el blog de reseñas de Andrés Accorsi

domingo, 1 de agosto de 2010

01/ 08: CHARLIE MOON


Hace como 200 días le dediqué una reseña a Marco Mono, una de las obras con las que Carlos Trillo y Enrique Breccia le ponían pimienta, allá por 1979, a una época gloriosa para la historieta argentina. Hoy vuelvo a 1979, pero para hablar de una obra que Trillo realizaba junto a otro de sus asiduos colaboradores de aquella etapa, el gigantesco petiso Horacio Altuna. Por si fuera poco con El Loco Chávez y Las Puertitas del Señor López, la dupla celebró la aparición de la seminal revista SuperHumor con la creación de una nueva serie, de la que sólo realizarían cinco episodios, recientemente reunidos en un lujoso tomo por Planeta-DeAgostini.
Charlie Moon es un chico de unos trece años, sin un mango, sin domicilio fijo, sin padres, sin pasado, sin mucho para perder. Pero igual pierde bastante. Las no-aventuras de Charlie por los pueblos y las granjas del EEUU de 1936 lo llevan por un puñado de situaciones algunas simplemente incómodas y otras terriblemente dramáticas, que no hacen más que complicarle al pobre pibe ese difícil tránsito hacia la adultez, que ya de por sí es bastante bravo para los pendejos cuya mayor preocupación es comprarse la Play-3. A lo largo de las historias, a este EEUU de 1936 se le cuela la Argentina de 1979: Charlie aprende que, seas victimario o testigo, lo único que se puede hacer frente a la injusticia y la atrocidad es callarse la boca.
Y seguramente es por eso que estos comics tienen tan poco diálogo. Trillo nunca se caracterizó por zarparse con los diálogos, pero áca directamente te los mezquina. Ese rol de testigo silencioso que a veces jugaban el Loco Chávez o el Señor López, se exacerba en Charlie Moon. La procesión va por dentro y Charlie, que no tiene puertitas para abrir, no tiene más remedio que aguantar mansito las tormentas que, cuando no lo afectan, le pasan cerca.
Todas esas secuencias mudas ayudan a que le prestemos atención al que probablemente sea el mejor trabajo de la impactante carrera de Horacio Altuna. Sin minas que rajan la tierra, sin ciencia-ficción y sin comedia, el ídolo no sólo se la recontra-banca, sino que pela como pocas veces. Lo primero que llama la atención es el excelente laburo de documentación, para el cual Altuna se basó en los trabajos de los mejores fotógrafos americanos de aquella época. Después el manejo de las tramas mecánicas, que combinadas con la mancha y la línea altunescas, realzan las composiciones, los primeros planos, los climas y los silencios. El resultado es de una belleza gráfica inusual incluso en la obra del maestro. Y lo otro que te deja boquiabierto, babeando como los pelotudos que miran ShowMatch para ver culos, es la narrativa, la forma en que Altuna te caza de la mano (para no decir otra grosería) y te lleva a través de esa magnífica sucesión de viñetas, muchas de ellas alargadas tipo pantalla de cine, y te hace vibrar con cada cambio de plano, cada pausa y cada truquito. La escena de la muerte del negro Jeremías, por ejemplo, merece pasar a la historia, de una. El último episodio es, paradójicamente, el más breve y el que más texto tiene. Ahí vemos a Altuna poner en escena el truco narrativo que mejor le sale y que será una marca de fábrica, infaltable en obras más ambiciosas como El Ultimo Recreo y Ficcionario: el encolumnado de los diálogos en el centro de las viñetas, para formar una especie de “espina dorsal” de globos que recorren la página de arriba hacia abajo haciendo infalible la comprensión de las secuencias. Otro hallazgo de un capo que estaba en un momento impresionante.
Charlie Moon es una obra menor, pero sólo por su extensión. Si existieran cinco o seis episodios más, estaríamos hablando de uno de los comics fundamentales del Noveno Arte argentino. Y en rigor de verdad, la edición de Planeta (con sus tapas duras, sus fotografías, su entrevista a Altuna y el prólogo del propio Horacio) debería ser LA edición definitiva de la serie. Pero yo le tengo tanto cariño a la de Toutain que me parece que me voy a quedar con las dos…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Andres, si tenes un tiempito, reseñate Hot LA, tambien de altuna, que la lei y me quede asombrado de la historia que se cuenta en esas 4 o 5 historias....Es uno de los tesoros que tengo bien guardados en mi biblioteca, nos vemos

El Chavez

Andres Accorsi dijo...

La tengo pero hace mil que no la repaso... Tomo nota de tu sugerencia.

Cristian dijo...

Es un comentario tardío para decir que he visto entrevistas en la tele a Altuna, leí una en una revista Humor de los '80, una en Clarín que salió hace poco y hace un rato me topé con otra entrevista en la sección Perfiles de la histórica LJI que traducías (número 14 de Perfil). Esta última nota es 'Yo detesto a los superhéroes', y si bien respeto las ideas de Altuna, en todas sus argumentos son una verdadera mierda. Lo digo con seguridad: aparte de que ahora haya adoptado una actitud genuflexa con aquello que supuestamente antes estaba en contra: editar sólo sus 'minas'. Creo que es muy buen dibujante, pero creo que debería estar agradecido de la vida, porque tuvo la suerte de trabajar con guionistas buenos y en medios reconocidos, porque la verdad su Kabul de Bengala es una chanchada, y su capricho de no salir del rotulador (o plumín, o lo que sea que use en su monótono trazo) es algo que termina cansando: le tiene miedo al pincel. Él habla de los argentinos, pero está hace años muy cómodo en España. Él dice que detesta los superhéroes, pero nunca podrá dibujar uno: porque no puede. Si no fuera más soberbio, merecería mi respeto. Pero es siempre lo mismo: leer una entrevista suya es ver cómo un artista argentino que no es el mejor tira mierda gratuitamente a lo que se le cruce. Quisiera que pasen a la historia no sólo las obras sino las entrevistas de otros grandes, que además de grandes, fueron humildes, y que no los voy a nombrar, porque me parece de gusto compararlos con este tipo.