Bueno, acá está el tomo de Fairest que me quedaba pendiente, así no rompo más las bolas por un tiempo con el universo de Fables.
Acá sucede algo que es inevitable cuando una revista exitosa genera un spin-off: Bill Willigham no puede escribir todo y empieza a abrirle el juego a otros guionistas, por afuera de su habitual esbirro Matthew Sturges. De los siete episodios que recopila este tomo, Willingham escribe uno solo, y los seis de la saga central (The Hidden Kingdom) están a cargo de Lauren Beukes (una escritora que creo que nunca había metido mano en un comic), con el co-creador de Fables como “consultor”.
Y está bueno que se oigan otras voces. Willingham es un confeso votante republicano, un tipo de ideas socio-políticas tirando a conservadoras, y tiendo a suponer que Lauren Beukes no las comparte, porque nos regala (entre otros hallazgos) algo que Fables no tenía y que toda serie grossa de Vertigo debe tener: una historia de amor fuerte, intensa, entre dos mujeres. La fórmula de Beuken es parecida a la que aplicó Willingham en el tomo anterior: tomar a una protagonista de cuentos de hadas poco o nada explotada en Fables, contar su origen y entreverarlo con una aventura potente, que le pegue un giro grosso al personaje. Beukes le pone todas las fichas a Rapunzel y no sólo logra darle relieve a un personaje que en Fables no pinchaba ni cortaba, sino que además introduce con éxito todo otro mundo de fábulas hasta ahora inexplorado: el de los mitos y leyendas japoneses, obviamente con los yokai a la cabeza.
Como si esto fuera poco, Beukes crea de la nada a varios personajes de los cuales uno tiene enorme potencial (Tomoko), le agrega carnadura a la siempre enigmática Frau Totenkinder y le da mucha chapa a Joel, uno de los 12 cuervos hermanos que habitaban en Fabletown. Acá hay un gran trabajo en la construcción de los personajes, de modo que en 120 páginas pasamos de preguntarnos quién carajo son Rapunzel, Joel y Tomoko, a preguntarnos cuánto falta para que vuelvan a aparecer. La aventura es zarpada, vibrante, llena de momentos tremendos. Hay amor, intriga palaciega, terror, comedia, combates típicos de películas de yakuzas, masacres y genocidios, todo muy bien combinado a un ritmo frenético, donde no sobra nada (bueno, por ahí Jack Horner está un toque al pedo).
Lo único mínimamente bajonero es que la historia recorre varios siglos, pero empieza y termina en 2002, es decir, antes del Vol.1 de Fables. O sea que, en términos del “big picture”, deja todo como estaba. No hay chances de que los personajes japoneses se sumen a Fabletown, ni de que le pase nada definitivo a ninguno de los protagonistas habituales de Fables que participan en The Hidden Kingdom. El resto, la verdad que se disfruta a pleno.
El unitario que escribe Willingham, por su parte, es muy menor y consiste en darle un toquecito más de chapa a Reynard y en reactivar el tema de los hombres-árboles creados por Geppetto. Tiene algún momento gracioso y ya está, es eso. A Willingham lo acompaña el siempre solvente Barry Kitson, muy realzado por un gran trabajo del colorista Andrew Dalhouse.
En la faz gráfica de The Hidden Kingdom lo tenemos a Iñaki Miranda, mil veces mejor que en aquel unitario que calzó en el Vol.15 de Fables. Este es un trabajo mucho más suelto, más plástico, que en sus mejores páginas me recordó a mis historietas favoritas de Paul Gulacy. Ojo, tiene algunos problemas. Por ejemplo, las caras de los varones. Sólo las de Joel Crow están buenas. Las de Bigby Wolf, en cambio, suelen ser chatas, inexpresivas, y además lo dibuja muy pendejito. Y además hay momentos en los que se nota demasiado que a Miranda le gustan las ilustraciones de las revistas de moda y las chicas aparecen muy en pose, muy en actitud de “mirá qué bien me queda la ropa”, por supuesto en dibujos repletos de detalles increíbles en la vestimenta y los peinados. El resto me gustó mucho. La referencia fotográfica está muy bien integrada, hay rigor en la documentación, imaginación a la hora de mostar bichos limados y por momentos está esa sensación de cosa barroca, sobrecargada, que genera ese clima de extrañeza al límite, de terror tan ido al carajo que casi causa gracia, tan típico de grandes mangakas como Suehiro Maruo o Junji Ito.
Si tu cuento de hadas favorito es Rapunzel, a) pedile al psiquiatra que te cambie la medicación y b) no dejes de entrarle a esta excelente aventura, más allá de que estés siguiendo o no la –a mi juicio imprescindible- saga de Fables.
jueves, 8 de enero de 2015
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