Este libro lo había leído en 2009, antes de empezar con el blog. Para mí, era como si lo hubiera leído en 1970, porque cuando agarré el Vol.2, enseguida caí en la cuenta de que no me acordaba absolutamente nada de lo sucedido anteriormente. “Volver a empezar, que aún no se acaba el juego”, cantaba Alejandro Lerner, y yo hice eso: volví a empezar. Ya tengo los cuatro tomos de Air, pero tuve que volver a arrancar desde el Vol.1. Y la verdad, no me arrepiento.
A ver: guionista mujer, dibujante turco, protagonista azafata. Un combo raro pero atractivo, no? Eso era lo que me acordaba antes de releer este tomo. Y que pasaban cosas raras, medio inexplicables. Efectivamente, la guionista G. Willow Wilson plantea una historia de intriga internacional, que tiene que ver con las aerolíneas, los aviones y las tecnologías que hacen que estos vuelen. Hasta ahí, buenísimo. Por supuesto, le metió en el medio una historia de amor, que también funciona, porque es la excusa para que pasen un montón de cosas que de otra forma no pasarían, y porque Wilson la aprovecha para mostrarnos más a fondo quién es y cómo piensa Blythe Cameron, la protagonista.
Pero aparece un tercer elemento y rápidamente (apenas pasadita la mitad del Vol.1) se come a los otros dos: Wilson le pone muchísimas fichas al realismo mágico, y de pronto tenemos vuelos a países que no existen, una especie de ciudad flotante en la que viven los más famosos aviadores de todos los tiempos y conversaciones entre Blythe y un dios con forma de serpiente alada que le “enseña” a cambiar con la mente el rumbo de los aviones. Para el final de este tomo, la historia de amor se fue al banco de suplentes (supongo que volverá), la intriga y las runflas entre corporaciones corruptas sigue ahí pero con menos peso, y lo más importante pasa a ser la exploración, con los ojos abiertos de par en par, de estos aspectos fantásticos e inverosímiles.
Hay que decir que hasta ahora, ninguno de estos elementos limados de la trama desentonan demasiado. Y que Wilson se las ingenia para mantener un tono sumamente realista y cotidiano en los diálogos, sobre todo cuando los que hablan son Blythe y su amigo azafato Fletch, un personaje tan bien trabajado que no necesitamos verlo derretirse por un chongo para darnos cuenta de que es gay. El único secundario que no me cerró es Ben Lancaster, quien hasta ahora la juega de capo de los villanos. Me parece que esta serie no necesitaba UN villano grosso, que volviera una y otra vez a hostigar a “los buenos” (al estilo Herr Starr, de Preacher), sino que daba para sacrificar un poquito de caracterización y que la empresa “mala” mandara a distintos sicarios a obstaculizar la labor de “los buenos” en cada instancia. Ver a Blythe enfrentar a un mismo tipo en Holanda, India y México en menos de 120 páginas es un poco mucho.
El dibujo de M.K. Perker es raro, pero bueno. Por momentos le salen feos los brazos, y tiene varias viñetas en las que se nota demasiado la falta de fondos. En general, zafa decorosamente. Me gusta su entintado, sobre todo, como maneja esas rayitas microscópicas tipo Travis Charest, pero pensadas en otro contexto gráfico. Le pone pilas a las caras, se zarpa cuando tiene que dibujar a la serpiente alada y las ilustraciones que hace para las portadas de cada episodio son magistrales. O sea que si bien tiene sus fallas, no lo puedo tildar de croto ni mucho menos. Veremos cómo evoluciona en los tomos posteriores.
No me acuerdo cuántos números duró Air en su pre-publicación como comic-book mensual, pero fueron pocos. Los críticos la trataron muy bien (el propio Neil Gaiman se deshizo en elogios), pero evidentemente sedujo a una cantidad de lectores más bien escasa. Por ahí los tomos siguientes nos dan la pista de por qué fracasó un concepto que, de entrada, pintaba sumamente interesante y –sobre todo- original.
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1 comentario:
Sí, es interesante. Aunque me suena a un relato algo caotico. Interesante dije, pero no lo leería de tener que comprarlo.
Saludos!
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