Segundo tomo de la serie de Hawkman que escribía Geoff Johns con la colaboración de James Robinson, artífices ambos de la mejor etapa de toda la historia de la Justice Society of America. El Vol.1 tuvo su reseña el 17/09/14 y no está mal repasarla, porque me parece que algunos lineamientos se mantienen tal cual lo expresé aquella vez.
El principal problema de esta serie sigue siendo el mismo: por qué y contra quién luchan Hawkman y Hawkgirl. Y por suerte es el único problema, porque todo lo demás está muy bien. El atractivo grosso no son las peleas, sino la interacción entre los personajes, el desarrollo en la caracterización de estos héroes a simple vista medio chatos, medio tábula rasa. El primer episodio ilustra perfecto lo que quiero decir: a Johns le interesa mostrarnos una extensa charla entre Carter Hall y Ray Palmer (Atom, para los amigos) durante una cena en un restaurante. Como es un comic de superhéroes, tiene que haber algo de acción, y así es como Hawkgirl y los canas de St. Roch se machacan durante escasas seis páginas contra un villano de la B Metropolitana, sin la menor trascendencia. Lo interesante, claramente, es lo otro.
En el segundo episodio todo es aún más brutal: el núcleo de la historia es una charla entre Carter y Hector Hall (por entonces Dr.Fate) y las poquísimas escenas de acción que vemos… son flashbacks! Recién a partir del tercer capítulo tenemos una saguita de tres episodios más centrada en la machaca contra un villano como la gente, y con alguna consecuencia relevante. Y lo mejor: la resolución del conflicto heavy llega 12 páginas antes del final, con lo cual a Johns le quedan 10 páginas para… desarrollo de personajes, diálogos a fondo, escenas intimistas que giran en torno a los vínculos entre Carter y Kendra, que sirven para mantener arriba la chapa del villano presentado en el Vol.1 y hasta para darle onda a Speed Saunders, un héroe sumamente menor, cuya mayor gloria es la de haber aparecido en el n°1 de Action Comics, en 1938.
Después tenemos un unitario a priori totalmente desenganchado, ambientado en el Far West y protagonizado por Nighthawk y Cinnamon (también reencarnaciones de Khufu y Chay-Ara), muy entretenido y con una linda vueltita al final que lo hace relevante para lo que sucede con Carter y Kendra en el presente. Y terminamos con un arquito de dos partes, donde finalmente se resuelve el plot del asesino de los padres de Kendra y del confuso episodio que traumó a Hawkgirl cuando tenía apenas 13 años. Es una historia intensa, heavy, dramática, donde mi clon se esfuerza por darle un rol destacado a Gentleman Ghost (clásico villano del Hawkman de la Silver Age) pero donde mete más miedo el villano más normal, humano y sin poderes que resulta ser… un personaje secundario que Johns venía construyendo desde el tomo anterior. Esta última aventura es la que nos muestra la mejor pelea, la que tiene más sentido, la que no está puesta ahí para rellenar páginas y que el comic tenga algo de acción.
Vamos con los dibujantes. Casi todo el tomo está a cargo del siempre sólido Rags Morales, un tipo que plantea bien las secuencias, elige bien los ángulos, se rompe el culo en los fondos… A veces tantos entintadores que le meten mano lo deforman un poco, pero se nota una muy buena formación académica, combinada con un gran dinamismo a la hora de planificar y mostrar la acción. Y hablando de entintadores, para el capítulo que transcurre en la época de los cowboys a Morales lo entinta nada menos que Tim Truman, que le suma esa impronta roñosa, oscura, menos elegante y más rústica. Una muy buena combinación. Para los dos últimos episodios tenemos en uno a Ethan Van Sciver (que sobredibuja mucho, llena todo de rayitas innecesarias y no tiene un manejo de los planos tan ingenioso como el de Morales) y en el otro al muerto de Don Kramer, flojísimo en todos los rubros, principalmente en las expresiones faciales, justo en una historia donde estas tienen muchísimo peso.
Me queda por leer (para la segunda mitad del año) el tercer y último tomo del Hawkman de Geoff Johns, una serie con más altas que bajas. Aún sin jugar al “comic de autor adentro del mainstream”, esta serie de Hawkman se las ingenió para tener un tono propio atractivo, y bancar los trapos que vale la pena bancar, que son los que tienen que ver con darle profundidad, complejidad y onda a estos íconos (de segunda línea pero íconos al fin) que venían desde los años ´40, más manoseados que Vicky Xipolitakis en un vagón del Subte B a las seis de la tarde…
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