Segundo tomo de esta serie cuya primera entrega vimos el 20/01/13. Volvemos a la maravillosa Lisboa, a reencontrarnos con Dog Mendonça, Pizzaboy y sus bizarros amigos, en una nueva aventura de estos personajes co-creados por el portugués Filipe Melo y nuestro compatriota Pablo Parés para un largometraje que nunca se hizo. Una vez más, Melo desarrolla una historia para estos atípicos héroes, y un equipo de artistas argentinos asume la tarea de convertirla en un comic. Martín Tejada es el encargado de traspasar el guión de Melo al lenguaje de la historieta, Juan Cavia está cargo del dibujo y Santiago Villa a cargo del color.
Como en el Vol.1, no son pocos los momentos en el que los colores, los efectos y los climas que tira Villa sobre los dibujos de Cavia eclipsan por completo al trabajo de su compañero. Este es un comic en el que el color sale a matar, a pasarle por encima al dibujo. No digo que el trabajo de Villa sea malo; de hecho hay muchos momentos en los que es excelente. Pero le pelea demasiado el protagonismo al dibujo, que además en este tomo está bastante mejor que en el Vol.1. Sigo notando la fuerte influencia de Carlos Meglia y Humberto Ramos, y por supuesto de otros referentes más del palo de la animación. Y al mismo tiempo lo veo a Cavia más suelto, más jugado, probando cosas nuevas, sobre todo en la narrativa, que está mucho más cuidada que en el tomo anterior. Otra vez hay que destacar la labor de Tejada, porque es casi imposible imaginar esta aventura narrada en un soporte que no sea el de la historieta.
En el guión también se ven pilas renovadas por parte de Melo. De una aventura subterránea, que se resolvía prácticamente en las tinieblas, sin que nadie diera testimonio de nada, nos vamos a la otra punta: una epopeya mega-grandilocuente, a plena luz del día, con la inminente destrucción de la Humanidad como amenaza muy palpable. La vez pasada, Melo tomaba a sus villanos del cine de acción: nazis, mutantes y zombies. Esta vez va a una fuente igual de masiva pero con un perfil muy distinto: los villanos salen de la Biblia, de las profecías del Apocalipsis aún hoy presentes en la “mitología” católica.
Con estas apuestas fuertes, Melo demostró algo que yo ya sospechaba de antes: esta serie funciona porque los peronajes y la química entre ellos están perfectamente pensadas. No importa contra qué carajo peleen. Importa que esté ese equilibrio logradísimo entre la acción al palo, los chistes (boludos, groseros, bizarros) y los diálogos más afilados. Dog Mendonça and Pizzaboy es, ante todo una sátira, y como tal busca la complicidad del lector, el “dale que”, ese “relajate y gozá, que nos vamos a cagar de risa un rato”. Y eso le da total impunidad a Melo y su banda para joder con los nazis, con los curas, con demonios, mutantes, zombies, gárgolas, licántropos y hasta con la virgen de Fátima, que en Portugal es una institución religiosa muy relevante.
Como complemento, el libro (en la edición yanki, no sé en la portuguesa) ofrece las historias cortas que Melo, Cavia y demás realizaron para la antología Dark Horse Presents. Una es realmente breve y bastante pavota (la del monstruo del Lago Ness) y la otra, narrada en tres episodios cortos, es buenísima y está centrada en los inicios de Dog Mendonça. Acá también, a pesar de las pocas páginas, el guión propone varios climas muy distintos y el color de Santiago Villa responde con engamados y efectos nuevos y espectaculares.
Hay un tercer tomo en carpeta, que no sé si ya salió en Portugal, que está pensado como cierre de la saga. Y si no me equivoco hay también un videojuego basado en esta serie. Lo importante es que hasta acá, Dog Mendonça and Pizzaboy es un comic fresco, divertido, ingenioso, quizás no hiper-original, pero con una onda satírico-pochoclera sumamente disfrutable. Bien por Dark Horse, que habilitó edición bonita, barata y con mucho para leer, sin importarle demasiado que fuera un material de autores portugueses y argentinos totalmente desconocidos en EEUU.
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