Qué loco que en tantos años de blog nunca haya reseñado un tomo de Mutts, la tira diaria de Patrick McDonnell que se mantiene hace 20 años allá arriba, en un nivel al que muy pocas tiras pueden aspirar, y menos después de tanto tiempo. Lo cierto es que conseguí en oferta un tomo de los que me faltaban con tiras que -sospecho- salieron en los diarios en 2004.
Una vez más, me encontré con 120 páginas de una tira maravillosa, que enseguida te mete en su mundo y te hace sentir parte de él. McDonnell maneja a la perfección varios registros distintos para su humor: hay slapstick, hay juegos de palabras, hay chistes basados en los silencios, hay ternura, hay delirio, está el clásico juego de opuestos entre las mascotas y sus dueños, y además hay chistes que toman como disparador situaciones más bien trágicas: el maltrato animal, la extinción de algunas especies, la vida triste de las mascotas abandonadas, que terminan en refugios espantosos a la espera de que alguien los adopte... Sin llegar nunca a la mala leche de Pearls Before Swine, Mutts pela cada tanto chistes filosos, jodidos, ya sea porque te dejan pensando o porque directamente impactan desde el dolor o la incomodidad.
Este libro corresponde al décimo año de la tira, con lo cual McDonnell ya amplió bastante el elenco respecto de los iniciales Mooch y Earl. Los nuevos personajes traen nuevas temáticas, nuevas situaciones para explorar y nuevas variantes para los chistes. Algunos se quedan apenas un puñado de tiras y otros se integran definitivamente al elenco de la tira, aunque sea para aparecer de vez en cuando, como el cangrejo, las nenas o los pajaritos. El libro incluye varias "sagas", varias seguidillas de chistes con la misma temática, de las cuales la que más me gustó fue la parodia a American Idol. Tan bien pensada está la sátira que resiste incluso el recurso de que el remate de los chistes sea básicamente siempre el mismo.
No quiero ahondar mucho en los chistes, porque -como siempre digo- tiene mucha más gracia leer eso que una reseña. Me voy para el lado del dibujo, donde McDonnell nos regala un estilo gráficamente perfecto. El autor busca el minimalismo, elimina los fondos cada vez que no son estrictamente necesarios. Y cuando los pone, se luce con una calidad de fondos que sólo los grandes dibujantes pueden intentar. El trazo de McDonnell es muy suelto, parece hecho a los santos pedos, sin ningún tipo de boceto previo. Pero se nota que debajo de esa aparente simplicidad hay mucha planificación y sobre todo, mucha sabiduría. Este tipo no tira trazos a la marchanta. Con poquísimas líneas, logra que los personajes (humanos y animales) transmitan todo tipo de expresiones, en los movimientos, en los rostros o simplemente estando ahí, inmóviles dentro de una viñeta.
Es obvio que a McDonnell le encantan las tiras clásicas. Cuando dibuja seres humanos, mete infinitas referencias a Bringing Up Father, The Gumps, Polly & Her Pals, Barney Google... y toda esa magia vintage aparece increíblemente aggiornada, integrada sin fisuras a una tira bastante atemporal, pero definitivamente moderna. Las referencias visuales de McDonnell no se terminan ahí. Cada plancha dominical (acá reproducida en blancon, negro y grises) abre con una ilustración en la que el dibujante reinterpreta cuadros clásicos (de pintores de todas las épocas, tanto occidentales como orientales), afiches de películas, avisos publicitarios famosos y portadas de sus comic-books favoritos. La tapa de este recopilatorio, por ejemplo, es un guiño al primer número de Flash Comics, de la Golden Age. Así es como, además de deleitarnos con su propio estilo, McDonnell muta una vez por semana su grafismo (y hasta el logo de la tira) para disfrazarse de alguna otra cosa y sorprender al lector. Un lujo más de una tira que ya de por sí es un lujo.
Obviamente amo a Mutts, la recomiendo a full y espero que no se termine nunca. No es Calvin & Hobbes, claro, pero tampoco se plantea serlo. Mutts es una tira mucho más distendida, con un ritmo más suburbano, más pachorro, donde la inacción y el silencio tienen tanto peso como los diálogos y las tropelías de Mooch y Earl. Si todavía no la descubriste, nunca es tarde para hacerlo, y para enamorarse de los carismáticos cuadrúpedos creados por el inmenso Patrick McDonnell.
Como habrás visto, hoy volvieron las imágenes (el viejo truco de garronear computadoras en las bibliotecas públicas), y mañana vuelven las reseñas desde mi Buenos Aires querido. La seguimos allá.
miércoles, 14 de octubre de 2015
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1 comentario:
Acá se publicó entre 1996 y 1998 en la efímera La Nación de los Chicos. Un lujo como pocos.
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