jueves, 18 de marzo de 2010
18/ 03: LES ETATS D´AME DE CELLULITE
O para decirlo en cristiano, Los Estados de Animo de Celulitis.
Allá por los albores de 2010 hablábamos de Gerard Lauzier, el genio que le inyectó a la bande dessinée de los ´70 una dosis devastadora de un humor costumbrista basado en la sátira y la mala leche. Bueno, obviamente Lauzier no hizo todo solo. La revolución del comic humorístico francés tuvo varios nombres y apellidos (y apenas dos revistas emblemáticas, L´Echo de Savanes y Fluide Glaciel) y entre ellos hay que destacar a Marcel Gotlib (el pionero, el que empezó a armar kilombo en los ´60), a Frank Margerin, a Mandryka, a Florence Cestac, a Regis Franc, a Masse, pero por sobre todo a Claire Bretécher, que fue la que inventó la variante femenina del humor costumbrista jodido, ese sub-sub-género que llegó a su punto más alto con los laburos de Maitena en Para Ti y La Nación.
Si Lauzier forzó a la clase media a reirse de su propio patetismo, Bretécher focalizó su mirada irónica en las mujeres, sobre todo las que –a tono con los tiempos que corrían- se daban aires de intelectuales, pero sin descuidar el glamour. Con su dibujo cercano al de clásicos norteamericanos como Johnny Hart y una puesta en escena sobria, escueta, con claras influencias de Copi (aunque no tan minimalista), Bretécher pegó un hit atrás de otro hasta llegar a Les Frustrées (Las Frustradas), que fue la serie que la consagró a nivel mundial (acá se publicaba en Humo®).
Cellulite no es su obra más famosa (de hecho tuvo sólo dos tomos) y –me entero a través del blog de mi amigo y referente Fabio Blanco- acá la publicaba SuperHumo®. Al igual que The Wizard of Id (la tira más conocida de Johnny Hart), Cellulite está ambientada en el medioevo, pero usa ese escenario para hablar de su época. La protagonista es una chica, ni muy linda ni muy fea, que no ve la hora de casarse, pero no consigue novio. Vive en un castillo con su padre, un noble que de noble tiene sólo el título, porque es una criatura rastrera y venal como pocas, todo el tiempo pendiente de la guita, el poder y la chapa. Su objetivo es que su hija se case, sobre todo para sacársela de encima y ahorrarse los gastos que le ocasiona con su adicción a las cremas y productos de belleza.
Por supuesto, la serie se puebla con otros personajes igualmente avechuchescos, como el sacerdote que recluta tropas para las cruzadas y les cobra a los nobles para ordenarlos caballeros, o el abyecto Vicedómine, tan preocupado por la guita y el poder como el padre de Cellulite. A medida que pasan las historias (el primer tomo recopila tres: dos extensas y una más breve), a Cellulite le sube la temperatura y cada vez se le cuelga más rápido de los lienzos a los varones que le pasan cerca, sin dejar nunca de poner en duda si a ellos les interesa más que ellas sean hermosas o inteligentes, cariñosas o ariscas, dulces o fáciles. Esa es la pregunta que Bretécher quiere dejar rebotando en la cabeza de los lectores (sobre todo las lectoras) y además es lo que le da un toquecito ácido al vertiginoso despliegue de situaciones cómicas que propone cada guión.
Para el que nunca leyó a Bretécher, Cellulite es un punto de partida ideal, porque tiene un formato más parecido al del comic de aventuras cómicas tipo Franquin, con peripecias, pantomimas y un humor un poco más visual. Sus series más famosas, en cambio, son historietas de una sóla página en las cuales muchas veces los personajes apenas se mueven y oscilan entre silencios incómodos y extensos soliloquios, con un timing de increíble efectividad, pero no tan reader-friendly como el de Cellulite.
Ah! Para los que no quieran ponerse a buscar las paginitas dispersas entre decenas de números de SuperHumo®, esto salió también en libro, en una edición española de Grijalbo… que tampoco debe ser fácil de conseguir… Es lo que hay…
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