¿Qué mierda hago leyendo en francés un comic de Luciano Saracino con un dibujante español? Me siento un deforme del orto. Por lo menos me queda la tranquilidad de que esto está editado en España, por Astiberri, o sea que el que lo quiera leer en el idioma en que fue escrito, puede hacerlo.
El libro reúne seis historias cortas (ninguna llega a las 20 páginas) ambientadas en Ometepe, una isla que está situada en medio de un gran lago de Nicaragua. Saracino nos presenta a Ometepe como una tierra fantástica, donde las historias cobran vida, donde gobierna la imaginación, así que me sorprendió descubrir que la isla existe en la realidad. Enseguida me convencí de que era un invento del guionista. Lo más parecido a un protagonista es un muchacho pelirrojo, al que los nativos apodan “Gringo Dingo”, y que es el hilo conductor de las dos historias más largas: la primera y la última. No sabemos mucho acerca de él, pero está claro que es un pibe soñador, enamoradizo, con bastante labia y mucha facilidad para imaginar historias. Una especie de alter ego de Saracino, aventuro yo, al que el autor no se calienta demasiado por desarrollar, porque prefiere usarlo para hacer avanzar historias compactas, en las que hay poco margen para el chamuyo. Repasemos uno a uno los seis relatos.
La primera historia sirve para ponernos en clima. Son nueve páginas con muy poco texto, en las que Saracino deja que el dibujo se haga cargo de llevar adelante una narración tranqui, mucho más de contemplación que de acción. Los escasos diálogos nos advierten que acá puede pasar cualquier cosa y que casi nada es lo que parece. La segunda historia es una remake de una que había aparecido hace... tres años, creo, tanto en La Murciélaga como en Comiqueando. En ambos casos el guión es el mismo y está desarrollado en la misma cantidad de páginas, sólo que cambia el armado de las páginas, la cantidad de viñetas y sobre todo el tratamiento del grafismo y del color. El guión es hermoso y muy redondito.
La tercera tiene un sutil filo malalechístico y tiene que ver con cierto clima de superstición y de oscurantismo que reina en la isla. También es un relato muy redondo, con un cierre perfecto. Lo mejor es que primero nos comemos el amague de que la protagonista va a ser Rebeca, después que va a ser Chico Largo, y finalmente no es ninguno de los dos. La cuarta es una explicación fantástica para algunas de las cosas que suceden en la isla, en la que Saracino despliega mucho vuelo y mucha imaginación, y me hizo acordar a los mejores momentos de Varua Rapa Nui, ese gran comic chileno del que pronto voy a leer el Vol.2. También en la sintonía de explicar el origen de Ometepe y su extraña geografía, la quinta es decididamente poética, aunque arranca para el lado de la epopeya, del mito.
Y en la sexta tenemos lo más parecido a un conflicto, a un cruce medio áspero, entre “Gringo Dingo” y Chico Largo, dos hombres fascinados por la belleza de una misma mujer. Claro que uno juega de local y tiene poderes místicos y el otro es un pichi que sólo sabe urdir historias y citar poetas. Uno intuye casi siempre cómo se puede resolver la trama, lo cual no le quita atractivo ni belleza.
El promedio de los guiones es muy alto pero, una vez más, a Saracino le falló el dibujante. Esta vez el elegido fue el español Javier De Isusi, que sin ser un desastre, no está al nivel de los guiones que entregó nuestro compatriota. La narrativa está buenísima y el tratamiento del color, con esas acuarelas que recuerdan todo el tiempo a Gipi y a Hugo Pratt, es alucinante. Donde le falta bastante a De Isusi es en el dibujo en sí, que se ve apresurado, desprolijo, no muy distinto al de muchos dibujantes del “palo indie” francés, que por subirse al carro de Joann Sfar han publicado verdaderos mamarrachos. Al dibujo de De Isusi le sobra expresividad, pero le falta solidez, una solidez que sí tenía en la primera versión de Flores en el Vientre, en la que se jugaba a un claroscuro fuerte, vibrante. Acá, nada que ver. La línea tiembla todo el tiempo y el color se esfuerza por salvarla, pero no lo logra.
Ojalá que la próxima obra de Saracino para el mercado europeo tenga esta misma calidad en los guiones y cuente con la complicidad de un dibujante un poco mejor. Estamos hablando de un guionista que colabora habitualmente con nombres de la talla de Quique Alcatena, Dante Ginevra y Gerardo Baró (entre otros) así que no es para nada improbable dar ese saltito cualitativo que le permita a Saracino aspirar a su obra maestra.
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4 comentarios:
ajajajjajajaj, juro que Malawac me hizo reír más que cualquier comic/tira humoristico que haya. Ni Mafalda, GArfield, HAte, Fontanarrosa...JURO que Malawac me hizo reír hasta las lágrimas. Creo que Guido Cuadros es un GENIO. El hace su trabajo deconstructivo. Hacer reir o hacer llorar es DIFICILISIMO, y gUido Cuadros lo logra. Malawac es una joya, un diamante a la altura del Eternauta. Ahora quiero más Malawac.
Un abrazo
y me parece que lo que pasa con Accorsi es que todos en el fondo le tenemos envidia, sana o no-sana. ¿A quien no le gustaría vivir de leer y comentar historietas, ir al comic no se cuanto, hacerle entrevistas a dibujantes, usra remeras de aquaman durante días laborables etc etc? Accorsi es un capo, cumplió el sueño del pibe. EN cambio yo (y varios de los que leemos este blog) estamos en una oficina trajeados haciendo careateadas. LArga vida a Accorsi...y a Malawac jajajajjajaj me alegro el dia Guido
Cumplí muchos de mis sueños de pibe, es cierto.
Con mucho esfuerzo, también. Casi nada me vino de arriba.
Me falta la remera de Aquaman, que no tengo ninguna.
jajaja! Grande Andrés! Tenés buen sentido del humor, por eso te escribí el mensaje anterior, con buena onda. Te escucho desde que estabas en la trasnoche de la Rock and Pop y siempre me gustó tu estilo y sé que desde hace mucho venís trabajando en esto y su difusión. Y este blog (del cual me he hecho lector asiduo) me lo crucé hace poco y me actualizó mucho en materia de comics (que la tenía abandonada hace unos años y retomé hace poco).
Te mando un abrazo!
Santiago
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