El año pasado se estrenó una película basada en este comic francés de los ´80, y eso hizo que se reeditara en varios países, entre ellos el Reino Unido, donde Titan lanzó este hermoso álbum con casi 110 páginas de historieta.
Originalmente, esto se llamó Transperceneige y se publicó en Francia entre 1982 y 1983, en las páginas de la revista A Suivre. Para ese entonces, el guionista Jacques Lob ya era un señor cincuentón, con una extensa trayectoria a sus espaldas. Mucho más tarde, en 1999 y 2000, con Lob ya fallecido, se publicaron dos secuelas con otros personajes, escritas por Benjamin Legrand (que en una de esas es nieto, bisnieto o chozno de Mirtha). El dibujante es Jean-Marc Rochette, a quien yo recordaba por El Cerdo Edmundo, una historieta alucinante que salía en El Víbora.
Transperceneige me hizo acordar mucho a la segunda parte de Tristeza, porque se trata básicamente de lo mismo: los sobrevivientes a una catástrofe global intentan reconstruir la civilización, pero la sostienen en las mismas boludeces que hacían insostenible a la civilización anterior: en este caso el autoritarismo, puesto al servicio de la exclusión de las mayorías para el beneficio (y la “seguridad jurídica”) de una elite dominante que no está dispuesta a hacer el más mínimo sacrificio ni renunciar a ninguno de sus privilegios. Pero hasta ahí llegan las coincidencias con la obra de Reggiani y Mosquito. Después, tanto el argumento como el clima de Transperceneige van para otro lado.
La obra de Lob es un thriller mucho más orientado a la acción. Cada tanto, baja un par de cambios para explicar qué fue lo que sucedió, cómo fue que unos cuantos miles de hombres y mujeres sobrevivieron al colapso y terminaron embarcados en este tren de 1001 vagones que no para jamás de avanzar por este mundo devastado por el frío y la nieve. Pero todo esto nos lo cuenta a través de diálogos, no hay una “historia oficial” contada por un narrador omnisciente, externo a la trama. Las revelaciones se producen sobre la marcha, a veces en el medio de las peleas a puño, patada y chumbo. Estamos frente a una historieta cruda, visceral, en la que la violencia y la crueldad son tan protagonistas como Proloff, un personaje del que sabemos muy poco.
Felizmente, entre tanta machaca y puñalada trapera, hay bastante lugar para que Lob baje la línea que le interesa bajar, que tiene que ver con la falta de solidaridad de una clase dominante a la que lo único que le interesa es salvarse ella, caiga quien caiga, y que los costos los paguen los pobres. De todos modos, no creas que la esperanza y la salvación van a llegar por el lado de la política. El alzamiento de los descastados va a morir antes de nacer y el mensaje del final va a ser el clásico “no future”, con aquel pesimismo tan típico de la ciencia-ficción post-holocausto de los ´80. No es un final maravilloso, de esos que hacen que te golpees la mandíbula contra el piso, pero está bien. Es coherente con el desarrollo de la trama y con los enigmas que teje Lob en torno a Proloff.
En cuanto al dibujo… tiene poco que ver con el Rochette que yo recordaba de las páginas de El Víbora. Acá me encontré con un dibujante de estilo clásico, correcto pero adusto, desangelado, sin argumentos para brillar. Donde realmente se destaca es en el equilibrio entre blancos, negros y grises. El resto, parece un dibujante del montón, que leyó a Jean-Claude Forest, a Bilal, a Jean Giraud, a Chantal Montellier, a Jacques Tardi, pero no tiene la magia ni la personalidad de ninguno de ellos. Me imagino esto dibujado por un autor más zarpado (no hace falta que sea Bilal, me conformo con un Alfonso Font, ponele) y me vuelvo loco. Por lo menos Rochette banca con decoro el desafío a nivel narrativo que significa tener un 99% de las secuencias ambientadas adentro de un tren, donde casi no se ve el mundo exterior y donde de a poco, tanto el guión como el dibujo te empiezan a asfixiar con un clima claustrofóbico, tremendamente opresivo, que está muy bien logrado.
Si viste la peli y querías averiguar qué onda la historieta, o si te gusta el comic post-apocalíptico europeo de los ´80, subite tranquilo al Transperceneige, que vas a vivir un aventura intensa, jodida, con un planteo muy atractivo y una mirada social aguda y urticante. Igual, si lo veo venir para la estación Belgrano R, salgo rajando…
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