance e íntima en su idiosincracia. Si Moore plantó las semillas de lo que más tarde sería Vertigo, acá es donde ese experimento empieza a florecer, a mostrar las verdaderas posibilidades de lo que en esa época se llamaba “dark fantasy” y de un comic de autor (más o menos) integrado al mainstream. Gloria eterna para Season of Mists.
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8 comentarios:
Ese final de lucifer mirando el atardecer hablandole a dios... No creo haber leido en tan pocos cuadros algo tan genial
"The sunsets are bloody marvelous. You old bastard"
Me encantó que no dieras un sólo detalle de qué va la historia... sólo elogiás su maravillosidad. Coincido en que acá la serie empieza a volverse perfecta, única y trascendente. Gaiman comienza a dar claras señales de que es un GENIO, al nivel de Moore o Morrison. Qué material, Dios mío...
A mí me encanta. Y eso que me pierdo la mayoría de las referencias al DCU (soy como mi mujer cuando se rio en Toy Story 2 en el momento en que Zurg le dice a Buzz "No, yo soy tu padre", a pesar de no captar la referencia por no saber nada de Star Wars).
No comparto el entusiasmo de Acorsi. Rescato mucho el episodio del niño muerto en la escuela inglesa y lo pongo al nivel de otros grandes episodios (semi) autoconclusivos encontrados en volúmenes anteriores (Calíope, 24 horas, los encuentros con el inmortal cada año, Sueño de una noche de Verano, La Convención de Asesinos) Pero la reunión de los Eternos convocada por Destino promete más de lo que cumple. La amenaza del enfrentamiento con Lucifer también promete más de lo que cumple, aunque no está mal la expectativa rota y la dimisión. En adelante el volumen, me parece, cambia de pretensión y en lugar de "prometer más de lo que cumple", "cumple sólo con aquello que prometió" sin otorgar valores agregados; en otras palabras, se torna predecible. Deidades comunicando al lector su interés por la llave, deidades acudiendo a Dream para solicitar llave, charlas protocolarias, reuniones de negociaciación-soborno-chantaje-amenaza, deliberaciones y decisión final supuestamente sorprendente. Es una estructura clásica, posiblemente heredada del mito y dado que Sandman es una serie muy entroncada en la(s) mitología(s) podría pensarse que es coherente y hasta obligatorio seguir este tipo de patrones. Pero justo eso es lo que no me acaba de encajar. ¿Anclarnos al mito nos condena a lo predecible? ¿Seguir de cerca las narrativas sólidas originarias constriñe nuestra capacidad de inventiva? Siento a Gaiman mucho más inventivo cuando se despega del guión de hierro que le dicta la mitología. Esperar a ver qué trae el, apriori, anómalo volumen 5.
PS: (para brunowayne): Nadie está al nivel de Moore.
Amigo Cortés: no hablo de niveles de obras, sino de genialidad. No es lo mismo Woody Allen que Francis Ford Coppola, por ejemplo, pero ambos son genios.
Lo que difiere no es la calidad, sino la subjetividad a la hora dr contar algo. Saludos!
Este tomo, con la presentación de los Endless, es el punto de inflexión definitivo de la serie, y concuerdo con vos Andrés, a partir de acá Sandman pasa a estar en el podio de las más grandes obras de la historia del noveno arte.
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