Volvieron los superhéroes, que últimamente estaban apareciendo poco por el blog. Prometo un par de semanas muy superheroicas, con muchos clásicos y algunas cositas más actuales.
¿Qué es este libro? Reediciones en orden cronológico de todas las historias de Deadman originalmente publicadas entre 1978 y 1980, tramo final de la Verdul Age. La etapa gloriosa del personaje (a cargo de Neal Adams) ya había quedado atrás hacía mucho, pero Deadman seguía teniendo un aguante, un grupúsculo de fans que querían ver más aventuras del campeón ectoplasmático. Así es como el difunto trapecista aparecía cada tanto en las revistas de team-ups de Batman o de Superman, y cuando Adventure Comics se convierte en una antología de muchas páginas, con cabida para varios personajes, Deadman encuentra (durante un tiempito) algo así como un hogar, como un espacio regular para sus andanzas.
El libro arranca con un especial de Brave & the Bold, escrito por Bob Haney (guionista principal de la serie durante los ´70) y dibujado por Ric Estrada, ese pecho frío sin alma ni talento, al que solemos cruzarnos cada vez que nos aventuramos en el mainstream setentoso de DC. Esto no puede ser peor. Además de Batman y Deadman, participan de la aventura el Sargento Rock y… Sherlock Holmes, todos en la misma época, en la misma tierra, entrelazados por un guión absurdo, que nos toma por idiotas en cada secuencia. La verdad que tomarse el laburo de desempolvar esa historia, retocar las páginas en las que el dibujo estaba cascoteado, reconstruir el color, invertir todo ese tiempo y esa guita para que el lector de hoy pueda leer eso, es tirarle margaritas a chanchos infectados con ébola, afiliados al PRO y fans de Agapornis.
Por suerte, cuando Deadman se gana el lugarcito en Adventure Comics se hace cargo un equipo creativo serio, integrado por los maestros Len Wein, Jim Aparo y José Luis García López. Los dibujantes van rotando, pero Wein logra darle a Deadman ese sentido de saga, de historia que evoluciona episodio a episodio hacia algo más power. Tarda un poco en arrancar, es cierto, y para cuando se revela qué es exactamente lo que está en juego, muchos de los conflictos y peleas de los primeros episodios parecen boludeces. Y bue, era la época.
Terminada “la saga de Kronsky”, Wein vuelve a los relatos autoconclusivos. Arranca con uno extenso (23 páginas) que está bastante bien, con varios momentos atrapantes, pero donde realmente la rompe es en el tercero y último, un comic de apenas 12 páginas realmente notable, con unos huevos inmensos y una emotividad digna de la mejor época del personaje. El team-up con Superman que cierra el tomo arranca como “secuela” de ese maravilloso unitario, pero el guión no está a la altura, a pesar de que Wein se esfuerza por darle MUCHA chapa al muerto de Boston Brand.
Lo más raro que tienen estas historias es que Deadman se la pasa interactuando con gente que no lo ve ni lo oye… y sin embargo no para de hablar! Todo el tiempo mete bocadillos, comentarios muchas veces jocosos acerca de lo que dicen los otros personajes, que conversan entre ellos sin suponer que Deadman los está escuchando. ¿Para qué habla Deadman? ¿Para que lo “escuchemos” nosotros? La verdad que es una canchereada que capaz me cerraba si lo leía a los 11 años, pero hoy no me convenció. Como todo comic de los ´70, este tiene muchísimo más texto que un comic actual, pero no se sufre porque Wein maneja muy bien la prosa y los diálogos no suenan anquilosados.
A la hora de los dibujos, olvidemos rápidamente esas 34 páginas de Ric Estrada (entintadas de modo casi grotesco por Dick Giordano), para concentrarnos en los trabajos de un Jim Aparo muy sólido, muy comprometido, que realmente le ponía todo a cada episodio. Y que, lógicamente, se ve eclipsado por el exquisito García López, un virtuoso, un distinto, uno de los pocos que saben darle elegancia a la machaca entre tipos musculosos. Cuando lo entinta Giordano, se pierde un poquito de la impronta del ídolo. Pero cuando lo dejan entintar sus propios lápices, García López se va al carajo con escorzos a lo Neal Adams, expresiones faciales perfectas, composiciones que combinan la onda clásica de un Alex Raymond con ideas más arriesgadas y más modernas… una verdadera delicia para los ojos. Lástima el color, que respeta mucho al original de los ´70, obra de la nefasta Glynis Wein.
No hace falta que te diga que Deadman no es un superhéroe convencional, y que –fuera de los team-ups con Batman y Superman- acá hay historias bastante raras, bastante alejadas de los conceptos más habituales y más trillados del género. Si te gusta el personaje y no te querés quedar sólo con lo de Neal Adams, entrale a esto, que dentro de todo se la banca con bastante decoro aún hoy.
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2 comentarios:
Una duda , ¿Desde cuando no te gusta Dick Giordano ?
Dick Giordano me gusta a veces, cuando respeta al dibujante al que entinta (caso Neal Adams). Cuando sale con la brocha gorda, a pasarle por encima al dibujante, no me gusta, me resulta grotesco.
Lo que le hizo a John Byrne en Man of Steel o a George Perez en los primeros números de Crisis, para mí no tiene perdón de Dios.
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