Esta reseña tiene demasiados puntos en contacto con la que redacté un ya remoto 06/12/10. Aquella era la adaptación al comic de Los Dueños de la Tierra, la novela de David Viñas, realizada por Juan Carlos Kreimer y Dante Ginevra. Esta vez, la obra adaptada es Kanikosen, una novela escrita por Takiji Kobayashi en 1929, convertida en manga por Go Fujio en 2006.
La mayor similitud está en el argumento. Las dos historias transcurren en la década del ´20 del siglo pasado y en las dos pasa exactamente LO MISMO: trabajadores brutalmente explotados, sometidos a condiciones infrahumanas, deciden ponerle freno al abuso de los patrones y terminan muy mal, gracias al accionar de las fuerzas armadas, que responden a los intereses de los garcas. Los Dueños de la Tierra se sitúa en las estancias de la Patagonia, y el conflicto gira en torno a los peones de la lana. Kanikosen nos lleva a las turbulentas aguas de la península de Kamchatka (si alguna vez jugaste al T.E.G. sabés más o menos dónde queda), donde el buque cangrejero Hakuko Maru extrae crustáceos a lo pavote para ser faenados en una factoría que es parte del mismo barco. Como en la novela de Viñas, acá los obreros viven en pésimas condiciones de higiene, hacinados, mal alimentados, forzados a trabajar durante una cantidad de horas que ningún ser humano podría soportar. Hasta que un día dicen basta.
La principal diferencia está en que Viñas incorpora una historia de amor, y en la novela de Kobayashi no hay espacio para eso, básicamente porque no hay mujeres: son todos muchachones heterosexuales, sudorosos y con olor a cangrejo. ¿Con qué llena el japonés el espacio que el argentino dedicó a la trama romántica? Con aventura. Porque claro, a bordo de un buque en el medio de la nada, con un clima extremo y la cercanía de las costas de Rusia, no es difícil sumar tensión y generar momentos en los que faenar cangrejos importa un poco menos que salvar el pellejo.
Y después hay diferencias bastante marcadas en el ritmo, en cómo avanza cada obra hacia el final. Kobayashi pone más énfasis en la humillación y la degradación de los obreros por parte del supervisor, mientras que Viñas le dedica más espacio a la represión del levantamiento por parte de los militares, algo que en Kanikosen se explicita, pero no se muestra en detalle, por lo menos en la adaptación al manga.
En cualquier caso, la sensación que transmite Kanikosen es muy parecida a la de Los Dueños de la Tierra: son textos de denuncia, pensados para despertar en el lector la conciencia. Para decirnos “esto sucedió y no puede volver a suceder”. Y además nos enseña un montón, porque yo no tenía la menor idea de que en los años ´20 los japoneses pescaban y faenaban cangrejos en buques-factoría que navegaban las aguas de Kamchatka jugando muy finito sobre la línea que delimitaba el inicio del territorio (marítimo) de la joven URSS.
Y me guardo lo mejor para el final: el dibujo de Go Fujio. ¡Ma-mita! ¿Dónde estuviste todos estos años? ¿Cómo es que me enteré hace tan poquito que existías? Go Fujio me hace acordar al Naoki Urasawa de los primeros años, ese que no estaba tan pendiente del realismo fotográfico y que se animaba a darle a las expresiones faciales un tinte un poquito más caricaturesco. Fujio se tira de cabeza a esa etética más cartoony, al punto que por momentos parece un dibujante de las escuela belga de Marcinelle, obviamente de la corriente moderna, no tan pegada a la estética clásica de André Franquin. Imaginate algo cercano a lo que hizo Yoann en sus álbumes de Spirou (vimos uno el 06/08/15). Esto en cuanto a los rostros (que tienen mucho peso en la obra). En el resto del manga, el dibujo conserva esa impronta similar a la de Urasawa y Katsuhiro Otomo, y en la narrativa la referencia principal pareciera ser Kaiji Kawaguchi. Lo cierto es que el trazo de Fujio es fresco, vigoroso, expresivo y muy ganchero. Como el resto de los mangakas, afronta con naturalidad esa dicotomía entre personajes simples y fondos y objetos retratados con rigor fotográfico e infinitos detalles. En fin, un gran hallazgo.
Para cerrar, otro dato desgarrador: Takiji Kobayashi fue encarcelado, totrurado y asesinado por el gobierno japonés, en represalia por haber escrito esta novela, que se dio a conocer no mucho después de los trágicos sucesos que narra. En ese sentido, a David Viñas le fue bastante mejor. Por suerte apareció para hacer justicia Go Fujio, que reimaginó Kanikosen para un nuevo siglo y un nuevo público, sin sacrificar en lo más mínimo su esencia descarnada y su clamor de justicia. Ovación para el sello español Gallo Nero, que se animó a publicar este manga atípico y brillante.
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2 comentarios:
Andrés, tenés idea si el test Kobayashi Maru de Star Trek remite al autor y al barco de esta obra?
La verdad que no sé, pero la coincidencia es muy notoria, no?
Habría que preguntarle a algún fan de Star Trek, que quizás haya investigado la "etimología" de esa referencia.
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