Nueva entrega de la antología gestada en Rosario y la verdad es que el contenido me convenció bastante menos que la maravillosa portada de Germán Peralta. Veamos…
Lo primero y principal que tengo para señalar es que en una publicación de 64 páginas, de las cuales sólo 51 son de historieta, no da para poner DOS historietas mudas y una que casi no tiene texto. ¿Por qué? Porque hace que la lectura dure muy poco. Si Términus saliera cada dos semanas, esto no sería un problema, pero sale cada tres meses o más. Entonces, si tengo que esperar tres meses para volver a leer Términus, lo menos que puedo pedir es que cada número me dure más de 15 minutos. Una historieta de cuatro páginas sin texto está muy bien, le da aire a la revista y tiene onda. Pero que sobre 51 páginas 18 sean mudas, es un poco mucho. Y ni siquiera son historietas que no tienen guionista, eh?
En cuanto al material que aparece en este número, abrimos con Sacrificio, una historieta que crea un clima muy interesante, que te mantiene expectante, a la espera de un remate potente e ingenioso… que nunca llega. Se queda en la idea (que es muy buena), en el clima, y si garpa es porque tiene unos dibujos realmente excelentes de Juan Manuel Frigeri, un pibe que ya está para jugar en Primera.
La siguiente, por el contrario, juega al remate y le va un poco mejor. Es una historia atrapante, con una buena idea, mucha mala leche y –algo muy raro- diálogos escritos en español de España, que se disfrutarían más en argentino. Esto no es un capricho delirante, sino que obedece a que el guionista (Xavier González) es español. El dibujante es Sergio Martínez, un correcto sucedáneo de Eduardo Risso, Steve Dillon y Darick Robertson.
Como ya es costumbre, tenemos una nueva aventura de Rip Van Hellsing a cargo de Barreiro y Ferrúa, con una intensa machaca contra el monstruo de turno (esta vez una gárgola) narrada casi sin palabras. Dibuja con enorme solvencia Enrique Santana, cada vez más dinámico y más expresivo. Esta es una muy linda serie, a la que le haría muy bien un poquito de introspección, de meterse en la cabeza del protagonista para contarnos por qué hace lo que hace.
Döppelganger es otra de las historietas sin texto, muy bien pensada y ejecutada por Iñaki Aragón y Patricio Delpeche. Son sólo cuatro páginas y esta dupla está siempre en Términus con historias mudas, así que todo bien.
La mejor historia de este Vol.7 toca el mismo tema que Döppelganger, pero abordado desde otra óptica. Gonzalo Duarte logra que su guión parezca un cuento de H.P. Lovecraft, de esos que te van metiendo en lo imposible, en la locura que se apodera cuadro a cuadro del protagonista, que narra su drama en primera persona. El dibujo de Damián Couceiro lo complementa muy bien, sin distraernos nunca de lo realmente importante, que son los bloques de texto.
La siguiente, a cargo de Gastón Flores y Sergio Tarquini, tiene buenas intenciones, pero por algún motivo no me terminó de cerrar. El Botín, de Francisco Zamora y Juan Pablo Vaccaro, tiene unos dibujos infernales, que te vuelan la cabeza. El guión es menor, shockeante al pedo, y la decisión de contarlo sin textos es acertada, si no fuera porque ya hay muchas páginas sin texto en esta misma antología.
Y cierra Bruno Chiroleu con el tercer episodio de su serie Blas, con buenas ideas, buenos dibujos, más páginas sin texto, y esta vez muy condicionado por la decisión de plantear y resolver un conflicto fuerte sin mostrar violencia. A veces un poquito de pochoclo no viene mal y quizás sea eso lo que le falta a Blas para ganar en impacto dramático.
Cada vez que termino de leer un número de Términus digo “lo que falta para que esto sea una antología de la San Puta es Tal Cosa”. Esta vez, creo que lo que falta es un director/coordinador/editor más ortiva, más frío, que filtre un poquito más. Me imagino que debe ser difícil rebortarle material a gente talentosa que aporta lo suyo de onda, pero a veces es sano. Por suerte el nivel de los dibujantes sigue altísimo y seguramente eso es lo que le garantiza a Términus el muy buen nivel de ventas que logra cada vez que sale. Le falta esa vueltita a los guiones, que cuando se da, explota.
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