el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 24 de enero de 2015

24/ 01: INFERNAL MAN-THING

Qué lástima no saber una goma de psicología, para poder analizar más a fondo esta obra. Pocas veces me encontré con un comic en el que el autor desnude tan brutalmente su psiquis y explore tan a fondo los conflictos que la atormentan. Esto es casi un manifiesto escrito en la cornisa por un trastornado que se está por tirar del piso 17.
Y además es un cacho de mitología comiquera, porque se trata de una historieta escrita por Steve Gerber alrededor de 1985 y que sufrió todo tipo de complicaciones. Arrancó, se frenó, se cajoneó y se reactivó 150 veces, hasta que finalmente en 2012, con Gerber ya fallecido, el lentísimo Kevin Nowlan entregó estas 54 páginas. De haberse lanzado en los ´80, Man-Thing habría sido una novela gráfica, de las muchas que editaba Marvel en aquel entonces. Ahora, en cambio, se les ocurrió fraccionar la historia en tres “capítulos” de 18 páginas y publicarlos primero como tres comic-books. Para la edición en TPB, 54 páginas eran muy pocas, por eso se incluye –acertadamente, porque el guión de la novela gráfica funciona como secuela de ese episodio- el n°12 de la serie original de Man-Thing, que data de 1974.
Ese clásico unitario, dibujado por John Buscema y Klaus Janson, se veía mucho mejor en el Essential, en blanco y negro. A color por momentos provoca náuseas. Lo cierto es que el guión es una genialidad de Gerber, muy al límite de lo publicable en 1974. Como en tantas aventuras de esa época, todo se centra en un personaje muy humano, muy creíble, cuyos dramas se exploran a fondo. Esta es la historia de Brian Lazarus (cuya vida tiene muchos puntos en común con la del propio Gerber) y Man-Thing tiene un rol poco trascendental, no puede no estar, pero parece un intruso en su propia revista.
En la novela gráfica eso se nota mucho más. Man-Thing está pintado al óleo, nada de lo que hace influye en lo más mínimo en el desarrollo de la trama, en la que todo pasa por la turbulenta psiquis de Brian Lazarus. También es mucho más evidente el vínculo entre este personaje y el autor: cada dato que da Lazarus acerca de su vida y su trabajo coincide milimétricamente con la biografía de Gerber, lo cual te pone muy nervioso, porque Lazarus está mentalmente detonado, en un nivel de esquizofrenia tan avanzado que le permite ser –al mismo tiempo- el héroe y el villano de esta historia.
Como te imaginarás, el guión es raro, pasan un montón de cosas inexplicables, validadas por ese juego de paralelismos entre lo que pasa en “la realidad” y lo que pasa en la mente de Lazarus. Además, como en todo esto es muy importante el hecho de que este tipo es escritor, Gerber le da muchísima importancia al texto y mete diálogos, extractos de los escritos de Lazarus, relato en off y hasta canciones de un nivel literario impresionante. El ritmo de la novela es muy dinámico, con sacudones muy impredecibles y un final un poco precipitado, como si Gerber hubiese advertido de golpe que se la acababan las páginas y tenía que rematar. El mayor mérito, la cuota de incuestionable genialidad, está claramente en la construcción de Brian Lazarus como personaje de ficción y a la vez como catalizador de mucho de lo que Gerber pensaba y sentía en la realidad.
Supongo que esta novela gráfica convertida en miniserie debe haber vendido poquísimo, pero si vendió algo, seguramente hay que atribuírselo a la presencia de Kevin Nowlan al frente de la faz gráfica. Producir poquísimas páginas por año tiene sus ventajas: cuando publicás algo, sea lo que sea, TODOS tus fans te lo compran sin chistar. El trabajo de Nowlan en esta saga es muy, muy notable. Arma una grilla de cuadros muy clásica, que rompe cada tanto para obtener efectos muy puntuales, y esto le permite controlar muy bien el flujo de la narrativa. A pesar de que Gerber no se priva de nada a la hora de meter textos, Nowlan encuentra espacio para que su dibujo se luzca en todo su esplendor. Además colorea todo él mismo, supongo que con técnicas analógicas, y acá saca una diferencia enorme. Nowlan combina su linea finita y elegante con un color lleno de matices muy sutiles, muy logrados, que me hicieron acordar a algunos trabajos de Miguelanxo Prado, especialmente a Quotidianía Delirante. Cuando aparecen los dibujos animados (sí, hay dibujos animados) Nowlan los retrata con colores planos y logra un contraste muy interesante. Y a Man-Thing lo dibuja con más volumen, más masivo, en una onda más Richard Corben. El resultado es exquisito.
Supongo que si sos fan de Gerber, Nowlan o Man-Thing ya tenés este librito, pero si no sos fan de ninguno de los tres y querés leer una historia zarpadísima, en las fronteras de la demencia, con bajada de línea social, con dramas, conflictos y patologías muy reales y muy intensas, excelentes diálogos y un dibujo de la hiper-concha de Dios, también te lo recomiendo.

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