Hace un poco más de un año, el 14/09/12, me tocó leer una antología publicada por LARP en la que nos mostraban las historietas ganadoras de un concurso organizado por esa editorial. Ahí fuimos unos cuantos los que tomamos contacto con Salamanca, una historieta escrita por Valentín Lerena y dibujada por Roberto Fontana que -por estética y temática- se despegaba mucho de ese rejunte de pseudo-mangas que ocupaba casi todas las páginas de Ymir. Este año, LARP volvió a la carga con más Salamanca, en un libro de 100 páginas, de las que sólo 68 son de historieta y el resto se despilfarra en índices, prólogos y carátulas innecesarias. Sí, como lo leíste. 32 páginas de NADA, casi un tercio del libro completamente desaprovechado.
Tres de las breves historias del libro están centradas en Ceferino Robles, el Rastreador, el personaje al que conocimos en la antología. Es una especie de Alvar Mayor, pero que vive historias ambientadas alrededor de 1830-40 en las que invariablemente aparecen elementos sobrenaturales, a veces sutiles y a veces muy zarpados. No hay mucha indagación en la psiquis del personaje, Lerena no se propone contarnos por qué hace lo que hace, sino que todo está puesto en los argumentos y en los guiones, que se caracterizan por unos bloques de texto extensos, con una prosa florida, en un estilo cercano al de Robin Wood. Y le va bastante bien: la primera historia (la más extensa del tomo, con 12 páginas) está muy lograda y las otras dos clavan un poquito más abajo, pero bien.
Otras cuatro historias cortas están protagonizadas por el Malevo, y ambientadas casi 100 años después que las del Rastreador. Son relatos violentos, de facón y arrabal, de nuevo con un protagonista al que conocemos muy poco (no sabemos ni el nombre) y con mucho énfasis en los climas sórdidos y ominosos de una Buenos Aires manchada de sangre. Dos de las cuatro historias (la segunda y la cuarta) me parecieron atractivas y las otras dos, bastante flojas.
Y me quedan tres historias protagonizadas por María, la Hechicera, en las que se combinan el entorno agreste del Rastreador y la ambientación de principios del Siglo XX del Malevo. Acá vuelven con tutti los elementos sobrenaturales, claves en relatos extraños, en las que el misticismo lleva la batuta. Ya sin bloques de texto, Lerena encuentra su mejor forma en estas historias, donde por primera vez se anima a meterse en la psiquis de la protagonista y contar un poquito más sobre ella, sobre lo que le pasa y lo que la lleva a hacer lo que hace. ¿Y qué onda la Salamanca? Es raro... Pareciera ser una especie de sociedad secreta de raíces místicas, a la que se nombra en una aventura de la Hechicera, en una del Rastreador y en ninguna del Malevo.
Los dibujos de Roberto Fontana también alcanzan su pico en las historias de la Hechicera. Ahí es donde se lo ve más suelto, más expresivo, más arriesgado, más cerca de Sanyú que de José Massaroli, digamos. En las otras historias Fontana incursiona con poca suerte en recursos gráficos tomados de Gianni Dalfiume y Enrique Breccia (el pase a la línea clarísima en los flashbacks, por ejemplo), y no se decide nunca entre las texturitas y el cross-hatching enfermizo, o el claroscuro a todo o nada. Prueba con las dos cosas y en ninguna encuentra respuestas tan claras como en las historias de la Hechicera. El principal logro de este dibujante es bancar muy bien los trapos en la narrativa, fumarse muchas páginas de 9 viñetas (algunas con bastante texto), en las que el relato fluye sin inconvenientes. Tiene algunos problemas en la anatomía y en el entintado de las caras, y anda muy bien en los fondos y en la recreación de los distintos períodos históricos. Pareciera que las historietas de la Hechicera son las más recientes, y de ser así, me gustaría ver un próximo libro de Fontana dibujado todo en ese estilo.
Selvas cercanas y exóticas pobladas de indios, animales jodidos y espíritus aún más jodidos, gauchos, malevos... Hacía bastante que la historieta argentina no se metía con esos tópicos y eso hace que Salamanca sea una propuesta rara, inusual, casi alienígena. Lerena y Fontana rescatan la esencia de la aventura clásica con ambientación criolla pero sin olor a naftalina ni a refrito, y eso está muy bueno. Si logran ajustar algunos detalles de guiones y dibujos, Salamanca puede convertirse en una isla a la que cualquier fan de la historieta argentina querría visitar, aunque sea una vez por año.
sábado, 12 de octubre de 2013
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1 comentario:
Anònimo: creo que ya es hora de que la cortes con tus ataques hacia mi. Como ya te expliqué: no soy homosexual, no me gustan los hombres, no estoy interesado en vos. Esta política que elegiste de desquitarte por cualquier cosa ante mi negativa ya es infantil. No es no, buscate otra pija que te entre en el culo, a mi no me interesa. ¿Estamos? Gracias.
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