Ultimo tomo de esta serie en la que el maestro canadiense Guy Delisle se encargó de mostrarnos el lado absurdo y los rincones más miserables del típico policial “de procedimiento”.
Después de la no-aventura de la vez pasada, Delisle vuelve a apostar a un relato intenso, vertiginoso, con tiros, persecuciones y muchísimas escenas en exteriores. Y le sale el mejor de los tres guiones que escribió para el Inspecteur Moroni. El único problema que tiene es que algunas páginas están muy sobrecargadas de diálogo. Está compensado con muchas y muy buenas secuencias mudas, pero visualmente, me pasó que llegué a algunas páginas, vi la cantidad de texto que había y sólo atiné a cerrar el libro para retomar la lectura un rato más tarde.
Delisle se encuentra con mucho para explicar, porque mete a un personaje que prácticamente convierte a Moroni en secundario, y necesita contranos quién es y por qué hace lo que hace. El personaje de Eugéne Puthoff es complejo, con varias aristas atractivas, y Delisle se propone explorarlo a fondo. Para eso lo tiene que dejar hablar mucho, de su pasado, de su guerra secreta contra una corporación maligna y de una conspiración a gran escala que –en una de esas- incluye a los mismísimos alienígenas. ¿Víctima o victimario? ¿Trastornado o visionario? El canadiense nos da los elementos para que nosotros mismos juzguemos a Eugéne. Y si Moroni se convierte en secundario, Vanceslas, la madre del inspector y sus jefes y compañeros de la policía aparecen muy, muy poquito, en roles muy pequeños, pero casi siempre logran aportar buenos toques de humor/ patetismo a la trama central.
Decía que este es el mejor de los guiones de esta serie, y seguro se debe a que es el que logra el equilibrio más fino entre una aventura frenética, un buen desarrollo de personajes y, por supuesto, el humor. En ese sentido lo emparento bastante con Snarked!, la joyita de Roger Langridge que me tocó comentar ayer. La sátira a la cana y sus procedimientos sigue ahí, en un primer plano, pero además Delisle se anima a hablar –siempre desde la joda, nunca desde el púlpito- de otros temas importantes, que tienen que ver con la tensión constante entre la preservación del medio ambiente y la rosca empresarial a gran escala. La verdad, un lujo.
A diferencia de los dos primeros álbumes, que salieron con pocos meses de distancia, Le Syndrome de Stockholm salió dos años después de su antecesor. Quizás por eso se nota un poquito más la evolución del dibujo de Guy Delisle, que transita hacia un trazo más suelto, más plástico, menos frío, menos calculado, más expresivo. Entre esa leve mutación del grafismo y el uso del color, esto se ve todavía más distinto de las obras autobiográficas del autor que los otros tomos del Inspecteur Moroni. Posta, hay que esforzarse para ver en este trabajo rasgos gráficos que emparenten a este Delisle con el que nos contó sus viajes por Shenzhen, Birmania, Pyongyang o Jerusalén. Claramente el estilo que pela el autor en estos álbumes de Moroni es mucho más ganchero, más comercial, si se quiere, aunque sin renunciar a una fuerte impronta personal.
Repito lo que dije la vez pasada: creo que esta serie nunca se tradujo al castellano y me parece bastante injusto, no sólo porque me imagino que Delisle ya tiene una cantidad importante de fans incondicionales, que le comprarían de una estos álbumes e incluso otros mil veces peores, sino porque se trata de historietas de excelente calidad, accesibles no a los chicos pero sí a los adolescentes, muy bien escritas y brillantemente dibujadas. Y ahora sí, creo que hasta el año que viene no rompo más las bolas con Guy Delisle, que ya amenazaba con convertirse en otro autor fetiche de este blog.
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