Segunda parte de esta serie cuyo primer tomo comentamos allá por el 27/03/12 y cuyo tercer y último tomo muy probablemente no salga nunca, porque Juan Giménez tuvo un conflicto con la editorial y abandonó este proyecto para dedicarse a otros. Ese dato no es menor, porque hoy en día, para gastarse la guita que valen estos álbumes, lo menos que uno puede pedir es que terminen las historias que empiezan. Comprar Yo, Dragón sabiendo que quedará inconclusa es un acto de militancia extrema, sólo para talibanes de Juan Giménez movidos por el afán cuasi-fetichista de tener TODAS las obras del maestro mendocino. Pero bueno, quién te dice que un día de estos se apaciguan las aguas y Giménez termina el tercer tomo, si no en la editorial donde empezó la serie, en otra.
El guión me gustó un poco menos que el de la primera parte, que me había resultado muy ganchero. Las primeras 24 páginas están plagadas de flashbacks, sobran los flashbacks, como si a Giménez se le hubiese ocurrido que –de pronto- saber todo sobre el pasado de los personajes era fundamental para poder entender la trama. Es cierto: ya desde el título, el autor sugiere que tendrá mucho peso el “libro de hierro” y, si bien no recuerdo que en el primer tomo lo nombraran, este libro tuvo un rol importante en secuencias del pasado que conviene graficar. Pero, ¿todas juntas, una atrás de otra? ¿Hacía falta? ¿No se podía dosificar esa misma información de otra manera? Por supuesto, tampoco facilita las cosas el hecho de que haya tantos personajes. Me parece que en el primer tomo estaba más claro quiénes eran los protagonistas, quiénes los secundarios, y a quiénes Giménez planeaba hacer crecer en protagonismo a lo largo de la serie. Ahora está todo más mezclado y pareciera haber siete u ocho protagonistas, mientras que ninguno de los “tapados” del Vol.1 parece crecer o aspirar a roles más destacados. ¿No se podía simplificar un poco el elenco, suprimir algunos personajes que no aportan prácticamente nada? Me parece que sí, y que eso le hubiese sumado claridad y dinamismo a este segundo tomo.
Pero claro, pasada la página 24, Giménez hace exactamente eso: la historia cobra un cauce más claro, los conflictos centrales concentran toda nuestra atención, se termina de explicitar quiénes son los malos, quiénes son los buenos, de qué juegan los dragones, y en el último tercio se viene la eliminación (inteligente, con sorpresas, sin obviedades) de varios personajes. O sea que, superado ese bajón inicial, nos esperan 32 páginas en las que la epopeya, la intriga palaciega y la acción bélica se despliegan con la fuerza que uno espera de este tipo de relatos. Para el final, uno ya se olvidó de lo mucho que le costó arrancar a este tomo y ya está de nuevo enganchadísimo, viendo a quién carajo rezarle para que alguna vez salga el Vol.3.
El dibujo de Giménez brilla con el fulgor de siempre, ahora potenciado por el hecho de que los dragones entran en acción y protagonizan secuencias espectaculares, de enorme impacto visual. La narrativa es muy sólida y resiste sin inconvenientes los embates de las doble splash-pages por un lado y de las páginas con muchísimo texto por el otro. Giménez sabe que hay mucho para explicar y que la rosca y el chamuyo tienen mucho peso en la trama, por eso opta siempre por grillas de ocho viñetas o menos, que le permiten meter en cada una de estas un montón de diálogos y bloques de texto, sin comprometer las composiciones y sin eclipsar al dibujo, que es (en esencia) lo que uno viene a buscar cuando se compra un libro del ídolo.
Mi consejo es que estés alerta: si alguna vez sale el Vol.3 de Yo, Dragón, hay que comprarlo, de una. Y completar la trilogía. Si no, si queda inconclusa, entrale a esta serie sólo si delirás MAL con Juan Giménez y necesitás una dosis periódica de los majestuosos dibujos del mendocino devenido catalán.
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