Esta es la historia de siete hombres y mujeres que trabajan en una estación espacial. Desde ahí, ven cómo una erupción solar se dirige hacia la Tierra y casi literalmente la prende fuego. Es el fin del mundo para la gran mayoría de los terrestres. Los océanos se evaporan, las capas polares se derriten, las ciudades y los bosques se incendian y queda un pequeño sector del planeta, un circulito con centro en el mar Caribe, pongámosle en Jamaica, donde tal vez las consecuencias no hayan sido tan catastróficas. Los siete astronautas saben que sus familias no sobrevivieron, que sus ciudades son escombros, pero aún así deciden volver a la Tierra, a ver con qué se encuentran. Doomsday.1 es triste, como toda historia de post-holocausto, pero también es una historia de esperanza, un canto a la vida y a la voluntad de reconstruir lo que se pueda, como se pueda, de volver a empezar.
El episodio ciencia-ficcionesco de la erupción solar y la destrucción de buena parte del planeta es apenas la excusa para hablar de otra cosa: de las vidas al límite de los que sobrevivieron, de los profundos replanteos que viven las comunidades que siguen en pie, y sobre todo de lo que les pasa en su fuero íntimo a los astronautas antes, durante y después de la tragedia. Sobre todo después, cuando tienen que volver a la Tierra y ser testigos de la devastación. Algunos se conformarán con eso, otros morirán en el camino y otros querrán subir la apuesta y convertirse también en artífices de la resurrección del planeta incendiado. El trabajo en la caracterización de Greg Boyd, Hikari Ariyama, Richard Benning, Yulia Kunov, Pascal Brussard, Gordie West y Yuri Kunov es, sin dudas, lo más notable de esta obra. Y el giro del final, que reinterpreta por completo a un personaje que pintaba para tercerón (nada menos que el Papa) también suma para el lado del excelente desarrollo de estos hombres y mujeres de papel y tinta, a los que uno siente irremediablemente cercanos.
Lo único que tengo para criticarle al argumento son esas páginas de la excursión hasta las ruinas de Nueva York. ¿Hacía falta? Todos los estudios decían que esa zona estaba completamente devastada. ¿No era más lógico enfilar para el otro lado, para donde pudiera haber sobrevivientes? Ojo, el episodio de Nueva York está bueno: tiene escenas conmovedoras y escenas aterradoras, sobre todo si te dan asco las ratas o las cucarachas. Pero capaz que no hacía falta, que se podían evitar la obviedad de ver a la estatua de la Libertad calcinada y los subtes convertidos en tumbas masivas. El resto, la verdad que es impecable, repleto de sorpresas, de momentos fuertes, memorables, donde los personajes pelan humanidad a pleno, sin guardarse nada.
A todo esto, no te dije quién es el autor: Doomsday.1 entra cómodamente a la lista de las grandes historietas escritas y dibujadas por el maestro John Byrne. Sin superpoderes, casi sin luchas entre buenos y malos, esta es una saga genuinamente adulta, pensada para emocionarnos y hacernos reflexionar. Y por supuesto, para gozar con el dibujo de Byrne, que acá alcanza el nivel de sus mejores trabajos de los ´80 y ´90. Esto no tiene nada que envidiarle, por ejemplo, a Next Men. O a Aliens: Earth Angel, o a Darkseid vs. Galactus. El dibujo y la tinta están sólidos, compactos, bien cargados de expresividad, pero sin derrapar hacia la caricatura ni el grotesco. Los fondos están cuando tienen que estar y tienen un laburo increíble. La narrativa funciona perfecto a pesar de algunos riesgos que asume Byrne en el armado de la página. La variedad de planos, los distintos climas por los que atraviesa la historia, los cambios de ritmo… son todas cosas en las que se ve la mano de un grande, de un tipo que ya las hizo todas y ya todo le sale de taquito, aunque improvise o experimente cosas raras. El color de Leonard O´Grady también aporta muchísimo a que la faz gráfica no desentone para nada con la gran calidad del guión.
¿Por qué esta no es una historieta perfecta? Porque termina amagando con una secuela, que sinceramente no sé si salió. Es obvio que desarollar tanto y tan bien a tantos personajes hacen que uno tenga ganas de volverlos a ver. Pero por otro lado, cerrar TODO en estas 88 páginas le hubiese dado a Doomsday.1 una contundencia todavía mayor, más difícil de ignorar.
Hoy, que una generación entera de pibes que arden en llamas con Marvel y DC no tienen la más puta idea de quién es John Byrne, nos toca a nosotros, los más veteranos, volver al planeta devastado para acompañar al maestro en sus aventuras más personales, más jugadas, más lejos de los géneros en los que la descosió durante décadas. Ojalá IDW siga habilitando ese espacio para que Byrne cuente lo que tiene ganas de contar, como para seguir demostrando que (a pesar del olvido o el ninguneo de unos cuantos) su talento sigue intacto.
martes, 23 de diciembre de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Aprovecho la ocasión para saludar a todos los lectores del blog: feliz Navidad (si la festejan) y/o feliz año nuevo. Y si se aburren en medio de tanta reunión edulcorada, aprovechen pare leer algo interesante.
A propósito. La etapa de Byrne en Iron Man es recomendable?
Es digna, sí. No es fundamental ni tampoco horrorosa, se deja leer sin mayor inconveniente.
Publicar un comentario