Ahora sí, pude terminar este masacote de casi 400 con el que ya nos empezamos a arrimar al final de esta cautivante epopeya imaginada por Mike Carey y Peter Gross.
Al igual que los tomos anteriores, este nos presenta 16 episodios de Lucifer, en los que Carey ofrece un relato muy complejo, con conceptos muy jugados y crossovers permanentes con el Antiguo Testamento de la Biblia. Todo esto desarrollado a un ritmo muy lento, que le permite a Carey trabajar muchísimo a los personajes secundarios y prepararlos para cargarse al hombro la serie en los tramos en los que Lucifer no aparece en el centro de la escena, que en este tomo son muchos. Posta, esto es poco frecuente en el mainstream yanki: el protagonista, que debería estar siempre ahí, generando movidas o corriendo peligros que hagan que los lectores quieran volver mes a mes, en esta serie se repliega a las márgenes de la acción durante muchos episodios. Lo bueno es que, incluso cuando Lucifer renuncia al protagonismo y pasa a ser algo así como un hilo conductor entre unitarios y arcos argumentales más extensos, el interés no decae.
Este tomo arranca con una saga de cuatro episodios en los que Elaine y Mazikeen tienen la misión de expulsar a los inmortales que todavía habitan la creación de Samael (o Lucifer Morningstar). Acá Carey nos presenta a personajes conmovedores, interesantísimos, a los que sospecho que más adelante volveremos a ver. El n°50 es un número extra-large que revela toda la historia de Lilith, madre de Mazikeen y de todos los Lilim, y su relación con los ángeles. Esto en un punto parece relleno, pero Lilith será un personaje importantísimo en la segunda mitad de este tomo.
Después arranca la tetralogía contra Fenris, el lobo de la mitología nórdica, que terminará con la muerte de un personaje central en esta serie. Es una saga estiradísima, pero cuyo final garpa a pleno. Un nuevo unitario nos trae de vuelta a Christopher Rudd, Lady Lys, Duma y Remiel para una excelente historia que sacude el status quo del Infierno que alguna vez gobernó Lucifer. Le siguen dos episodios en los que el protagonismo recae en Lilith, en los que la historia casi no avanza, pero Carey sigue sumando personajes interesantes. Y ya sobre el tramo final, un unitario en el que Elaine juega a ser Dios, en el que vemos los pro y los contras de crear mundos; y un último arco argumental de tres partes con dos historias en paralelo: en una, Lilith vuelve a ponerse al frente de los Lilim para iniciar su ataque a la ciudad de los ángeles (no de Los Angeles), y en la otra reaparece Jill Presto para terminar de resolver un viejo problema, deerivado de una saga que vimos hace ya varios tomos. El plot de Jill es el menos interesante de estos 16 episodios, al que menos chances le veo de integrarse a la trama central.
En materia de dibujo, tenemos como siempre a Peter Gross, a quien ayudan bastante las tintas de Ryan Kelly. Como siempre digo, Gross no es malo pero uno no puede evitar imaginarse estas mismas historias dibujadas por alguien mejor y decir “puta, ¿qué necesidad de darle estos guiones a un tipo que zafaba con lo justo?”. Pero bueno, con el correr de las sagas uno se acostumbra. Y también como siempre, en los episodios unitarios Gross descansaba y la serie se engalanaba con invitados ilustres. El n°50 lo dibuja con muchísimas pilas el siempre elegante P. Craig Russell, el unitario de Elaine sirve para ver qué onda un desconocido Ronald Wimberly (que es bastante bueno, con cositas de Dean Ormston, Vince Locke y Jill Thompson) y dejo para el final la gema insuperable: el unitario del Infierno con Christopher Rudd está dibujado por un Marc Hempel inspiradísimo, que se caga en el realismo para dejar jugar a la imaginación y sobre todo a la emoción, a darle expresiones extremas a estos personajes y romper desde lo visual con el clima a veces frío, casi siempre solemne que tiene esta serie. Glorioso lo de Hempel, a quien el mainstream yanki extraña horrores.
Me falta un sólo tomo para terminar con Lucifer y ya está ahí en el aguante. Veremos con qué me sorprende Carey en el final.
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4 comentarios:
este material de lucifer te gustó más que The Unwritten? Porque a mí ThU me encanta, pero no tanto como lo expresás en las reseñas.
lo decía por los autores, si?
Coincido en que The Unwritten es mejor.
Pero no te olvides que esta era una serie centrada en un personaje menor y un puñado de conceptos heredados de Sandman, por eso es tan meritorio lo que hizo Carey acá.
Hace unos días terminé de leer Lucifer. A fin de cuentas tanto arco grandilocuente le termina restando fuerza a la serie. Los primeros arcos, más pequeños e íntimos, me parecieron mil veces más interesantes que las batallas y luchas que empiezan a sumarse desde el tercer tomo de esta edición. Por suerte cada número unitario es una delicia y ahí Carey brilla en todo su esplendor.
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