Otro trip a los ´70, esta vez a 1979, cuando estalla el conflicto entre Marvel y Steve Gerber por los derechos sobre Howard the Duck. Ahí nomás el guionista se va de la editorial donde se consagró y se pone a trabajar para estudios de animación de la Costa Oeste, donde le va bastante bien. Pero le queda ese sabor amargo, por eso busca revancha.
Stewart the Rat es el primer comic que realiza Gerber por afuera de Marvel y además una de las primeras publicaciones de la editorial Eclipse, que desde el primer día experimentaba con el formato de novelas gráficas y la distribución por fuera del circuito de kioscos, lo cual garantizaba poder gambetear un montón de restricciones gráficas y temáticas. Sin ser la octava maravilla del mundo, Stewart the Rat se beneficia mucho de todo esto: de no tener un coordinador de Marvel supervisando a Gerber, de no tener la restricción del comic-book de 22 páginas a color, y sobre todo de no tener el sellito del Comics Code Authority.
Lo que más me llamó la atención es que, si bien los parecidos con Howard the Duck son notorios, Stewart the Rat no parece tener como único objetivo contar una historia de Howard que Gerber no pudo contar en Marvel. El tono es bastante distinto, el personaje es mucho menos gracioso, la interacción con los humanos es menos estridente, el origen es menos limado… pareciera ser una versión de Howard mucho más pensada para lectores adultos, para gente que en aquella época no habría agarrado un comic de Marvel ni con un chumbo en la cabeza.
El guión, como todo lo que escribía Gerber con total libertad, está lleno de bizarreadas: hay una especie de zombie vestido como John Travolta en Saturday Night Fever, muchos palos a la música disco (tan en boga en el tramo final de los ´70), minas descerebradas en pelotas, un superhéroe que no para de hacer referencias mínimamente veladas a las drogas, un negro vestido como un típico caf¡shio que dispara una sustancia parecida al semen con un arma parecida a una poronga, criaturas raras que se persiguen, se pelean… y otra constante en las obras “adultas”de Gerber: la presencia de personajes que se dedican a lo mismo que él, en este caso a escribir guiones para productoras de Hollywood. Uno se imagina que, con todos esos elementos extraños (sumado al hecho de que los personajes putean casi sin restricciones), el resultado sería una catarata de carcajadas y delirios. Y no. Hay un tono… no reflexivo, pero por lo menos no tan fiestero. El núcleo, lo central, siguen siendo las relaciones, los vínculos que se gestan entre Stewart y los dos personajes secundarios más relevantes, Rose y su hija Sonja.
Parte de lo que ayuda a que todo esto sea más verosímil, menos estridente y en un punto más “para adultos” que los comics de Howard, es que acá se vuelven a reunir los artífices de los mejores episodios del pato, el maestro Gene Colan y su ilustre entintador Tom Palmer, pero ahora pueden trabajar en blanco y negro. Lo dije ya algunas veces y lo repito: Colan en blanco y negro es una exquisitez, un lujo, una maravilla. Y además Palmer agrega tramas mecánicas para realzar con grisados algunas viñetas y sumarle profundidad al dibujo de Colan, que a veces puede parecer muy plano. Además, el entintador pone bastante de su estilo en las caras de las mujeres, pero sin opacar para nada el clásico grafismo de Colan. Fiel a su estilo, el maestro juega con la puesta en página, con la elección de los ángulos y sobre todo con el manejo de los climas y la acción. El resultado es una faceta visual llena de potencia y de belleza, al mejor estilo Colan+Palmer, quizás la mejor dupla de dibujante-entintador que tuvo el comic yanki en los ´70.
Y bueno, si sos fan del indomable, del idiosincrático, del siempre impredecible Steve Gerber, esto lo tenés que tener. Si bien se editó en 1980, no es imposible de conseguir en parte porque vendió por debajo de lo esperado. Además tiene como incentivo un trabajo formidable de Gene Colan y Tom Palmer y todas esas cosas zarpadas y subidas de tono que jamás podrían haber aparecido en una aventura de Howard the Duck (por lo menos en los ´70, porque en la mini de Howard que vimos el 11/05/13 Gerber no deja títere con cabeza). En el peor de los casos, Stewart the Rat se puede leer como un comic de transición entre el mainstream puro y duro y lo que en los ´80 se llamó “las independientes”. Y lo más importante es que –estoy seguro- lo vas a disfrutar.
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