Definitivamente, el comic da revancha. Allá por... 1997, a Mark Millar le tocó escribir algunos numeritos de Flash, y la verdad es que fueron bastante medio pelo. 18 años después, el mismo Millar firma el mejor comic acerca de supervelocistas que recuerdo haber leído.
Como tantas otras obras del escocés, MPH tiene un fuerte tinte realista, diálogos gloriosos y ritmo de blockbuster hollywoodense. Además, en MPH tenemos una notable bajada de línea socio-política, con Millar decidido como nunca a subrayar la exclusión y la pobreza que trae aparejadas el modelo capitalista salvaje tal como se aplicó durante décadas en EEUU. Las ganas de torcer su destino, de no ser toda la vida pobres, es lo que motiva a los protagonistas y lo que los pone todo el tiempo al filo de la cornisa. Cuando comiste tanta pija tantos años (dice Millar y yo suscribo) hablar de buenos y malos, de ética y moral, es medio pelotudo.
Al elemento socio-político (con el que a mí me sedujo en pocas páginas) hay que sumarle uno más, muy bien manejado por Millar: la explicación de la supervelocidad en términos de ciencia-ficción. Y cuando se juega con la velocidad, de alguna manera se juega también con el tiempo, algo que el guionista aprovecha al máximo para sorprendernos con unas paradojas temporales tan brillantes como impredecibles.
Los personajes están muy bien trabajados, con verdadera carnadura, verdadera tridimensionalidad, y esto hace que en ningún momento MPH se reduzca a una pelea entre buenos y malos. Hay machaca, obvio, y tiene mucho impacto y hasta bastante peso en la trama. Pero el espesor del conflicto va mucho más allá y eso es sin dudas un hallazgo.
El dibujo de Duncan Fegredo es excelente, sobrio, para nada estridente. Pareciera como si el británico se estuviera aguantando las ganas de explotar, de irse al carajo como se iba en Hellboy. Acá vemos a un Fegredo más tranquilo, con sus rasgos estilísticos menos enfatizados. Por momentos se parece mucho a Chris Weston, tiene cositas de Bryan Hitch, de Phil Winslade, y hasta en alguna viñeta me hizo acordar a Horacio Lalia. Pero la impronta de Fegredo es inconfundible y acá está muy presente en las expresiones faciales, en las escenas de acción y sobre todo en la composición de las viñetas, en cómo acomoda en el cuadro los distintos elementos que le marca el guión. Peter Doherty (dibujante que nunca me convenció y al que nos cruzamos hace no mucho en aquel TPB de Superman y Batman) acá oficia de colorista y letrista y está muy bien en ambos rubros. Al final no hacía falta pegarle un tiro y arrojar su cadaver a las hienas.
Con ideas muy atractivas y con mucha menos mala leche de lo habitual, Millar volvió a pegarle una vuelta interesantísima al eterno tema de los superpoderes. Después de leer MPH, no vas a poder mirar de la misma manera a Flash, Quicksilver y demás velocistas recubiertos de spandex.
martes, 13 de octubre de 2015
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2 comentarios:
Hay que garparle los derechos al Coco por su Café Veloz
Hace años que sigo a Mutts, me encanta.
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