Hoy el blog cierra su mes número 51 y cumple 1500 posts. Era una fecha importante (para mí, por lo menos) y la quería festejar con Jiro Taniguchi, uno de los fetiches de este blog y uno de los mejores mangakas de todos los tiempos.
Lamentablemente, la fiesta fue un velorio. Furari me resultó visualmente magnífica y aluciné como siempre con el asombroso trabajo del sensei en cada paisaje, cada fondo, cada animal, cada vista panorámica, cada trama mecánica y por supuesto en esas cuatro paginitas a color que parecen directamente de otro planeta, de tanto que avasallan los límites de lo humanamente posible.
Pero claro, además de mirar las historietas, a uno se le ocurre también leerlas y ahí es cuando queda en evidencia lo poco que tenía para contar Taniguchi en estas 200 páginas, originalmente publicadas en Japón en 2011. Leyendo una gacetilla de prensa de la editorial que lo publicó en España, me entero que el protagonista es Tadataka Ino, y que existió en la vida real. En el manga, no hay ninguna mención a esto. Ni siquiera se nombra al protagonista. Taniguchi jamás intenta vendernos el manga como una biografía de Ino, sino como una serie de historias en las que un señor jubilado dedica su tiempo libre a medir las distancias entre un lugar y otro de Edo, que es como se llamaba Tokio en la época feudal.
Recién sobre el final, pasa algo: tras varios años de trabajar de cartógrafo aficionado, sin instrumentos y sin ningún apoyo de las autoridades, el protagonista consigue la banca del shogunato y parte junto a su esposa a otra ciudad, donde finalmente podrá hacer (creo, porque Taniguchi no lo muestra) las mediciones más sofisticadas, las que siempre quiso hacer en Edo y nunca pudo. Esa es toda la evolución que vamos a ver en la trama.
Durante la inmensa mayoría de las historias que componen el libro, Ino no menciona sus ganas de que lo manden a Ezochi a trabajar en lo que tanto lo apasiona. Simplemente lo vemos caminar por Edo y sus alrededores, con la pachorra de un jubilado que no tiene mucho más para hacer. Las historias tienen un tono claramente descriptivo y Taniguchi las usa principalmente para mostrarnos cosas de la vida cotidiana del Tokio feudal. El comercio, la comida, la poesía, la música, los paisajes, el clima, por supuesto la fauna y la flora (que son fija en todas las obras del maestro), más alguna secuencia puertas adentro, en las que Ino conversa con su esposa. El núcleo de las historias son los paseos de este señor, que a veces sale a medir distancias entre un punto y otro, y otras simplemente a caminar (solo o con su mujer), para boludear, para contemplar las estrellas, los animalitos, los lagos, las montañas, o para comer en alguna fonda o en algún chiringuito callejero.
El truco de las historias sin conflictos, que giran más en torno a la descripción y la contemplación que a la evolución, o a la sucesión de hechos relevantes en las vidas de los personajes, Taniguchi ya lo había hecho 20 años antes en El Caminante, con muy buen resultado. Esta vez, en cambio, me aburrí mucho. Por ahí es problema mío, que me volví un lector más conflicto-dependiente. No sé... O por ahí me cayó para el orto enterarme por una gacetilla que esto era la biografía de un famoso cartógrafo, que es un dato que sin duda tendría que estar en el manga. Lo cierto es que, pasado el impacto de la magia que hace Taniguchi con el dibujo, Furari se me fue disolviendo en una nube de sopor y bostezos, muy difícil de leer.
Me parece excelente que haya un mercado para los mangas de “paz y amor”, en los que no hay masacres, ni piñas, ni un mísero grito. Y sin dudas, hay pocos mangakas más idóneos que Taniguchi para llevarlos a cabo. Yo, sin embargo, llego hasta acá. Al próximo manga del ídolo que no prometa acción, emoción, kilombo y cheap thrills, lo miraré, me babearé con los dibujos y lo dejaré una vez más en la batea. Taniguchi ya demostró que puede crear mangas tremendos, de gran intensidad dramática, incluso sin explosiones ni machaca. Ahora se le dio por volver a las historias sin dramatismo, ni intensidad, ni nada, y la verdad que lo banqué en unas cuantas, pero en esta no lo puedo bancar más. Una pena.
lunes, 31 de marzo de 2014
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6 comentarios:
De Taniguchi leí solamente "El caminante" (creo que se llamaba así). Era una época de mi vida muy convulsionada, laburaba en una librería machaca-cerebros y cuando dí con ese libro, fue casi como tirarse a un río transparente y cristalino. Casi cero diálogos o texto, historias de tres o cuatro páginas, que contaban la vida de un tipo que por ahí iba caminando una tarde, veía una pileta, se trebapa, entraba y se ponía a nadar tranquilamente. ¿Nada más? No, eso sólo. Pero con una maestría en el dibujo, en los climas, en lo que siente el tipo al desconectarse de esa manera... Un placer, un libro que me arrepentí toda la vida de no haber comprado y que ahora no veo la hora de conseguir. Un artista del carajo. Andrés, en tu opinión: ¿cuál es su mejor obra?
No sé, me gustan muchas.
Tal vez Barrio Lejano sea la más redondita (dentro de la más personales), pero hay varias gloriosas.
Felicitaciones por las 1500 reseñas.
Saludos Cordiales
Malmalawac
Gran Andrés; reconozco el valor de gran parte de las historietas que comentas centradas en conflictos, pero a mi me paso al revés que a vos, me canse de la mayoría de las historietas centradas en conflictos con acción más o menos violenta, como tendencia, no en absoluto, no soy ningún fanático, por que por ejemplo me fascino COLDER de Tobin y Juan Ferreyra-
y, por lo general, me causa mucho más placer aquellas que carecen de un conflicto fuerte (y no por ello pido historietas de paz y amor...) es como decíamos con Fede Reggiani "historietas donde no pasa nada" como "Gosth World"... bueno hay hay un conflicto muy diferente... No puedo decir nada sobre la que comentas porque no la he leído... pero parece muy razonable lo que decís, si hubieran hecho una introducción había un eje motor, claro que muy diferente al conflicto preponderante en la historieta. Claro que entre las que no plantean conflictos hay bofes...
Flaubert decía que quería hacer un libro sobre nada... y lo hizo "Bouvard y Pecuchet" que es fascinante y uno de los libros menos nombrados y reconocidos del siglo XIX...
Bueno, tarea conseguirla a la de Jiro Taniguchi... y agregarla la introducción que vos contás que falta.
Abrazo.
Y UN APARTADO ESPECIAL PARA FELICITARTE POR ESE TREMENDO TRABAJO DE RESEÑAR 1500 HISTORIETAS. GRANDE!!!
Eso mismo! felicitaciones Andrés, por la titánica tarea y también felicitaciones para todos los que seguimos el blog che, saludos!
Dolape
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