el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 24 de diciembre de 2015

24/12: DAGO: EL DORADO

Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de una aventura de Dago. Este tomo aranca justo cuando termina el anterior, que no me había entusiasmado demasiado, y banca el nivel muy arriba a lo largo de 120 páginas (ó 10 episodios en la serialización italiana).
Creo que lo mejor que tiene El Dorado es que logra aprovechar a pleno lo que Amazonas desaprovechó: la posibilidad de no quedar atado a hechos históricos a los que el guión de Robin Wood tiene que respetar sí o sí. Ya vimos que el guionista tiene recursos de sobra para meter a Dago en eventos históricos reales y hacerlo vivir aventuras interesantes sin romper el verosímil. En el tomo anterior y en este, se abre otra posibilidad: la de jugar con total libertad, sin miedo de pisar o contradecir a los libros de historia. Y es en El Dorado donde Robin realmente explota esa variante, la de Dago convertido en un aventurero sin anclas, con permiso para entrar y salir de kilombos de los que nunca nadie leyó porque nunca existieron fuera de la imaginación del guionista.
Otro ingrediente atractivo: como en el tomo anterior, Dago está fuera de su ámbito natural, jugando de recontra-visitante en las selvas tropicales de una América en la que la presencia del hombre blanco es una novedad. Por supuesto, lo que más le interesa explorar a Wood -que es la codicia, el ansia de poder y la miseria del ser humano- está presente también en esta especie de paraíso a descubrir. Y a las bestias bípedas se suman animales exóticos, a los que Dago jamás vio y que lo obligarán a llevar su ingenio al límite para salir vivo. Si te aburre verlo al justiciero veneciano vencer enemigos de taquito, acá lo vas a ver transpirar lindo la camiseta, auqnue juegue todo el partido en cuero.
Alguna vez me llamó la atención de modo casi irónico el hecho de que Dago recorriera en un mismo tomo tres o cuatro países y pudiera hablar en todos los idiomas. Esta vez Robin se hace cargo de eso: Dago se ve limitado a hablar sólo con Joao, su amigo portugués que sabe español, y ni bien pega onda con un aborigen que también habla nuestro idioma, le pide que le enseñe la lengua de estas tribus para poder hablar. Y ahí sí, Dago vuelve a ser el Dago que nos gusta a todos: el habilidoso no sólo con la espada sino también con esa lengua afilada, el que seduce minas con el chamuyo y aconseja a reyes y generales con su enorme experiencia en temas militares.
La saga del Rey de Oro tiene un ritmo muy atrapante, con momentos en los que Wood se dedica más a describir este lugar maravilloso que a meterle picante a la trama, y momentos realmente tensos, donde no tenés idea de cómo se pueden llegar a resolver los conflictos. Lo único que deduje antes de tiempo es quién era el cerebro de la conjura para acabar con el Rey de Oro. Hay una escena que deja a ese personaje muy al descubierto y lo convierte en imán de todas las sospechas. Pero fuera de eso, la saga no para nunca de acumular aciertos, de fascinarnos, de intrigarnos y de mantener la tensión hasta el final.
Como siempre, el dibujo de Carlos Gómez es glorioso. El tipo pasó de las catedrales, los palacios, y los carruajes de los reyes de Europa a la jungla más espesa del mundo, poblada de aborígenes, víboras zarpadas, monos y jaguares, con total naturalidad. Puede ser que acá Dago juegue de visitante, pero Gómez es local siempre, en todas las canchas. Sus planos generales tienen un laburo impresionante, los primeros planos son recontra-expresivos, hay un trabajo alucinante en los detalles tanto de la vegetación como de los ornamentos que lucen los indios, y detalles en algunas caras que me hicieron acordar a Enrique Breccia (el mejor dibujante de la América Joven y sus habitantes) y a Milo Manara y Eleuteri Serpieri, en las secuencias en las que la cosa se pone hot entre Dago y Uria. De hecho, la escena del garche entre ambos debe ser la de mayor voltaje erótico de la larga epopeya de Dago y quizás de toda la carrera de Wood y Gómez. El cordobés apela al recurso de repetir algunos dibujos, pero la verdad es que son tantas las viñetas en las que deja la vida y mucho más, que se lo podemos perdonar. Un gran, gran despliegue de recursos de Gómez, esta vez tan apoyado en la referencia histórica como en su propia imaginación.
Me encantó El Dorado. Me sedujo la ambientación, la dosificación de la acción (se nota menos que en otros tomos la “obligación” de que Dago pelee con alguien cada 12 páginas) y sobre todo me enganchó el mensaje: una bajada de línea potente y muy interesante acerca de los pueblos originarios, su organización social, económica y política y hasta acerca del rol de las mujeres en este mundo todavía no invadido por los europeos. Dejate conquistar por esta gema que brilla fuerte en la corona de Robin Wood y Carlos Gómez.

3 comentarios:

Rubén Reveco dijo...

Estimado ¿no sabrás de algún enlace para bajar esta historia que parece prometer?

Diego Prósperi dijo...

Rubén, no sea así, que si esta historieta no cumple con lo promisoria que aparenta, usted no la compará y así el país no crece. Lo mejor es comprarla y si no le gusta, la puede regalar y queda usted como un duque.

Andres Accorsi dijo...

Claramente, mi consejo es que la compres.
Datos de donde descargarla, la verdad que no tengo.
Cuando Dago no se editaba en Argentina, había fans que se la bajaban en italiano. Ahora, no sé.