el blog de reseñas de Andrés Accorsi

jueves, 22 de mayo de 2014

22/ 05: HABIA OTRA VEZ...

Por fin se recopilaron en nuestro país estas cinco historietas breves, realizadas entre 1979 y 1980 por Alberto Breccia y Carlos Trillo. Hasta hace poco, este material estaba inédito en nuestro país, o perdido dentro de antologías inconseguibles, de hace más de 30 años.
Acá hay dos historietas rarísimas, realmente alienígenas. La de Caperucita Roja, escrita por el propio Breccia, ambienta el clásico cuento en un suburbio de Buenos Aires y cambia tanto a los personajes que Caperucita termina como vedette en un teatro de revistas con olor a prostíbulo. Acá casi no se ve el trazo del Viejo Breccia, en ninguno de sus estilos. Toda la faceta gráfica está lograda con papeles recortados, con muy pocas líneas y manchas puestas por el autor sobre los mismos. Es un trabajo rarísimo, por momentos muy crudo (como los primeros capítulos de South Park) y por momentos genial. La forma en que el Viejo repiensa el tema de la espacialidad en la viñeta, la forma en que imagina estas composiciones y las plasma con formas que no brotan de su pincel sino de papeles recortados, es realmente impactante. Por supuesto, funciona bien porque se trata de un experimento de seis páginas. Quizás esto mismo en una historieta extensa, de 64 u 80 páginas, se hacía intragable.
La otra historieta muy rara es la última, de apenas tres páginas. Aquí sí escribe Trillo y lo que se supone que debería ser una reversión satírica de La Bella Durmiente rápidamente se convierte en un chiste no muy gracioso que involucra a Karen Quinlan (una chica que pasó años conectada a máquinas que la mantuvieron artificialmente viva) y a Walt Disney, de quien se decía que había sido criogenado tras su muerte en 1966. Los propios autores (brillantemente caricaturizados por Breccia) asumen el rol protagónico para estas 12 viñetas que –leídas lejos del contexto en el que fueron concebidas- resultan extrañísimas.
Las otras tres, son verdaderas gemas: Hansel y Gretel juega al límite del terror; Blancanieves tiene un príncipe que parece un cantor de tangos y enanitos con rasgos de personajes (y personalidades) del mundo del comic; y La Cenicienta está transplantada al presente, con un astro del rock (mezcla de Elvis y Sandro) en el rol del príncipe.
Estas tres versiones destilan una genial mala leche por parte de Trillo, que acentúa las aristas más jodidas de estos relatos e incluso rescata elementos bastante escabrosos que alguna vez fueron parte de estos cuentos y que más tarde, cuando estos fueron edulcorados para ser consumidos por los niños, terminaron por ser eliminados. Por supuesto, al estar ambientada en el presente, la que más línea baja y la que se mofa de clichés más reconocibles es La Cenicienta. Creo que es la que más me gustó de todo el libro.
De todos modos, esto hay que comprarlo por el dibujo. Lo que hace Breccia en estas páginas es descomunal, no tiene explicación. El Viejo despliega su estilo bien grotesco, bien esperpéntico, bien granguiñolesco, para lograr personajes tremendos, de desaforada expresividad. A esto se le suma un color directo, aplicado con maestría, y –lo más notable- las texturas. Breccia mete todo tipo de recortes: papeles de empapelar paredes, fotos, cachos de tela, de arpillera, de bordados, de tejidos, texturas logradas con piedras y huesos, con cepillos, con tintas disueltas en líquidos más densos que el agua... un delirio total. Nunca vi uno de estos originales, pero imagino que deben ser un nirvana, algo capaz de producirle un ACV a cualquier profe de Dibujo de la secundaria. Lo más loco es que muchas de estas texturas no están para rellenar los contornos de las figuras, sino que reemplazan a las figuras! Breccia no dibuja un sólo árbol, por ejemplo. Todos los árboles están hechos con recortes de cosas cuya textura nos remite a la de los árboles. La técnica del collage aparece varias veces en la ilustre trayectoria del Viejo, pero creo que nunca me había detonado las retinas tanto como esta vez.
Por suerte, el libro está muy bien impreso, en un papel en el que se lucen plenamente todas las genialidades gráficas de Breccia. Si nos ponemos muy en puristas (como mi amigo Dani Otamendi), podemos llegar a lamentar que el rotulado original, a cargo de Héctor Formento (el gran letrista que tuvo el Viejo en sus últimos... 25 años de carrera), haya sido reemplazado por un rotulado digital, que está bien, pero es un toquecito más frío. La posta es que este libro es un lujo, imprescindible para los fans tanto de Breccia como de Trillo. Y el que no es fan de ninguno de los dos no existe, así que es imprescindible para el mundo entero.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

las ediciones de doeyo en blanco y negro vienen cada vez peor con negros plenos q son grises plenos lo mismo pasa con la edicion de bolita y las de twd de ovni press. ojala se pongan un poco mas las pilas con la caidad. fer

Andres Accorsi dijo...

No es por defender a Doeyo, que no es santo de mi devoción ni mucho menos, pero la edición en el caso puntual de este libro es impecable.
La edición de Bolita la tengo acá, a mano, y no le veo ninguna falla en la impresión. Los negros se ven bien negros.
Y la edición argentina de TWD nunca la leí, así que ni idea...

Anónimo dijo...

Yo tengo Bolita también y los negros son negros. Al anónimo de arriba le debe haber tocado uno mal impreso.

Anónimo dijo...

¿Es verdad que cuando eran jóvenes vos, Doeyo y Muñones eran amigotes?

Andres Accorsi dijo...

Si, yo fui amigo de los dos. No íntimo, pero sí cercano. Compartimos algunos buenos momentos y varios proyectos interesantes. Después, la vida nos fue llevando por caminos distintos y cada uno eligió lugares y tomó posturas que el otro no se bancó. Hoy no me hablo con ninguno de los dos. Y está bien, porque los dos (en distinto punto y en distinta medida) me decepcionaron como personas.

Anónimo dijo...

y es verdad q accorsi nunca tuviste novia??
y es verdad q doeyo se caso con la sobrina????
y es vdd q a muñoz no se le para??????