No, esto no tiene nada que ver con la famosa película de James Cameron (esa que es la más taquillera de la historia del cine y que yo jamás vi). Se trata de un álbum realizado en 2002 para el mercado francés (creo) por los españoles J.M. Aguilera y Rafa Fonteriz. Es el primer tomo de una serie que sólo llegó hasta el Vol.2… lo cual no es muy ilógico una vez que leés esta primera historia…
En 62 páginas, el guión tiene un sólo hallazgo: el personaje que uno cree que es el villano encubierto no lo es. En un momento, empecé a sospechar de un segundo personaje y ese tampoco era el garca. Y ya está. Todo lo demás es un compilado de lugares comunes, cheap thrills, escenas puestas ahí sólo para ver si levantan un poquito el interés, si sacuden al lector de la parsimonia que transmite el argumento. El tecno-chamuyo de realidades virtuales, dimensiones cyberespaciales y sarasas varias aporta más aburrimiento que verosimilitud y lo único que sostiene todo este andamiaje es un misterio muy básico, muy rústico. Lo peor de todo es que los personajes no están bien construídos: Valeria es prácticamente una tábula rasa, el hecho de que Gómez sea sordomudo no suma ni resta (de hecho resta, porque hace cosas que un sordomudo difícilmente haga) y el único protagonista con un matiz interesante resulta ser Luis Montes, del cual no se puede agregar mucho sin spoilear las pocas sorpresas que nos ofrece Aguilera si nos bancamos el libro hasta el final.
Me va a quedar corta la reseña, porque no me quiero ensañar con el guión que –como ya quedó claro- me pareció bastante flojo. Vamos mejor con el dibujo, que es el atractivo posta de Avatar. Acá lo tenemos al notable Rafa Fonteriz (ya nos lo habíamos cruzado en la reseña de Iberia Inc., el 19/05/14), un referente cada vez más sólido del estilo académico-realista, esta vez trabajando a color directo. Fonteriz le saca un enorme provecho al color: lo usa para crear climas extraños en las secuencias oníricas, para darle matices y detalles a las escenas en el mundo real y hasta para darse el lujo de prescindir de la línea negra en las secuencias que transcurren en los mundos virtuales.
Por suerte en todos los casos se nota que, debajo de ese atractivo manejo del color, hay una gran base de dibujo. Fonteriz se fuma páginas de muchas viñetas (hay una con 14 cuadros con textos como para 22 páginas de Brian Michael Bendis), hace malabares con los enfoques para que las talking heads no duerman al lector más impaciente, se luce en las secuencias mudas y lo único que se me ocurre criticarle es que su repertorio de expresiones faciales es un poco acotado; no es un rubro en el que se lo vea tan suelto ni tan canchero como en la composición de las viñetas, la elección de los ángulos o la resolución de la figura humana en movimiento.
En fin, si ya sos fan de Rafa Fonteriz, o si lo querés descubrir en un trabajo muy, muy logrado en el que no dibuja ni superhéroes ni pornografía (los géneros en los que cimentó sus primeros… 15 años de carrera), esto te puede interesar. Lo otro, la promesa de un thriller psicológico grosso entretejido con internet, realidades virtuales y cyber-crímenes no pasa de la mera promesa. Y el segundo tomo… no, gracias. Con uno me recontra-alcanza.
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