Hoy estoy igual de baqueteado que ayer, pero más cansado, porque salí a hacer un montón de cosas a pesar del frío espantoso que hizo todo el día. La ventaja de hoy es que tengo el comic terminado, entonces no me da para dejarlo ahí. De algún lado sale el empuje para escribir la reseña y después sí, medicamentos y al sobre.
Este es un especial de Metal Hurlant editado en España en 1982, cuando la revista mensual llevaba apenas siete números en la calle. Yo tengo completa la MH española desde que cerró, pero este one-shot no lo había visto jamás. O por ahí lo había visto y, como no me gustan los Rolling Stones, lo pasé por alto. Esto es poco probable, ya que aunque sea una hojeada ameritaba seguro. Y alcanza con una hojeada para asombrarse ante el increíble nivel del material que entró a esta antología, con el rock como eje temático principal.
¿Hay basura? Seh, un par de sapos siempre te tenés que comer. El guión que escribe Paul Gillon, por ejemplo, es una chotada. La rema con sus dibujos, que están buenísimos, pero la trama no existe. Y después está esa cosa indescifrable llamada Funk Marathon, en la que Imbert y Gauckler arman una mezcla de homenajes a la música negra con ciencia-ficción lisérgica, comic bélico y juegos de palabras que andá a saber si no se perdieron en algún punto de la traducción, porque tienen menos gracia que un desalojo. Gauckler siempre cultivó un estilo muy de ilustración publicitaria, que se llevaba a las patadas con el fluir narrativo que a uno le gusta ver en un comic, y acá eso está llevado al límite de la legibilidad. Una pena.
¿Hay papa fina? Obvio. Rodolphe y Ferrandez cuentan una hermosa historia acerca de un músico veterano semi-olvidado que quiere volver a reunir a la banda con la que se hizo “famoso”. Frank Margerin ofrece uno de los más atractivos unitarios de Lucien (Lucky, en España). Yves Chaland y Luc Cornillon se mandan una comedia zarpada protagonizada por un detective que es antepasado directo de Freddy Lombard. Serge Clerc estrenaba acá un unitario de Phil Perfect que luego veríamos en el tomito reseñado el 15/06/12. Kent Hutchinson (a quien no conocía, y resulta ser el pseudónimo del francés Hervé Despesse) la rompe con una breve historia acerca del violento ámbito rockero londinense, en contraste con la movida más elegante, más sofisticada que se vivía en Francia.
Y después hay bizarreadas, con distintos niveles de éxito. La de Loth y Montour se va al carajo por su complejidad, y sus incesantes referencias a canciones de Bruce Springsteen, Rod Stewart, Lou Reed y Hall & Oates, pero el dibujo es alucinante. Al Voss revisita varios lugares comunes al querer hilvanar rock, ciencia-ficción y thriller en ocho páginas, en una historia graciosa, intensa y bien dibujada. La de Dominique Hé es un delirio al filo de lo impublicable, con un dibujo exquisito y una trama atroz, con violaciones, mutilaciones, asesinatos, napalm, drogas y dos personajes centrales de los cuales uno tiene los rasgos de Elvis Presley y el otro los de Adolf Hitler. También hay dos historias cortas de Dreaming in the Dark Dust, que es una versión rockera de Little Nemo in Slumberland, con impactantes dibujos de un tal Morisi.
Lo más grosso es una historia de siete páginas en las que se arma un crossover alucinante entre tres series que solían aparecer en la MH: Lucien de Margerin, Keubla (Kebra, en castellano) de Tramber y Jano, y Los Closh de Dodó y Ben Radis. Los cinco artistas meten mano en todas las páginas y cada uno dibuja a sus personajes, que interactúan como si viveran desde siempre en la misma ciudad. El guión… bueno, con tantas manos involucradas no se puede pedir que sea glorioso… y aún así tiene buenos chistes. El final es efectista y más bizarro que la idea de juntar a esos personajes en una sóla historia, pero creo que si hubiese descubierto esta historia en la época en la que estaba hiper-cebado con la Metal Hurlant y la esperaba mes a mes con fervor adolescente, se habría convertido al toque en mi favorita de todos los tiempos. Que yo sepa, estas siete páginas nunca se reeditaron en los álbumes recopilatorios de ninguna de las tres series involucradas en el crossover, lo cual la hace todavía más increíble.
En fin, si creías que tenías completa la colección de Metal Hurlant, lamento decirte que te falta esta paponga, extraña y descolgada en algunos pasajes y absolutamente fundamental en otros. Y si te gusta el comic europeo de los ´80 y nunca te hiciste adicto a la MH española, no tenés idea de la gloria que te estás perdiendo.
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