Esta es otra obra a la que vi nacer en el tablero del dibujante, Martín Túnica, cuando recién se embarcaba en el proyecto, sin tener idea de que eventualmente el libro terminaría por pubicarse en varios países con muy buena repercusión. Aún así, sin saber con demasiada certeza qué iba a suceder y sin conocerse personalmente con el guionista (el peruano Antonio Taboada) Martín Túnica (hermano mellizo de Pablo) se comprometió a full con el trabajo y entregó casi 80 páginas a un nivel altísimo. En un estilo mucho más realista que el de Pablo, “Marto” encontró su propia voz, su propio tono, durante la realización de La Torre de Burbuja. Logró integrar con solvencia la referencia fotográfica, aplicar los grises con técnicas muy distintas, pero siempre con gran criterio, jugar con el trazo finito del plumín y con la pincelada bien heavy, y hasta armar truquitos “con la cámara”, a la que la vemos moverse de un modo muy original, muy atractivo, para lograr efectos narrativos muy gancheros. Esto se ve realmente bien, y parece la obra de un tipo recontra-profesional con 30 años de trabajo contínuo en el medio, no una de las primeras obras extensas de un muchacho de 28 o 29 años, que eran los que tenía Martín cuando encaró este proyecto.
El guión de Antonio Taboada es sumamente atípico. Ya desde el texto anónimo de la contratapa y el prólogo de Dante Ginevra, nos vienen avisando que estamos por leer una historieta distinta, en la que los hechos no están narrados de forma tradicional. Muy sutilmente, esos textos nos invitan a abrir el paraguas, para que no nos empape el chubasco si finalmente la historia se va al carajo, o si Taboada se pasa de vanguardista en el planteo, el desarrollo o la resolución de los conflictos. Y la verdad es que, leída con el paraguas abierto, sabiendo de antemano que puede pasar cualquier cosa y que todo se puede llegar a resolver (o no) del modo más fumanchero posible, La Torre de Burbuja es una lectura muy entretenida, y por momentos hasta enriquecedora.
Taboada juega con los sueños, con los símbolos, con deja-vus mutantes, recuerdos distorsionados de vidas no del todo reales. En un punto, todo parece tener sentido y de pronto, un volantazo del guión sacude todo a la mierda… varias veces. Pero no parecen ser volantazos caprichosos, sino muy calculados por parte del guionista, que busca eso: las múltiples interpretaciones, los interrogantes que quedan abiertos… De eso se tratan los sueños y los símbolos, al fin y al cabo. Felizmente, estos coqueteos con la locura (que es un tema central de la obra) están sustentados por una estructura dramática fuerte, una historia de gran dinamismo, que nunca te aburre y siempre logra generar la intriga suficiente como para que quieras seguir enganchado hasta el final.
O sea que hay una cuota de delirio, de fumanchereada, de climas y sacudones extraños al mejor estilo David Lynch, pero no es un comic críptico, ni pensado para excluir al lector por la vía de la excesiva sofisticación, o del mero aburrimiento. Es un guión complejo, con varias capas para descubrir en sucesivas relecturas, atravesado por misterios, saberes y enigmas que lo elevan por sobre la simple acumulación de peripecias y saltos al vacío.
Hechas estas salvedades, tomadas estas precauciones, me parece justo recomendar la lectura de La Torre de Burbuja a aquellos que estén buscando relatos distintos, más jugados e impredecibles. Por supuesto, me gustaría leer otras obras de Antonio Taboada, para terminar de sacarle la ficha, a ver si es siempre así, o si acá se sacó el gusto de pelar una obra extraña, a todo o nada. Y obviamente quiero más historietas de Martín Túnica, porque me queda clarísimo que este trabajo lo pone entre los grandes dibujantes de estilo realista que tiene hoy la historieta argentina. Aplaudo, además, la decisión de Loco Rabia de publicar una obra de estos dos notables artistas, hasta aquí ausentes de la escena editorial y hoy, gracias a este libro, ya parados sobre un éxito que ojalá les abra muchas puertas.
sábado, 6 de diciembre de 2014
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