Tuve el honor de escribir el prólogo para la nueva edición de este clásico de 2005 de Renzo Podestá, con lo cual me tomo la atribución de refritar algunos fragmentos de ese texto para la reseña.
A diferencia de otras obras de Renzo, en (Bang)Kok, hay pocas escenas en las que se nota una planificación a fondo de la narrativa y de la secuencialidad. Es una obra más marcada por el vértigo, por la urgencia, que transmite la sensación de estar hecha a mano alzada, quizás sin un guión detallado, quizás sin un mísero boceto a lápiz por debajo de las potentes tintas de Renzo. Y sin embargo no es una obra sencilla: en apenas 60 páginas, (Bang)Kok nos presenta una distopía muy heavy, un futuro que podría estar a la vuelta de la esquina, a varios personajes trenzados en un conflicto fuerte, todo perfectamente acomodado para que pueda resolverse sin anticlimas innecesarios ni volantazos abruptos. Para ser una trama que parece desarrollada sobre la marcha, los logros son muchísimos.
Esta pesadilla apocalíptica y opresiva que Renzo imaginó hace 10 años es una historia con elementos fantásticos, referencias a Kafka, Borges y Dostoievsky, persecuciones, explosiones, peleas, decapitaciones y mutilaciones, que a pesar de todo se siente real, porque nunca despega los pies de la tierra, nunca deja de mostrarnos toda esa vorágine a través de los ojos de personajes muy humanos y muy creíbles. Claramente (y a pesar de su coqueteo con los géneros), no se trata de una obra convencional, sino de una obra de una belleza extraña, para nada tradicional, de notable vigencia a 10 años de su primera aparición. Además de una gran historieta, (Bang)Kok es una cátedra de libertad creativa, transgresión y agallas.
Los textos tienen un vuelo, un filo muy especial y hay que destacarlos, sobre todo porque es tanto lo que nos explica y nos narra Podestá en 60 páginas, que debe recurrir a una cantidad de texto realmente importante. Los diálogos son ágiles, muy imaginativos, llenos de neologismos bizarros mezclados con el lenguaje de la calle, con un efecto muy loco: los personajes hablan de un mundo de ciencia-ficción con conceptos extrañísimos, pero a nosotros nos resulta todo muy palpable, muy real.
Ya en sus trabajos de hace 10 años, se veía claramente la fuerte impronta autoral de Renzo, su fidelidad extrema, caiga quien caiga, a sus raíces underground, su compromiso con la mugre, la transgresión, esas líneas finitas, nerviosas, mezcladas con las masas negras puestas con aplomo. En la misma página, Renzo te pasa de un detallismo casi barroco a un trazo suelto, resuelto a toda velocidad, al filo del mamarracho. Sus personajes de ojos grandes y piernas flaquitas no sólo expresan emociones con el rostro, sino también con su forma de pararse, de moverse, de cerrar los puños.
En este trabajo puntual, el dibujo de Podestá tiene como principal influencia a Ted McKeever, pero un McKeever raro, como si hubiese leído a Scafati, Crist, Fontanarrosa y Caloi. En la narrativa también se ve eso que marcábamos antes, la urgencia, la furia, y las ganas de experimentar con un vasto repertorio de yeites, un poco para joder y un poco para mantener en vilo al lector, que nunca sabe exactamente qué esperar cuando se sienta a leer una obra de este rosarino transplantado a Córdoba.
La nueva edición (a cargo del sello Rabdomantes) es mucho más linda que la anterior: más grande, mucho mejor impresa, con un gran cuidado en la reproducción de los negros y –lo único que no me copó- un nuevo rotulado que gana en prolijidad pero pierde algo de esa magia artesanal que tenía el original.
Es muy probable que (Bang)Kok pierda en comparación con El Aneurisma del Chico Punk pero es un muy buen trabajo, repleto de riesgo y originalidad, a cargo de una bestia gráfica que lleva tinta en las venas, comic en el corazón y unos huevos inmensos abajo de los calzones.
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