lunes, 16 de agosto de 2010
16/ 08: OMEGA 7
Motofumi Kobayashi es un mangaka que no se parece casi nada a los demás mangakas, en primer lugar porque sus influencias vienen claramente del comic europeo. En su estilo están muy presentes grandes maestros del dibujo realista como Hermann, Milo Manara, Francois Boucq, Horacio Altuna, Grzegorz Rosinski y Manfred Sommer. No es casualidad que haya sido el primer autor japonés contratado por la Marvel para crear una serie en el sello Epic (Psychonauts, con guión de Alan Grant). Dentro de esa estética, Kobayashi también tiene hallazgos propios, por supuesto, como la aplicación de grises con pincel y aguadas, un gran efecto que utiliza para darle más power a los fondos, y en especial a las explosiones.
Porque, claro, Kobayashi es un referente ineludible en materia de comic bélico. La inmensa mayoría de sus historias giran en torno a la Segunda Guerra Mundial, o a la guerra de Vietnam. Omega 7, en cambio, nos muestra a un comando secreto japonés (casi un Suicide Squad) que se mete de keruza en mini-guerras de principios de los ´90, en Camboya, en Sarajevo, el Líbano o Colombia, ya sea para rescatar rehenes, destruir arsenales, o arrasar con campos de entrenamiento al servicio del terrorismo internacional. Como en tantos buenos comics de guerra, acá los miembros del Comando Omega no odian al enemigo, sino que van, matan y hacen mierda todo simplemente porque alguien se los ordena. Los tres protagonistas (Komatsu, Hiroaka y Tanaka) son tipos normales que se vieron envueltos en notables kilombos de guita y deudas y el ejército japonés les brinda la chance de eliminar todas esas deudas a cambio de que se jueguen la vida en estas misiones. El único que es un verdadero hijo de puta, un garca feroz que desprecia a los enemigos y no tiene reparos en cometer ninguna atrocidad, es el superior de los Omega, el Comandante Sato, quien habitualmente se infiltra en los lugares de las misiones para recabar información. Sato maltrata y humilla a sus propios soldados, o sea que no hay que ser un genio para imaginarse qué les hace a los que luchan para el bando de enfrente. La escena en la que tortura a un camboyano es absolutamente escalofriante.
No es la única. Acá las bombas explotan de verdad y Kobayashi no tiene ningún drama en mostrarnos a gente que vuela por el aire desmembrada al pisar un mina, tipos a los que les cuelgan las tripas tras recibir el impacto de una granada, cabezas seccionadas y hasta una mina (una de los líderes del campo de entrenamiento terrorista libanés) que queda tendida en el suelo, sin un brazo, literalmente partida por la mitad, con los órganos desparramados por el piso, que con su último aliento le suplica a los “héroes” que la maten. Por supuesto ninguno desperdicia una mísera bala.
Kobayashi además documenta todo con enorme precisión. Estamos, sin dudas, ante un veradero fan de la guerra. Los tanques, los helicópteros, las armas, las minas y hasta el último elemento que compone el equipamiento de este comando de elite es descripto y explicado con lujo de detalles, al igual que muchas de las armas que manejan las facciones enemigas. Por supuesto, tanto canto a la guerra y a la violencia armada (incluso muchas veces ilegal, porque los Omega les disparan también a las tropas de la O.N.U.) es nefasto y deplorable, como cualquier incursión de cualquier célula armada en un país que no sea el propio. Pero esto está todo tan bien dibujado y tan bien contado, que durante buena parte de las cinco misiones que ofrece el tomo, te olvidás de lo jodido que es el planteo, y estás ahí, tenso como en una definición por penales, haciendo fuerza para que Komatsu y sus amigos lleguen más o menos enteros al fin de la misión.
Si además sos de esos fachos que se excitan cuando ven armas, milicos y apremios ilegales, Omega 7 te va a detonar el bocho, mal. Y además vas a encontrar a un nuevo ídolo en el Comandante Sato, prócer de la mala leche y la violación de los derechos humanos. Creo que lo único que me hace dudar de que Kobayashi sea también un fan del gatillo fácil y la tortura es que su caracterización de Sato está tan pasada de rosca, que parece querer presentarlo como un personaje grotesco, una caricatura deforme de algo que está intrínsecamente mal. Pero son dudas, nomás. Por ahí Kobayashi también es de los que se excitan con chumbos, misiles y granadas… lo cual no lo hace menos genial como historietista, obvio.
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1 comentario:
Definitivamente independiente al tipo de dibujo y la influencia geografica temás como este si la trama es adecuada y tiene giros interesante pueden hacer un buen Manga.. me gusto el post.. saludos!!
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