Otra vez empiezo la reseña sacando cuentas y otra vez no me gusta el resultado. Un libro de 76 páginas en las cuales sólo 56 son de historieta, me da un despropósito. ¿Hacen falta VEINTE páginas para que nos demos cuenta de que los cuatro relatos son autoconclusivos y tengamos una data básica acerca de la publicación y sus autores? Yo soy de los que creen que no, que eso se podía hacer en ocho páginas y redondear el librito en 64. O dejarlo en 76 y meter una quinta historieta de ocho o diez páginas. Por lo menos esta vez, cuando aparecen palabras del lunfardo antiguo, en vez de una página de glosario hay llamaditas dentro de los globos, con las explicaciones en la parte inferior de las viñetas. Es un avance, sin dudas.
Vamos a las historietas, sin más franeleo previo. La primera abre muy bien, con una muy buena secuencia muda, y después se pincha. Es que el argumento que propone Valentín Lerena ya lo leímos 15 mill veces. Hay que dejar de escribir historias de putas y proxenetas por lo menos cinco años. Lo más rescatable de esta es el clima, bien dark, bien sórdido.
La segunda me gustó mucho. Es una historia cortita, sencilla, que en sólo ocho páginas pega dos giros impredecibles. Me animo a decir que es un guión que le hubiese gustado escribir a Carlos Trillo. Y si bien en las cuatro historietas hay algún error ortográfico y varios problemas con los signos de puntuación (por no hablar de una tipografía con menos gracia que un desalojo), acá hay un vuelo lírico por parte de Lerena que se complementa muy bien con un planteo supuestamente de crimen, violencia y sangre.
A la tercera, o le sobran páginas, o llega muy tarde la explicación de por qué el Malevo hace lo que hace. Es una aventura intensa, con mucho ritmo, con lindas vueltas de tuerca y muchísimas excusas para mostrar corchazos, cuchillazos y trompadas, pero en la que el lector está en bolas hasta la página 15, y son 18.
Y como me pasó hace un par de semanas con el libro de la Hechicera, la mejor historia llegó al final. Las 20 páginas de El Puntero merecían convertirse en una novela gráfica, o por lo menos en un álbum de 46 páginas al estilo francés. Hay muchísimos momentos en los que se podría agregar contenido al guión para estirarla, y los personajes son tan ricos que se lo recontra-bancarían. Lo más interesante de esta historia (a la que, repito, le sobran los logros) es el trabajo de Lerena para recrear un aspecto poco explorado en las historias de orilleros de la Buenos Aires de hace 100 años: el socio-político. Acá, además de duelos de facones, piñas y tiros, hay una indagación muy interesante en tópicos como el fraude electoral, la incipiente organización sindical y el contraste obsceno entre la vida de la gente humilde y la de la oligarquía que tenía todo bajo control.
Esta historia, además, es la que transmite con más fuerza esa impronta trágica, fatídica, que impregna a todas las andanzas del Supay (que así se apoda el malevo) y que me hizo acordar bastante a los cuentos de Jorge Luis Borges que comparten esta misma ambientación. Cuando la tragedia está tan bien contada como acá, uno no extraña ese humor sarcástico tan atractivo que mostrara Lerena en Yuta Noir, y que acá no aparece ni por casualidad.
Del dibujo de Roberto Fontana no hay mucho para agregar respecto de lo señalado en otras oportunidades: muchas buenas ideas en la narrativa, un claroscuro fuerte, un expresionismo casi salvaje, una excelente integración de la referencia fotográfica, y algunas cosas raras en la anatomía, que lo alejan del estilo académico al que cada tanto se esfuerza por volver.
Me queda por reseñar un librito más de Salamanca, y me sigo preguntando si hay alguna conexión que yo (por boludo) no logro pescar entre el Malevo, la Hechicera y el Rastreador, que es el protagonista del tomo que queda pendiente para el mes que viene.
jueves, 29 de enero de 2015
29/ 01: SALAMANCA: ANDANZAS DEL MALEVO
Etiquetas:
Argentina,
Roberto Fontana,
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Valentín Lerena
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