el blog de reseñas de Andrés Accorsi

martes, 2 de diciembre de 2014

02/12: MALANDRAS

Me acordaba poco del argumento de esta historieta, que leí en su momento por entregas en las páginas de Fierro. Me parece que acá se da un caso raro, a contramano del de la mayoría. En general, cuando se lee toda de un saque una serie de historietas que uno leyó espaciadas, de a cuatro o seis páginas por mes a lo largo de varios meses, aparece algo que en la lectura “serial” no se aprecia tanto, que es el “big picture”, ese contexto mayor, capaz de englobar a cada uno de esos pedacitos de historia y darles un sentido mayor, más potente.
Con Malandras me pasó algo raro. Sí, obvio, leída en una sóla sentada aparecen cosas de las que Rodolfo Santullo y Dante Ginevra pensaron para sorprendernos que quizás no se lucían cuando a uno le vendían el chamuyo de que esto era una colección de episodios unitarios ambientados en la misma ciudad en la misma época. Pero -mirá qué loco- cuando los leía así, como episodios autoconclusivos, cuando no se veían tanto las costuras que enlazan a las distintas historias con increíble precisión, tampoco se notaba tanto que un amplio porcentaje de la trama está sostenido por casualidades. Los malentendidos que se producen, los cruces entre los personajes a los que Santullo nos presenta en las distintas historias, incluso la resolución final, la que explica cómo se entera el General Perón que lo están por ir a matar, todo es producto de la casualidad.
Al principio, cuando todo se centra en unas pocas cuadras del barrio de Mataderos, ponele que sea creíble que los personajes se cruzan por casualidad. Pero con el correr de las páginas, cuando la historia de esta conspiración empieza a abarcar otros barrios, otros ámbitos, otras clases sociales, el tema de que tantas cosas sean fruto de la casualidad empieza a hacer ruido. La necesidad de hilvanar las primeras historias “autoconclusivas” para integrarlas a la trama mayor y que no queden descolgadas termina por forzar a Santullo a maniobras argumentales muy inverosímiles, como cuando el personaje de Alberto (basado en el glorioso Viejo Breccia) reaparece dos cuadritos para conectar con el plot de la conjura contra Perón. También a maniobras brillantes, como cuando hace reaparecer a Davinsky en ese segundo viaje en bondi, también manchado por la casualidad de que justo ESE colectivo se cruza con el auto de los perseguidores de Calzada.
Lo cierto es que con o sin el “big picture”, la serie está llena de momentos fuertes, impactantes, de peripecias entretenidas y diálogos afilados. O sea que la casualidad está ahí para impulsar a buenos personajes para que se muevan en un contexto atractivo, bien investigado, bien aprovechado, que abre el juego hacia la machaca, pero también hacia la intriga política, el romance y el costumbrismo.
Esta amplitud, esta variedad de registros que propone Santullo, se hace viable porque al frente de la faz gráfica hay un Dante Ginevra inspiradísimo, decidido a todo, en el que quizás sea el mejor de sus trabajos publicados en blanco y negro. Ginevra apuesta a fondo al claroscuro y lo complementa con un plumín inquieto, agorafóbico, por momentos salvaje como el lápiz de Cyril Pedrosa, por momentos afilado como el escalpelo de Thomas Ott. La referencia fotográfica está perfectamente aprovechada, integrada con total naturalidad al universo estético de Ginevra, que además no renuncia -ni siquiera en los tramos más densos, más sórdidos de la obra- a coquetear con la caricatura, con un expresionismo al filo del grotesco que sólo Oswal se animaría a meter en una historieta de base aventurera y realista. Un trabajo técnicamente asombroso de un increíble narrador gráfico, que además entiende el blanco y negro como pocos.
Pasiones y traiciones, lealtades y ambiciones, amor y venalidad, gangsters, matarifes, putas, punguistas, salvadores de la patria y próceres de la historieta, se mezclan en esta convulsionada Buenos Aires de 1955 a la que Santullo y Ginevra supieron convertir en escenario de historias intensas, al límite, a veces enlazadas de modo demasiado artificial, pero claramente bien ejecutadas. La portada parece dibujada por un clon de Kyle Baker con pocas pilas, pero creeme que adentro Malandras se pone grossa, de verdad.

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